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7 de noviembre - Aniversario de la revolución rusa


La clase trabajadora y su partido, a la cabeza de la revolución

La experiencia de la revolución rusa es un baluarte para los trabajadores que luchamos por un mundo sin explotación. Su ejemplo evidenció la posibilidad de transformaciones profundas y estructurales, incluso partiendo de un contexto muy adverso de guerra y atraso, que beneficiaron enormemente a la clase trabajadora y el pueblo pobre rusos. La posterior derrota de esa revolución a partir del ataque y aislamiento del mundo capitalista y de su descomposición interna guiada por el stalinismo, no deben hacernos perder de vista la gran cantera de experiencias que nos dejó la primer revolución socialista, como aporte para forjar una perspectiva revolucionaria.

Durante larguísimos años, el régimen zarista no trajo más que penurias al pueblo ruso. A la miseria y pauperización de las masas se sumaba la opresión política, la persecución contra el activismo político y sindical y la repetida convocatoria obligada a la guerra de un ejército compuesto en su enorme mayoría por hijos de campesinos pobres.
La revolución rusa se forjó por años. La joven clase obrera, hija de la industrialización de fines de siglo XIX, se fue organizando y politizando aceleradamente y era un actor central que luchaba a principios del siglo XX. La miseria rural, daba el marco para importantes levantamientos campesinos. Acompañando este proceso, se fueron forjando nucleamientos revolucionarios, que dieron lugar a la formación del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) en 1898, y a la conformación de sus principales tendencias unos cinco años más tarde: los mencheviques de Martov y los bolcheviques de Lenin. Serán los partidos de izquierda más importantes junto al Partido Socialista Revolucionario, de base y orientación campesina.
Ya en 1905, tras la fracasada guerra de Rusia con Japón, la movilización obrera, los levantamientos campesinos y la insubordinación de soldados confluyeron en el primer intento de revolución rusa, aún poco organizada, pero en donde ya el partido de Vladimir Lenin se destacó por su decisión de estar en la primera línea de las barricadas junto al pueblo, impulsando la experiencia revolucionaria y aprendiendo de ella. La clase trabajadora forjará por primera vez un organismo de base que será fundamental para el futuro de la revolución, el soviet, que acabó siendo dirigido en esa primera oportunidad por el joven León Trotsky.
Luego de años de repliegue, resistencia y reorganización, la clase trabajadora alzó la cabeza nuevamente. Aunque su creciente actividad independiente pudo ser encauzada por el chovinismo gubernamental a comienzos de la primera guerra, eso duró poco y la misma guerra contribuyó a la ruptura de amplias masas con el régimen. La sucesión de luchas y huelgas llevó a que, a principios de marzo (febrero en Rusia) de 1917, una nueva huelga se fuera ampliando hasta el punto de conseguir la entera solidaridad y movilización de la clase trabajadora durante cinco días de levantamiento popular, que acabaron volteando al gobierno zarista. El límite político de los partidos más moderados de la izquierda se hizo evidente tras su apoyo e integración de un gobierno provisional que se limitaba a reformas democráticas sin buscar cambios estructurales en beneficio del pueblo ruso y que, para peor, seguiría llevando al pueblo a la guerra.
La capacidad de acción de la masa obrera y campesina había quedado en evidencia nuevamente tras la revolución de febrero, y su nivel de organización había crecido enormemente con el gran desarrollo de organizaciones soviéticas por buena parte del país y su centralización. Sin embargo, estas organizaciones de masas no lograban por sí mismas establecerse como una alternativa política de poder frente al gobierno provisional, con el que convivían en forma contradictoria, en una situación de doble poder.
La importancia política y organizativa del partido bolchevique para dar impulso a la revolución fue central. Durante años de luchas se había forjado asumiendo la necesidad de sostener un partido de combate con amplia influencia de masas y fue el único que llegó a definir con claridad una estrategia política revolucionaria que pudiera encauzar la lucha de masas para romper no sólo con el zarismo, sino con el régimen de explotación vigente, convocando, como hizo Lenin en abril de 1917, a que sean los soviets los que asuman el poder.
Su posicionamiento político fue sostenido por una acción militante ejemplar. Junto a la lucha política contra los conciliadores, enfrentados con la profundización de la revolución, desplegaron enormes fuerzas en la organización de la lucha en fábricas y calles, ganando el apoyo de la mayoría de la base obrera y campesina representada en los soviets. Enfrentaron la persecución (eran acusados de agentes alemanes) y asumieron el protagonismo contra el golpismo de derecha, al tiempo que profundizaron las posiciones socialistas en el seno de la masa obrera y desplegaron la organización militar para alcanzar la toma del poder. Así, contando con el amplio apoyo del pueblo trabajador ruso, el partido bolchevique se convirtió en el orientador político del movimiento revolucionario y asumió la organización y dirección de las acciones militares que voltearon al gobierno provisional el 7 de noviembre de 1917 y definieron “todo el poder a los soviets”. Será el triunfo de la primera revolución socialista en el mundo.
El preámbulo de la primera constitución soviética, a mediados de 1918, dejaba en claro el carácter del nuevo régimen, en su “Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado”:
“Se proclama la República de Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos. Todo el poder, central y localmente, pertenece a estos Soviets”.
“El objetivo básico de la República de Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos es la abolición de toda explotación del hombre por el hombre, la completa supresión de la división de la sociedad en clases, el aplastamiento implacable de la resistencia de los explotadores, el establecimiento de una organización socialista de la sociedad y la victoria del socialismo en todos los países”.
“Queda abolida la propiedad privada de la tierra. Toda la tierra, junto con todas las construcciones, aperos y otros medios de producción agrícolas, es proclamada propiedad de todo el pueblo trabajador”.
“Con el objetivo de asegurar el poder del pueblo trabajador sobre los explotadores y como primer paso para que las fábricas, talleres, minas, ferrocarriles y demás medios de producción y de transporte pasen por entero a ser propiedad del Estado obrero y campesino, se proclama la implantación del control obrero y el Consejo Superior de Economía Nacional”.
“Todos los bancos pasan a ser propiedad del Estado obrero y campesino, como una de las condiciones para la emancipación de las masas trabajadoras del yugo del capital”.
“Con el fin de eliminar los sectores parasitarios de la sociedad, se implanta el trabajo general obligatorio”.
“Para asegurar la plenitud del poder de las masas trabajadoras y eliminar toda posibilidad de restauración del poder de los explotadores se decreta el armamento de los trabajadores, la formación de un ejército rojo socialista de obreros y campesinos y el desarme completo de las clases poseedoras”.
“En el momento de la lucha final del pueblo contra sus explotadores, no puede haber lugar para estos en ninguno de los órganos del poder. El poder debe pertenecer completa y exclusivamente a las masas trabajadoras y a sus representantes autorizados, los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos”.

14 de junio: Che Guevara, el revolucionario

El 14 de junio de 1928 nació, en Rosario, Ernesto Guevara, el Che. Su entrega y compromiso revolucionario lo llevaron a ocupar un lugar central en la lucha por la toma del poder y en la construcción del socialismo en Cuba, a participar en otras luchas revolucionarias en África y América Latina, y a convertirse en un claro exponente de la vía revolucionaria para alcanzar el socialismo. Hoy, su ejemplo nos señala el camino de la revolución.


Cuando el Che comenzó a ser una figura reconocida en el continente y el mundo por su práctica revolucionaria, la orientación más habitual en la izquierda y el movimiento popular distaba mucho de sus concepciones revolucionarias. Por el contrario, estaba dominada por el reformismo y el populismo.

Entonces, el campo de la izquierda estaba, en gran medida, influenciado por el stalinismo. La política promovida por el PC de la URSS, seguida al pie de la letra por la mayoría de los PC latinoamericanos, era abiertamente reformista: mantenerse en el marco del sistema político y social dominante, la democracia burguesa, haciendo eje en la participación electoral. Para los representantes de esa corriente la palabra “revolución” era un latiguillo o una idea vaga, y nada tenía que ver con una práctica concreta de organización y lucha para la toma del poder. Eso implicaría romper la paz y la estabilidad de la convivencia democrática con la que estaban comprometidos. Con esta práctica, los PC llegaban incluso a sumarse a coaliciones abiertamente reaccionarias, como sucedió con la Unión Democrática de 1945 en nuestro país.

A su vez el ascenso de corrientes y gobiernos populistas en distintos países latinoamericanos, había llevado a que varios grupos provenientes de la izquierda, en su intento de acercase a sectores populares, se incorporaran directamente a estas corrientes de la burguesía. Así, por ejemplo, atrás del peronismo argentino se encolumnó abiertamente la llamada “izquierda nacional” de Abelardo Ramos, mientras otros grupos, como el de Nahuel Moreno, intentaban el “entrismo”, poniéndose “Bajo la disciplina del General Perón”.

De esta forma, las dos opciones predominantes para la izquierda o las organizaciones populares eran, o bien el apoyo al populismo y sus movimientos o gobiernos que planteaban reformas sociales dentro del capitalismo, es decir, sin combatir a la burguesía y su sistema de explotación; o bien el reformismo, que hablaba de socialismo, pero estaba integrado en la práctica a la dinámica de la democracia burguesa y su sistema electoral, y que no planteaba impulsar un proceso revolucionario para la toma del poder.

En contraposición a estas dos tendencias, luego de la revolución cubana y con la importante influencia del Che, en América Latina cobraron protagonismo militantes y organizaciones que reconocían la vía revolucionaria para la toma del poder, retomando así las más importantes tradiciones de la izquierda (como la bolchevique) y aprendiendo de la experiencia práctica de los combates por el poder en Cuba, como base para alcanzar una verdadera transformación social. En nuestro país, el PRT fue la expresión más importante de esta tendencia que se planteó impulsar la lucha revolucionaria para alcanzar el socialismo.

La influencia del Che fue central para dar lugar al desarrollo de esas experiencias que intentaron abrir un camino revolucionario, rompiendo con las tradiciones de adaptación al sistema impulsadas por el populismo y el reformismo.

Por una parte, porque el Che fue un enemigo abierto de cualquier posibilidad de contemporizar con la burguesía. Como diría en su célebre “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, cerrándole la puerta a todos aquellos que planteaban instancias de conciliación con sectores de las clases dominantes: “las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo (si alguna vez la tuvieron) y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer: o revolución socialista o caricatura de revolución”(1). Por supuesto, como era habitual en el Che, esa no era una mera posición política, sino que era expresión de su práctica revolucionaria. Así, el Che dedicará su vida y morirá luchando contra el capitalismo. Y en cuanto alcanzó el poder, como sucedió en Cuba, fue un actor central en el proceso de expropiación de la burguesía y en la organización de la sociedad socialista a partir de la centralización económica y el impulso de la educación y la moral socialista de un “hombre nuevo”.

A su vez, el Che enfrentó a aquellos que buscaban orientar su práctica por la vía reformista e institucional y rehuían de la lucha revolucionaria por el poder. Era tajante al señalar que la lucha obrera y popular no tenía sentido si se limitaba a la búsqueda de reformas al interior del capitalismo, a conseguir la democracia o a ampliar sus atributos: “Luchar solamente por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar por retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales dominantes: es, en todo caso, luchar por el establecimiento de unos grilletes que tengan en su punta una bola menos pesada para el presidiario”.(2)

Es patente que el pensamiento del Che tiene plena vigencia y es preciso recuperarlo para poder avanzar hacia una verdadera transformación revolucionaria.

De hecho, hoy, mientras la burguesía impone su política, muchas veces las tendencias que se pretenden alternativas siguen atadas a las mismas variantes de las que hablábamos más arriba. Unos, encandilados con corrientes y gobiernos que prometen “humanizar” al capitalismo y que, en ese camino, no se plantean combatir a la burguesía. Allí vemos desde chavistas hasta kirchneristas. Otros, aunque hablan del socialismo, están muy lejos de buscar la revolución (¡algunos hasta condenan la violencia popular!) y en cambio se entusiasman sobremanera con el electoralismo, impulsando la participación en lo que hoy constituye un recurso para la legitimación de los partidos de gobierno, y llevando a su militancia a gastar enormes esfuerzos en una vía muerta.

Es patente, decíamos, que el pensamiento y el ejemplo del Che tienen plena vigencia. Es claro, entonces, que es urgente desarrollar esa corriente política que, siguiendo al Che, plantee el impulso de la revolución socialista. Para eso es central avanzar en los niveles de organización: desarrollar las instancias de lucha y nucleamiento en los distintos ámbitos de intervención reivindicativa, y, sobre todo, fortalecer las instancias de organización política, para poder conformar un partido cuyo eje sea el impulso de la revolución socialista en Argentina. Es el mejor y más necesario homenaje que podemos hacerle al Che y su gran ejemplo revolucionario.




Notas:

1) “Crear dos, tres... muchos Vietnam es la consigna”, 1967.

2) “Guerra de guerrillas: un método”, 1963.

Luchamos por una sociedad nueva y un hombre nuevo

“...el hombre es capaz de forjar un destino cada vez más humano; es decir, un destino en el que el hombre no explote a otro hombre, en el que el hombre pueda aplicar el grueso de su capacidad creadora no a luchar contra otros hombres para comer y vestirse, sino crear una vida más llena de confort y belleza, de solidaridad y libertad, es decir, una vida más propiamente humana.”
Milcíades Peña, Introducción al pensamiento de Karl Marx

Bajo el capitalismo, los trabajadores estamos sometidos doblemente.
En primer lugar, porque, por medio de la explotación, la clase de los capitalistas acaba por quedarse con el grueso de lo que producimos con nuestro trabajo, dejándonos a nosotros sólo las migajas. Así se sigue profundizando la gigantesca desigualdad económica y social que existe entre las clases. Por una parte la burguesía, la clase de los empresarios, los banqueros, los terratenientes y sus socios de la política y el estado, los que son dueños de todo, se enriquece a nuestra costa. Por la otra, los trabajadores seguimos poniendo el lomo diariamente a cambio de salarios que apenas si alcanzan para vivir, viendo cómo muchos de nuestros hermanos se hunden en la miseria más lamentable.
Pero además, la lógica del capitalismo, no sólo repercute en nuestros bolsillos, sino en el centro mismo de nuestras vidas.
El trabajo, que debería servir para que toda nuestra sociedad esté mejor, se nos presenta en la vida cotidiana como un lugar ajeno y desagradable, pues sabemos que no será nuestro pueblo el que se beneficiará con nuestro esfuerzo. Y además, como para los patrones somos una simple mercancía que les da ganancia, es habitual que nos tengan en condiciones de trabajo absolutamente indignas.
Al mismo tiempo, a cada paso, por ejemplo para conseguir trabajo y sobrevivir en él, nos inculcan la lógica de la competencia permanente que refuerza el individualismo y es contraria a la solidaridad. Se nos plantea la exigencia de desplazar a nuestrso hermanos de clase, como requisito para tener un lugar en donde ser explotados y conseguir nuestro lamentable salario. Y esa mecánica de la competencia, que estimula la búsqueda del éxito individual en contraposición con la solidaridad, atraviesa gran parte de la vida social. En gran medida la misma educación está marcada por estos criterios de la competencia y del éxito individual.
A su vez, es habitual que muchos de los deseos y satisfacciones estén atravesados por el impacto del mercado y la propaganda capitalistas que llevan al consumismo. Como mecanismo para seguir obteniendo ganancias, los empresarios inventan siempre nuevas cosas para vendernos, estimulando que consumamos sin parar sus productos. Vemos así, por ejemplo, la multiplicación por millones de marcas y variaciones insólitas en productos de consumo, el “invento” incesante de cosas inútiles, o el despliegue de programas de televisión en donde se difunden esos valores de la competencia y el consumismo.
De este modo, bajo el capitalismo los trabajadores, sufrimos al mismo tiempo las consecuencias económicas de la explotación, que nos ubican en el otro polo de la vida de lujos de los capitalistas, y nos vemos también empapados de capitalismo en el resto de nuestra vida, estimulados a caer en la competencia, el individualismo y el consumismo.
Es por eso que quienes nos organizamos para acabar con los lastres de este sistema, lo hacemos planteando la lucha por una nueva sociedad que no sea sólo “equitativa”, sino también humana y solidaria, el socialismo. Peleamos para vivir en condiciones materiales dignas, pero también para poder pensar y vivir libremente, desprendidos de los condicionamientos perversos e inhumanos del capitalismo, para conformarnos como seres humanos plenos, con posibilidades de desarrollar nuestra capacidad de pensar, de crear y de relacionarnos en forma solidaria y fraterna.
Esa sociedad tiene, necesariamente, que sostenerse sobre nuevas relaciones económicas y sociales, para lo que es imprescindible expropiar a los capitalistas para hacer que lo que producimos todos los trabajadores sea realmente de todo nuestro pueblo. Por eso la lucha revolucionaria por el socialismo, es una lucha contra el capital en su conjunto y contra el estado que lo administra y defiende, para conquistar un gobierno de los trabajadores.
Sobre esa base material el socialismo plantea, como tan claramente nos lo señaló el Che Guevara, la necesidad de forjar un hombre nuevo que se apropie de los valores humanistas de solidaridad entre todos los hermanos de clase.
Seis años después del triunfo de la revolución cubana, habiendo ya expropiado a la burguesía y el imperialismo, habiendo distribuido las tierras y las casas y promovido la formación por medio de una contundente campaña de alfabetización, el Che Guevara escribió un texto muy importante, “El socialismo y el hombre en Cuba”, en el que señala esta necesidad de desarrollar el socialismo, entendiéndolo como una tarea integral de la que forman parte la socialización de la economía y la conformación de un hombre nuevo. Allí, el más grande dirigente de la revolución latinoamericana nos decía:
“Los medios de producción pertenecen a la sociedad y la máquina es sólo la trinchera donde se cumple el deber. El hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante su magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado. Esto ya no entraña dejar una parte de su ser en forma de fuerza de trabajo vendida que no le pertenece más, sino que significa una emanación de sí mismo, un aporte a la vida común en que se refleja, el cumplimiento de su deber social”.
Y señala también:
“El hombre en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es más completo, a pesar de la falta del mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor.
Todavía es preciso acentuar su participación conciente, individual y colectiva en todos los mecanismos de dirección y de producción y ligarla a la idea de la necesidad de la educación técnica e ideológica, de manera que sienta cómo estos procesos son estrechamente interdependientes y sus avances son paralelos. Así logrará la tal conciencia de su ser social, lo que equivale a su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la enajenación.
Esto se traducirá concretamente en la apropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana a través de la cultura y el arte”.
Siguiendo al Che, nuestra propuesta es librar esa batalla para alcanzar una sociedad sin explotación, en la que se desarrolle un hombre nuevo.

EL PROGRESISMO CONTRA LA REVOLUCIÓN



Los años de gobierno kirchnerista

Luego de la crisis de 2001, la burguesía encontró en el gobierno de los Kirchner un recambio que garantizó la vuelta a la “estabilidad”, y que permitió el reacomodamiento de muchos de los sectores de la clase dominante. Los multimillonarios negocios para el empresariado, los altos niveles de pobreza y desocupación, la inflación y los bajos salarios, la flexibilización y las pésimas condiciones de trabajo que padece la clase obrera, y el permanente saqueo y entrega nacional, han sido una constante en los ya casi ocho años de gobierno.
El kirchnerismo mostró inmediatamente su carácter proimperialista y antipopular. Ha pagado obedientemente la deuda externa, llegando a realizar un importante desembolso, en efectivo y por adelantado, de casi 10.000 millones de dólares al FMI, y ha cumplido sus principales exigencias en materia económica. Sostiene la ocupación militar en Haití, a pedido de EEUU, junto a otros países latinoamericanos. Ha desplegado un enorme arsenal de políticas represivas contra el pueblo trabajador, profundizando la represión sistemática, promulgando leyes cada vez más duras y sosteniendo e incrementando el gatillo fácil y la persecución de los luchadores sociales, hasta transformarse en el gobierno con más presos políticos desde la vuelta de la democracia. Ha dado vía libre a la ganancia creciente del empresariado, avalando la flexibilización laboral y agravando las condiciones de explotación de la clase trabajadora. Todo esto con la complicidad de la burocracia sindical.
Como base para defender el dominio de la burguesía, el gobierno kirchnersita se apoyó desde un principio en estructuras centrales para el control social y el disciplinamiento de la clase trabajadora como son el aparato del PJ y el de la CGT, así como y como la represión sistemática contra los sectores populares y la persecución a los activistas políticos.
Además, con la caja del estado y un discurso progresista y popular, acompañado de algunas medidas efectistas, el gobierno se lanzó a ganar adeptos entre el progresismo. Éstos, apoyando parcial o totalmente las medidas oficialistas no hacen más que concederle una mayor legitimidad para avanzar con su política antipopular y proempresaria. Entre los progresistas que supo cosechar el kirchnerismo podemos encontrar a una buena parte de los sectores de la clase media y el activismo de muchos movimientos y organizaciones políticas y sociales. Madres de Plaza de Mayo y gran parte del espectro de las organizaciones de DDHH (Abuelas, Hijos, Cels), organizaciones de desocupados como el Movimiento Evita, el Frente Transversal, FTV, MTD Aníbal Verón, como también algunas organizaciones políticas como el PC y el PCCE, y el sabbatellismo, además de obtener favores y puestos dentro del gobierno, han sido seducidos por medidas de tinte progresista(1), que no modifican lo sustancial de la situación de pobreza y explotación que recae sobre el pueblo trabajador.
Aprovechando el apoyo de figuras como Fidel Castro, Hugo Chávez y Hebe de Bonafini, entre otros, el kirchnerismo pasó a autorreferenciarse como un gobierno “defensor de los DDHH”, “antiimperialista” y, para algunos, hasta de “izquierda”.
En el mismo sentido, la alineación de una buena parte de la CTA a sus filas contribuyó a la legitimidad del discurso gubernamental como progresista, a pesar de los crecientes negociados empresariales y el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Este perfil populista y los privilegios para algunos  sectores empresarios en detrimento de otros llevó al kirchnerismo a un enfrentamiento con algunos sectores de la burguesía, como el empresariado rural y algunos multimedios, sectores a los que, desde la oposición más reaccionaria hasta algunos partidos de “izquierda”, salieron a defender a capa y espada(2).
Hábilmente, el gobierno supo aprovechar esta situación, haciendo aparecer como un enfrentamiento contra “la derecha golpista” lo que en realidad era una pelea por negocios. De esta manera, logró polarizar las posiciones consiguiendo el apoyo y la movilización de algunos sectores del progresismo en su defensa.
En esta línea, se ubican los desencantados del kirchnerismo, que en las primeras horas del gobierno K apostaron a “jugar como su pata izquierda” y que cuando ya no tuvieron un lugar dentro, se transformaron en una oposición que se plantea “disputarle la base al kirchnerismo”. Dentro de estas corrientes están Proyecto Sur de Pino Solanas y Libres del Sur de Humberto Tumini proclamándose hoy “por la construcción de una alternativa política al bipartidismo”(3).
A todos ellos, el gobierno de los Kirchner ha logrado ponerlos en un lugar muy incómodo para mostrarse como oposición, ya que no tienen una propuesta muy diferente. Pues su planteo sigue siendo el capitalismo, sólo que más “humanizado”, prolijo y si se puede, de tinte más progresista.

El rol del progresismo

Todas estas propuestas progresistas se adaptan a los marcos del capitalismo. De hecho, para el conjunto de los planteos burgueses (desde los más conservadores hasta los más progresistas) la propuesta sigue siendo la explotación y la miseria para los trabajadores (aunque de manera más o menos “humanizada”).
Frente a esto se hace sumamente necesario asumir que la salida sólo puede venir de la mano de una revolución, que libere a los trabajadores de la explotación y que plantee una transformación real de la sociedad.
Y es en este camino que nos encontramos con un problema mayor, la existencia de corrientes que bajo este mismo discurso, la necesidad de la revolución o el socialismo, plantean que hoy se corresponden salidas “intermedias” o “posibles”.
Ante la responsabilidad y disposición militante que implica encarar las tareas de hacer la revolución, estas propuestas posibilistas suelen ser muy tentadoras, intentando convencer de que existen caminos de transformación posibles sin tener que asumir el enfrentamiento con la burguesía y su explotación.
De ese modo, bajo esas concepciones, muchos encuentran en el progresismo y el populismo alternativas para el desarrollo de un proyecto de cambio social e incluso de una “revolución”. Así se llegan a apoyar gobiernos burgueses, como si fueran los impulsores de “procesos revolucionarios”. Es el caso del apoyo a Evo Morales, Hugo Chávez, José Mujica, Rafael Correa, Fernando Lugo, Lula Da Silva y Cristina y Néstor Kirchner.
Para abonar estas ideas desde la teoría hay quienes, desde la oposición, dicen tener “una mirada entendedora de la progresividad”(4) del gobierno, y ven en medidas como la Ley de Retenciones Móviles o la Ley de Medios una “mejora en las condiciones de organización en el campo popular”, cuando objetivamente no son más que medidas que reflejan las contradicciones menores al interior de la burguesía y que para nada son significativas para los trabajadores explotados y los sectores pobres del pueblo.
Pretenden, así, mostrar una mirada “novedosa” de la situación, y en realidad están subestimando o desconociendo, al menos, la habilidad del populismo para legitimar su poder ante las masas y mantener su capacidad de explotación y dominación con apoyo popular, en circunstancias en que, con una política abiertamente liberal, tendría mayor dificultad. En un contexto en el que los índices de pobreza y desocupación son considerablemente altos, sostener y apoyar medidas que en lo estructural son insignificantes para lo que hace al funcionamiento del sistema y catalogarlas como progresivas, es confundir, contribuir a la legitimación de un gobierno antipopular y desviar absolutamente el eje de la urgente necesidad de construir una alternativa independiente de la clase obrera en el camino de la revolución socialista.
En el mismo sentido, estos grupos que esquivan las verdaderas tareas revolucionarias, se referencian en Chávez, quien asegura que está construyendo el socialismo de este siglo y se apoyan en Fidel Castro quien planteó que había que diferenciar al “neoliberalismo” menemista del nuevo gobierno kirchenrista y saludo el ascenso de éste último(5).
Tras la supuesta intención de evitar “la burda simplificación de caracterizar un conflicto como meramente burgués y ajeno completamente a los destinos concretos y asibles de las organizaciones populares(6), se esconde la esencia del reformismo que intenta disimularse detrás de un discurso revolucionario. Esto es propio de sectores que buscan una “transformación social” sin grandes exabruptos: sin expropiaciones, sin violencia, sin enfrentamientos.
Distintas organizaciones, intelectuales y académicos alineados con estas concepciones, ponen en duda la posibilidad o la necesidad de la revolución. Hacen “teoría” caracterizando a la época en que vivimos como “novedosa”: se presenta al neoliberalismo como una etapa nueva, escondiendo que el problema central es el capitalismo, planteando tareas muy diferentes a las que tuvieron que asumir quienes en la historia fueron los protagonistas de la revolución. Así, se reniega de la organización, de la clase obrera como sujeto revolucionario, de la necesidad de tomar el poder, y de la lucha revolucionaria para enfrentar y derrotar a la burguesía. Pasan por alto que aún se mantienen las condiciones de producción propias del sistema capitalista que implica la explotación de la clase obrera (adopte las características que adopte) por la burguesía y que por ende ésta es la lucha básica y elemental para cualquier tipo de transformación.
Muchas organizaciones e intelectuales proponen, en esta misma línea, la alternativa del socialismo del siglo XXI como el camino hacia “la construcción de una nueva sociedad”. Como si el socialismo pudiera construirse en el marco de una sociedad capitalista. Por el contrario, la experiencia de las revoluciones triunfantes nos muestra que la construcción de una sociedad socialista sólo es posible luego de la toma del poder, la instauración de un gobierno obrero y la derrota definitiva de la burguesía.

El único camino sigue siendo la revolución

Quienes tomamos partido por los intereses de la clase obrera sabemos que no podemos tener ninguna confianza en proyectos burgueses, por más progresivos que puedan mostrarse, los que, en definitiva, crean falsas expectativas y retrazan la lucha y la conciencia. Por el contrario, planteamos la necesidad de impulsar la revolución y transitar verdaderamente el camino de la construcción de una sociedad socialista.
De hecho, hay experiencias revolucionarias muy importantes que desembocaron en la derrota por no adoptar y profundizar el proyecto de liberación de clase, el socialismo(7).
En nuestro país y en el mundo entero, los trabajadores siguen sosteniendo con su fuerza de trabajo, cada vez con niveles de mayor explotación, a una clase que sólo busca reproducirse sobre la base del trabajo ajeno. Y con este fin, y no otro, se desatan guerras que devastan pueblos enteros y ocasionan  millones de muertes, se reprime con métodos cada vez más sofisticados a quienes se organizan por mejorar sus condiciones de vida o luchan por una sociedad más justa.
Ésta es la naturaleza del capitalismo, en el que la burguesía, con el correr del tiempo ha tenido que ir modificando superficialmente su forma de dominación para sostenerse en el poder, pero que no ha cambiado lo fundamental.
Por ende, las tareas esenciales para la revolución tampoco han cambiado. Es la burguesía nacional e internacional a la que hay que derrotar y esto implica, hoy, la necesidad de construir un partido revolucionario que asuma las tareas militantes para llevar a cabo la revolución socialista en nuestro país.

NOTAS:
1) Algunos ejemplos de estas medidas son las retenciones al campo, la asignación universal por hijo, el conflicto con Papel Prensa, la ley de medios, la aprobación por ley del matrimonio gay, los juicios a algunos represores del la dictadura del 76, la instauración del museo de la memoria en la ex ESMA, el apoyo en los procedimientos judiciales y la apertura de archivos para la recuperación de nietos expropiados en la última dictadura, los festejos del bicentenario, entre otras.
2) Un ejemplo bien claro fue la confrontación entre el gobierno y los empresarios del campo, donde desde el PJ federal, la UCR, la Coalición Cívica, el GEN, el PRO hasta partidos como el MST y el PCR se ubicaron en defensa del empresariado rural como forma de oponerse al gobierno. Incluso algunas organizaciones que plantean la necesidad de la independencia de clase tuvieron una posición vacilante apenas comenzó el conflicto.
3) Otra organización que en un primer momento simpatizó con el kirchenerismo, para luego distanciarse fue el PCR-CCC.
4) Ideas como ésta, han ido ganando lugar dentro de varios grupos militantes, sobre todo en ámbitos intelectuales como la universidad. Tomamos el ejemplo de la Corriente Julio Antonio Mella porque, si bien es un grupo entre otros, es representativa de esta línea de pensamiento chavista. Esta corriente se propone “romper con un dogmatismo propio del marxismo”, llegando a la defensa explícita de algunas medidas gubernamentales.
5) En su discurso en la Facultad de Derecho en 2003 Fidel Castro, tras el triunfo de la fórmula Kirchner-Scioli sobre sus copartidarios Menem-Romero dijo que “el símbolo de la globalización neoliberal ha recibido un colosal golpe” y que sintió “gran satisfacción y júbilo cuando llegaron las noticias de un resultado electoral en nuestra queridísima Argentina”.
6) Así insiste la misma corriente en una revista del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. 
7) Ver Dossier “Entre el Antiimperialismo y la alianza de clases”, en revista El Revolucionario Nº2.

LOS ESTUDIANTES PUEDEN JUGAR UN IMPORTANTE PAPEL EN LA LUCHA CONTRA EL CAPITALISMO



Asambleas multitudinarias, organización en comisiones de base, coordinación de planes de lucha, tomas de escuelas y universidades, cortes de calles y puentes, movilizaciones… La intervención del movimiento estudiantil es una muestra de lo que este sector puede aportar a la lucha del pueblo trabajador. Está en nosotros ser capaces de desarrollarlo en toda su potencialidad.

El estudiantado es un sector que muchas veces realizó grandes aportes, no sólo a la lucha general del pueblo, sino incluso a la lucha revolucionaria por el socialismo. Por un lado, porque numerosos estudiantes han participado y ganado lugares de honor en las más destacadas organizaciones y movimientos revolucionarios como el partido bolchevique, el M26 cubano o el PRT argentino, por nombrar sólo algunos. Pero además, el estudiantado ha participado como movimiento activo, con gran capacidad de lucha, erigiéndose como un sector de peso que acompañó a la clase trabajadora en su lucha revolucionaria. Esto fue así tanto en jornadas históricas en nuestro país, como sucedió en los ’60 y ’70, con pico en el Cordobazo, como en otros grandes procesos de lucha como, por ejemplo, la revolución sandinista que conquistó el poder en 1979 en Nicaragua.
Siendo evidente la importancia de este sector popular, lo que es preciso ahora es poner en discusión por qué carriles podemos aportar a su desarrollo.
En lo que hace al primer aspecto, nuestro planteo es claro y breve: los estudiantes que hagan suyo el programa de la clase trabajadora comprometiéndose con la revolución socialista, del mismo modo que los militantes del resto de los frentes de lucha que abracen este programa, deben organizarse políticamente, contribuyendo a la formación de un partido revolucionario y, en ese proceso, aportando a las organizaciones que impulsamos esa estrategia. Como hemos dicho, la participación de compañeros provenientes del estudiantado en las organizaciones revolucionarias, ha sido, y seguirá siendo, un aporte de gran importancia para la lucha revolucionaria por el socialismo.
Ahora, toquemos el segundo aspecto, mucho más descuidado: el problema de desarrollar un movimiento estudiantil combativo, antiburocrático y con conciencia política que pueda aportar en su intervención como movimiento popular, a la lucha de los trabajadores.
Si bien esta potencialidad del estudiantado es reconocida por gran parte del activismo, debemos subrayar que hay todo un arco de militantes estudiantiles de izquierda que, en lugar de trabajar en forma constante por la organización de un movimiento estudiantil de lucha desde las bases, se  orienta (a veces exclusivamente) a la acumulación para sus propias fuerzas políticas, esperando que el movimiento estudiantil se desarrolle espontáneamente.
Esta orientación la tienen incluso numerosas fuerzas que dirigen centros de estudiantes y federaciones como la FUBA. En este caso, la responsabilidad es mucho mayor, pues son los mismos dirigentes de las herramientas gremiales estudiantiles los que, mientras utilizan los centros de estudiantes como plataforma de propaganda para su organización, dejan de lado su responsabilidad como impulsores de la lucha y organización desde las bases del movimiento estudiantil. Por supuesto, no consideramos que los compañeros deberían “esconder” sus organizaciones y dedicarse “exclusivamente” a los aspectos gremiales, pero no deberían hacerlo en desmedro de lo que es su responsabilidad como dirección gremial: la organización del conjunto del movimiento para que esté en condiciones de pelear por conquistas reivindicativas, económicas, académicas, etc(1).
Ante esta dinámica, es habitual que la tarea de organización permanente y desde la bases sea sostenida por agrupaciones combativas y activistas independientes a partir del impulso de organismos fundamentales como las comisiones de base y las asambleas. Habitualmente ignorados y a veces incluso boicoteados por las direcciones estudiantiles que rehuyen del trabajo sindical, estos nucleamientos suelen ser los que construyen programas e incluso logran imponer planes de acción para la movilización del conjunto del movimiento estudiantil, obligando a las direcciones a incorporarse a la lucha.
Como decíamos más arriba, el movimiento estudiantil puede ser mucho más. Pero un movimiento estudiantil, por ejemplo, como el del Cordobazo, se construyó en una infinidad de luchas reivindicativas, por el comedor estudiantil, las becas, y demás metas gremiales, durante largos años, en luchas combativas, que incluso le costaron la vida a militantes estudiantiles como Santiago Pampillón, Adolfo Ramón Bello, Juan José Cabral, o Norberto Blanco. Sólo con esa acumulación, con centros de estudiantes que forjaron una tradición de lucha, que asumieron su lugar como dirección gremial del estudiantado, se pudo alcanzar un movimiento de tanta fuerza que pudiera, como lo hizo, estar codo a codo con el movimiento obrero en algunas de las jornadas de lucha más importantes que hubo en nuestro país.
Plantear recuperar esta perspectiva de lucha para nuestro movimiento estudiantil es absolutamente posible, pero no se da por generación espontánea, sino que debe ser abonado con una militancia consecuente que se proponga desarrollar un movimiento de lucha, combativo, antiburocrático, que construya la lucha con la participación de las bases, en asambleas y comisiones, y que reconozca y asuma el plano reivindicativo del estudiantado como algo constitutivo de un movimiento que está aún pendiente de ser desarrollado. Sólo por este camino podremos forjar un movimiento combativo, fogueado en la lucha, que pelee en las calles y retome los métodos que históricamente supo adoptar el movimiento estudiantil.
Por  supuesto, hoy hay compañeros, organizados e independientes, que militan con esta perspectiva. Compañeros que, tanto siendo dirección en centros de estudiantes, como asumiendo esas tareas desde la base, en comisiones y asambleas, llevan adelante una militancia cotidiana para construir programas de lucha que puedan ser tomados por el movimiento estudiantil (por el edificio, por el comedor, en defensa de los programas de estudio...) y que impulsan la lucha del movimiento para que se forje en esa práctica militante y pueda desarrollarse activa y políticamente. Ahora precisamos profundizar ese camino, para poder avanzar en la construcción de un movimiento estudiantil combativo y antiburocrático que pueda pelear junto a la clase trabajadora en una lucha más general contra la explotación.
En ese sentido, es fundamental extender la influencia de aquellos centros de estudiantes que tienen una práctica de organización y lucha desde las bases, y, al mismo tiempo, construir y desarrollar agrupaciones antiburocráticas y de lucha que disputen la dirección en aquellos centros que hoy no están orientados en esta perspectiva de lucha, ya sea porque son dirigidos por sectores propatronales, o porque las organizaciones de izquierda que los encabezan no asumen su responsabilidad gremial de organizar al estudiantado para luchar.
Los estudiantes pueden dar mucho a la lucha contra el capitalismo y por la revolución, y es momento de redoblar esfuerzos para aportar en este sentido.

NOTAS:
1) Estas prácticas están bastante generalizadas. Incluyen desde organizaciones partidarias, tanto stalinistas (PCR y otras) como del trotskismo reformista (PO y otras), hasta movimientos chavistas como La Mella, o grupos que reivindican a dirigentes revolucionarios como el Che y Santucho.

LA EXPERIENCIA DE ORGANIZACIÓN Y LUCHA DEL MOVIMIENTO OBRERO (1970-1975)

 

Durante la primera mitad de la década del ´70, el movimiento obrero independiente desarrolló altos niveles de organización en nuestro país, logrando la recuperación de numerosas comisiones internas y varios sindicatos, que estaban bajo el dominio de la burocracia. Este movimiento, que alcanzó importantes definiciones y prácticas clasistas y antiburocráticas, protagonizó históricas jornadas de lucha, enfrentando la acción conjunta de las patronales, la represión estatal y la burocracia sindical peronista.

El Cordobazo fue la expresión más destacada de una serie de levantamientos y movilizaciones que se produjeron en 1969 en varias de las ciudades más importantes del país. Los trabajadores, a la cabeza de otros sectores populares, se movilizaron contra los planes de ajuste impulsados por el gobierno de Onganía y enfrentaron por largas horas la represión policial y militar.
Desde aquel momento, fueron creciendo y desarrollándose, dentro del movimiento obrero, distintas experiencias clasistas y antiburocráticas, que agudizarían la lucha de clases, ubicando a la clase trabajadora como una clara protagonista de aquellos años. Desde las comisiones internas, los sindicatos y las coordinadoras, se impulsó la organización y la lucha para conseguir reivindicaciones inmediatas, como aumentos salariales o mejores condiciones laborales, alcanzando, también, en muchas oportunidades, un marcado carácter antidictatorial y antigubernamental. Ni siquiera el retorno de Perón al gobierno(1), con todas las expectativas que esto generó en aquel momento para una buena parte del pueblo trabajador, fue suficiente para desactivar la organización independiente y la combatividad del movimiento obrero.
Esta fracción del movimiento, que le disputó el poder a la burocracia sindical, y que protagonizó históricas jornadas de lucha, estuvo dirigida por distintas organizaciones, tanto peronistas, como la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) de Montoneros o el Peronismo de Base (PB), como marxistas. Entre estas últimas, que fueron, sin dudas, quienes más contribuyeron en el avance de conciencia de clase y quienes aportaron el carácter clasista al movimiento, fue el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) el de mayor importancia, teniendo también participación el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO), Vanguardia Comunista (VC), el Grupo Obrero Revolucionario (GOR) y Política Obrera (PO), entre otras.

Un movimiento antiburocrático y clasista

Como sucede en la actualidad, por esos años, la burocracia sindical representaba uno de los escollos más importantes para el avance de la organización independiente de los trabajadores. Rucci y Lorenzo Miguel, se sucedieron como los máximos exponentes de esta burocracia que, como brazo sindical del proyecto peronista, funcionó como claro impulsor de las políticas de ajuste del gobierno de Perón (como la aplicación del Pacto Social), al tiempo que formaba parte de las patotas y grupos de tareas que persiguieron y enfrentaron, tanto al activismo sindical independiente, como a referentes de otras organizaciones populares.
Por lo tanto, la confrontación directa con la burocracia sindical se transformó en un eje central de las luchas de toda la etapa. Dentro de las plantas, al rol conciliador con la patronal, las prebendas, los dirigentes o delegados alejados de los puestos de trabajo, que caracterizaron al funcionamiento de la burocracia, el nuevo movimiento independiente le opuso un nuevo funcionamiento(2), con discusión en asamblea, licencias gremiales rotativas, que garantizaban que los delegados continuaran trabajando junto a sus compañeros y el entendimiento de que sólo manteniendo la independencia con respecto al estado y a través de la confrontación con la empresa era posible avanzar con las reivindicaciones de los trabajadores.
Al mismo tiempo, una parte importante de este nuevo movimiento antiburocrático, alcanzó a levantar importantes posiciones clasistas, sosteniendo la necesidad de mantener la independencia de la clase obrera y reconociendo los intereses antagónicos e irreconciliables con la patronal, la clase capitalista de conjunto, sus gobiernos y su estado. Así sucedió, por ejemplo, en los sindicatos de Fiat, SiTraC y SiTraM dónde los trabajadores lograron levantar posiciones de independencia de clase con respecto a cualquier alternativa patronal.

Los métodos

Las distintas experiencias del movimiento clasista y antiburocrático dejan una enseñanza muy importante con respecto a dos características que marcaron el eje de su existencia: la democracia sindical, con una importante participación de base, y la combatividad.
“Un balance del año 1973 en la Zona Norte del Gran Buenos Aires, desde la asunción del gobierno de Cámpora (fines de mayo de 1973), arroja un promedio documentado de una toma fabril por mes, con resultados exitosos. En estas ocupaciones, además del progresivo grado de organización (que incluía toma de rehenes y medidas de autodefensa), se destaca la masiva intervención de las bases obreras, encabezadas por el activismo político de izquierda. También, como resultado de la actitud tomada por las direcciones burocráticas, éstas perdieron el control de los organismos de base fabril (cuerpos de delegados, comisiones internas) a manos de un conjunto de activistas políticos y trabajadores independientes”(3). Las cifras que se exponen en este relevamiento estadístico, que acompaña el análisis de la situación, son demostrativas de la dimensión y la importancia del proceso de organización independiente de la clase trabajadora y de los altos niveles de combatividad que se habían alcanzado.
Ante la negociación con la patronal, siempre a espaldas de los trabajadores, la desmovilización y la desorganización promovidas por los distintos sectores de la burocracia sindical, el movimiento independiente se destacó por una importante participación desde las bases, tanto en los ámbitos de discusión y decisión, a través de asambleas y reuniones de delegados, como al momento de la acción, formando parte de masivas movilizaciones, tomas de plantas, huelgas u otras actividades.
De esta forma, gracias a la participación y el impulso desde las bases, en más de una oportunidad se logró expulsar a la burocracia, conquistando la dirección de las comisiones internas e, incluso, de los sindicatos, como los casos de Fiat en Córdoba o de la UOM de Villa Constitución.
El otro rasgo distintivo, y fundamental, fue la acción directa y los destacados niveles de combatividad alcanzados por los trabajadores. Así, se repitieron innumerables veces importantes movilizaciones obreras que debieron enfrentar a las fuerzas represivas, como sucedió en Córdoba en 1971, durante el Viborazo.
También se hicieron frecuentes, lo que evidencia el alto nivel de combatividad, las ocupaciones de fábrica, en muchos casos tomando como rehenes a sus directivos y utilizando, por ejemplo, combustible o explosivos para garantizar el éxito de la medida. La experiencia y los balances realizados entonces, marcan que fueron las acciones de esta contundencia las que permitieron alcanzar y garantizar importantes conquistas, como considerables mejoras en los convenios colectivos (los mejores en toda la historia para nuestro país), la reducción de los ritmos de trabajo o la reincorporación de compañeros despedidos.
Al mismo tiempo, la necesidad de enfrentar los ataques que indistintamente realizaban las patotas sindicales, la AAA o los grupos policiales, llevaron a la organización de la autodefensa armada por parte de los trabajadores en numerosos conflictos.
Todos estos aspectos caracterizaron a este movimiento obrero independiente, que se fue forjando al calor de la lucha y el enfrentamiento con las patronales, los distintos gobiernos y la burocracia sindical. Estas luchas se presentaron, no sólo en las experiencias más destacadas de la época, sino en la multiplicidad de conflictos que se daban prácticamente a diario a lo largo y ancho del país, lo que resalta aún más lo valioso de este proceso de organización de la clase trabajadora.

Las experiencias

Entre los ejemplos más importantes de la organización independiente de los trabajadores en aquellos años, se destacaron las experiencias de los sindicatos clasistas de Fiat, SiTraC y SiTraM, las luchas en Villa Constitución, con la recuperación de la UOM local, y las Coordinadoras Interfabriles que, con auge en los meses de junio y julio de 1975, aglutinaron a comisiones internas, cuerpos de delegados y activistas de cientos de fábricas en la provincia de Buenos Aires, centralizando la lucha contra el ajuste y la represión impulsados desde el gobierno peronista.

SiTraC-SiTraM

Los trabajadores de Fiat Concord y Fiat Materfer(4) protagonizaron una de las experiencias más importantes en la historia del movimiento obrero de nuestro país.
En 1970, la burocracia que estaba al frente del SiTraC firmó un acuerdo con la empresa, pasando por encima de la decisión de los trabajadores que ya habían rechazado anteriormente esa misma propuesta. Ante esto, en una nueva asamblea, los obreros de Fiat Concord decidieron y llevaron adelante la ocupación de la planta, tomando como rehenes a los directivos de la empresa y exigiendo la renuncia de toda la comisión directiva del sindicato. Después del triunfo de la toma, la asamblea eligió una nueva comisión directiva entre los mismos trabajadores que se habían destacado en el conflicto y que, posteriormente, fue ratificada en elecciones. De esta forma, de un importante proceso de lucha surgió una nueva dirección para el sindicato que asumió posiciones clasistas, cambiando radicalmente el funcionamiento gremial al interior de la empresa.
Tras un proceso similar, siguiendo el ejemplo de sus compañeros de Concord, los trabajadores de Fiat Materfer lograron también recuperar el sindicato, que se encontraba en manos de la burocracia. Entre ambos sindicatos de esta multinacional automotriz, reunían alrededor de 4.000 trabajadores.
Durante el proceso encabezado por la nueva conducción clasista de los sindicatos de Concord y Materfer, gracias a las medidas de lucha llevadas adelante (como numerosos paros por turno, actos y movilizaciones) y con una gran participación de los trabajadores, se consiguieron importantes conquistas al interior de las plantas, como, por ejemplo, la baja de los ritmos de producción y el desacople de tareas, además de la puesta en discusión sobre la insalubridad de determinadas  actividades.
Por otra parte, cuando la empresa realizó un primer intento por desarticular el nuevo sindicato, despidiendo a dos delegados y cuatro miembros de la comisión directiva, la respuesta de los trabajadores fue contundente. Se produjo una nueva toma de la fábrica con rehenes, que también resulto triunfante, ganándose la reincorporación de todos los compañeros despedidos. “La respuesta fue la toma de la fábrica, y la ganamos. La empresa tuvo que dar marcha atrás. (…) Y hacerla retroceder en 48 horas y tener que admitir a sus empleados de nuevo en la dirección del gremio, para ellos fue una de las derrotas más rotundas que sufrieron” (5).
Además, los trabajadores del SiTraC-SiTraM tuvieron un rol protagónico en las masivas movilizaciones de marzo del ´71, conocidas popularmente como “Viborazo” o “segundo Cordobazo”, que hicieron caer al gobernador Uriburu y aceleraron el recambio de Levingston, a nivel nacional.
 
Villa Constitución

Desde el inicio de la década del ´70 los trabajadores del complejo metalúrgico de Villa Constitución, conformado principalmente por las empresas Acindar, Metcon y Marathon, protagonizaron un ascendente proceso de lucha. Desde formas organizativas clandestinas, para evadir la persecución y la represión patronal, hasta alcanzar masivas asambleas con contundentes medidas de lucha, la experiencia de los obreros metalúrgicos de Villa Constitución, que tuvo como uno de sus objetivos centrales al enfrentamiento con la burocracia sindical, se levantó como una de las más importantes en la historia del movimiento obrero de nuestro país.
A comienzos del ´74, se agudizó la confrontación con la burocracia metalúrgica de Lorenzo Miguel, como consecuencia del levantamiento de las elecciones gremiales. Con asambleas masivas y una importante participación de los trabajadores de las distintas empresas, se comenzó un plan de lucha que incluyó paros totales y la toma de fábricas con rehenes, como sucedió en Acindar. La contundencia de la lucha, que contó además con una activa solidaridad del pueblo y los trabajadores de la zona, terminó por torcerle el brazo al gobierno y a la burocracia, que debió reestablecer la convocatoria a elecciones. Éstas, finalmente, se llevaron adelante a fines del ’74 y, con la participación de más de 4.000 trabajadores metalúrgicos, consagraron a la Lista Marrón como la nueva conducción de la UOM local. De esta forma, la lista que agrupaba a los trabajadores que habían protagonizado el histórico proceso de lucha, conocido como el “primer villazo”, meses atrás y que levantaban un programa de defensa de la organización independiente de los trabajadores, accedió a la dirección del sindicato, asestando un duro golpe a la burocracia.
Pocos meses más tarde, ante la intervención del gremio y una brutal avanzada represiva del gobierno peronista, los trabajadores protagonizaron otro importantísimo proceso de lucha. Más allá de que la resistencia obrera fue, finalmente derrotada, la extensión de la huelga total en las empresas en conflicto en Villa Constitución por más de 50 días (a pesar incluso de que la mayor parte de los dirigentes gremiales ya estaban presos), la activa solidaridad desplegada por los obreros de otros establecimientos, las ocupaciones de fábrica y la organización de la resistencia y la autodefensa armada de los trabajadores que enfrentaron los ataques que indistintamente descargaban las fuerzas policiales y las patotas sindicales o de la AAA, representan, sin dudas, uno de los ejemplos más destacados de la potencialidad de lucha y organización del movimiento obrero. 

Las Coordinadoras Interfabriles

A mediados de 1975 se produjo otra de las experiencias más importantes en la historia del movimiento obrero de nuestro país. En respuesta al anuncio de un plan ajuste por parte del flamante ministro de economía del gobierno de Isabel, Celestino Rodrigo, que implicaba una importante devaluación del peso, que disparó los precios, la suspensión de paritarias y el establecimiento de techos salariales, se lanzó un importante plan de resistencia, que principalmente en el Gran Buenos Aires, evidenció la importantísima capacidad de lucha que el movimiento obrero había adquirido tras un trabajo de años de organización independiente y confrontación con la burocracia sindical y las patronales.
Se avanzó en la coordinación por ramas de actividad y, principalmente, por zonas, agrupando distintas seccionales recuperadas, comisiones internas y cuerpos de delegados.
De esta forma, a través de las coordinadoras interfabriles del Gran Buenos Aires, se impulsó un histórico plan de lucha, con paro total de actividades y multitudinarias movilizaciones. Así lo relataba, por ejemplo, el PRT: “El jueves 3 [de julio de 1975] el proletariado de Buenos Aires escribió una de las mejores páginas de su historia hasta nuestros días. Al norte desde Pacheco, acaudillados por los obreros de Ford Motors Argentina, más de 15.000 obreros se lanzaron por la ruta Panamericana en una interminable caravana (…) en dirección a la Capital Federal.(…) La presencia de las fuerzas represivas enardeció más a los trabajadores. Ese mismo día, y encabezados por los trabajadores de Propulsora Siderúrgica y Astilleros, el grueso de los obreros de Ensenada y de La Plata iniciaron con redoblada combatividad y energía la marcha hacia la Capital Federal”(6).
Cabe insistir, una vez más, en que estas jornadas, lejos de la espontaneidad y la improvisación, representaron el punto más alto de un proceso de años de organización y de lucha independiente del movimiento obrero. Proceso que incluyó tanto la acumulación y el aprendizaje a través de experiencias previas de gran valor, como el clasismo cordobés de SiTraC-SiTraM y las luchas de Villa Constitución, como todo el trabajo militante al interior de las fábricas y las distintas empresas, donde fueron casi cotidianos los enfrentamientos con la patronal y la burocracia sindical, que fueron forjando un nivel de organización y de conciencia sin precedentes dentro del movimiento obrero en nuestro país.

Un movimiento obrero clasista, antiburocrático y combativo

Los altos niveles de organización alcanzados, así como los históricos procesos de lucha que protagonizó en la primera mitad de la década del ’70, son una clara demostración de la potencialidad del movimiento obrero. Movimiento que se destacó, como señaláramos, por el enfrentamiento con la burocracia sindical, apéndice de las patronales y de sus gobiernos, y que defendió la democracia sindical y la organización de base. Y que también, en sus expresiones más avanzadas, levantó la bandera del clasismo, reafirmando la necesaria independencia del movimiento obrero de cualquier alternativa patronal y del estado, reconociendo los intereses irreconciliables entre la clase obrera y los capitalistas y sus partidos políticos.
En aquel momento, los trabajadores demostraron, por lo tanto, que con una dirección antiburocrática y combativa, el movimiento obrero puede alcanzar importantes conquistas, tanto dentro de las fábricas como hacia afuera, a nivel general, y levantarse como un actor protagónico de la política nacional, en defensa de los intereses del pueblo trabajador en su conjunto.
A su vez, las experiencias clasistas como la de los obreros de Fiat, representaron un importante avance en la conciencia de los trabajadores, que asumieron en muchos casos la necesidad de profundizar la lucha revolucionaria contra la clase capitalista, como única alternativa para avanzar en la transformación de la sociedad.
Toda esta experiencia es de gran valor para la realidad actual. Por un lado, para poder retomar la tarea de desarrollar el movimiento obrero, buscando alcanzar y superar los niveles de organización y combatividad logrados en aquel momento. Al mismo tiempo, para poder difundir y desarrollar las experiencias clasistas, lo que ayudará a no ir detrás de internas o proyectos patronales, por más “progresistas” que estos se presenten, levantando, en cambio, la bandera fundamental de la independencia de clase.
El balance, por tanto, de la experiencia del movimiento obrero en nuestro país en la primera mitad de la década del ’70, no hace más que reafirmar la urgencia de avanzar en la construcción de un movimiento que se mantenga independiente de los capitalistas y de la tutela estatal, que pueda enfrentar y disputarle las direcciones gremiales a la burocracia sindical, camino en el cual se habrá de profundizar la combatividad e incentivar y multiplicar la participación desde las bases. La construcción de este movimiento, que levante bien alto las banderas del clasismo, profundizando en la politización y la conciencia del pueblo trabajador, constituye una tarea insustituible en el marco de la lucha contra el capitalismo y en camino de su derrota, por medio de la revolución socialista.

NOTAS:
1) Con Perón en el gobierno, se profundizaron los intentos por derrotar al movimiento obrero independiente. En ese sentido, en diciembre del ´73 se sancionó una nueva Ley de Asociaciones Profesionales, que aumentó el poder de las direcciones burocráticas y el Ministerio de Trabajo para intervenir en los conflictos gremiales. Al amparo de esta nueva legislación, fueron intervenidos en Córdoba, por ejemplo, el SMATA y Luz y Fuerza. Al mismo tiempo, también bajo las directivas de Perón, se profundizó la represión al activismo obrero de izquierda, fundamentalmente a través de las patotas de la burocracia y de la AAA.
2) Como demostración de esta situación, que se repitió en varias experiencias, puede destacarse el caso del SiTraC. Con la recuperación del sindicato por parte de los trabajadores, después de la toma triunfante de la planta, se produce un cambio radical en el funcionamiento gremial. De un cuerpo de delegados que no alcanzaba a contar con 40 miembros y que estaba, prácticamente, desconectado de los trabajadores, se pasó a contar con más de 100 delegados, impulsando las discusiones y la representatividad por sector, el método de la asamblea y las licencias rotativas para delegados y miembros de la comisión directiva del sindicato, que continuaban en sus puestos de trabajo y cobraban el mismo salario que cualquier trabajador.
3) Héctor Löbbe, La guerrilla fabril. Clase obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires (1975-1976), Ediciones RyR, 2009.
4) Durante el gobierno de Illia, como forma de debilitar a la burocracia vandorista de la UOM enfrentada al dirigente radical y de dificultar la organización de los trabajadores, se le otorgó la personería a los sindicatos de la empresa Fiat. En total eran cuatro sindicatos (entre ellos SiTraC, para Fiat Concord, y SiTraM, para Fiat Materfer) para dividir a los trabajadores de una única empresa (Fiat). Poco después, sin embargo, Vandor logró ubicar a su gente al frente de los sindicatos de Fiat, hasta que en 1970, los trabajadores lograron expulsar a la burocracia y quedarse con la conducción del SiTraC y el SiTraM.  
5) Entrevista a Domingo Bizzi, Secretario Adjunto del SiTraC, publicada en “SITRAC-SITRAM. La lucha del clasismo contra la burocracia sindical”, Gregorio Flores, Editorial Espartaco Córdoba, 2004.
6) Estrella Roja N°56, 9 de julio de 1975.

EL PRT EN EL MOVIMIENTO OBRERO

 

El PRT fue la organización política más importante que se planteó la lucha por la revolución socialista en nuestro país. El PRT, principal organización de la izquierda clasista, tuvo una gran inserción dentro del movimiento obrero, además de un rol protagónico en los conflictos más importantes del momento.

“El sindicato es un organismo amplio, de masas, donde pueden estar y deben estar todos los que están dispuestos a luchar contra los abusos de la patronal y por las reivindicaciones económicas, aunque no sean concientes de los objetivos de su clase, aunque no sean marxistas. Por eso es equivocado pretender que el sindicato se convierta en dirección de la lucha política del proletariado por la toma del poder. Esta concepción tiende a confundir las tareas del Partido y del Sindicato (…) No debe entenderse que por esto no es deseable la existencia de esas direcciones clasistas o revolucionarias. Todo lo contrario (…) [con direcciones clasistas y revolucionarias] no sólo las luchas económicas están garantizadas contra toda claudicación sino que además las movilizaciones de las masas pueden ser canalizadas de una correcta táctica revolucionaria, que posibilite el desarrollo de la conciencia política de las masas, oponiéndolas a la política reaccionaria de la burguesía.”

Luis Pujals, “El papel de los sindicatos”, publicado
en El Combatiente N°56 de marzo del 1971.

Desde su surgimiento en 1965, el PRT fue creciendo y desarrollándose dentro de la clase trabajadora, para pasar, de ser una organización relativamente pequeña y con poca influencia dentro del movimiento obrero, a ocupar un lugar de dirección como la organización de izquierda, marxista y revolucionaria, con mayor peso en el combativo movimiento sindical de la década del ’70.
Como organización política de la clase obrera, que se planteó llevar adelante el combate por la revolución socialista, el PRT consideró al movimiento obrero como el frente de masas fundamental a desarrollar. Esto no le impidió, sin embargo, a diferencia de la mayor parte de las organizaciones de la izquierda, comprender las limitaciones propias del trabajo sindical, sosteniendo la necesidad de la construcción de una organización política revolucionaria de los trabajadores, diferenciada de las organizaciones gremiales, que diera el combate integral contra la clase capitalista, por la toma del poder y el socialismo(1).
Desde diferentes sectores, tanto apologistas y defensores del sistema capitalista como desde la izquierda reformista, se ha difundido una visión intencionalmente falseada y distorsionada sobre el desarrollo del PRT en el movimiento obrero. De esta forma, con diferentes matices, se ha sostenido que el PRT no poseía inserción en la clase obrera, que no valoraba la capacidad y la potencialidad del movimiento y la actividad sindical o que su único objetivo al insertarse en las fábricas o relacionarse con activistas obreros era ganarlos para sacarlos de su rol como dirigentes sindicales y sumarlos a las filas del ERP y la actividad guerrillera. Estos argumentos, que como señaláramos, apuntan a desacreditar a la más alta experiencia de organización política de la clase trabajadora, como fue el PRT, además de partir, en muchos casos, de concepciones políticas equivocadas, que tienden a confundir el rol de la actividad sindical y la organización revolucionaria, están totalmente alejadas de lo que realmente sucedió. Lo cierto es que el PRT, en sus pocos años de existencia, logró alcanzar una influencia central dentro del movimiento obrero, lo que se evidencia en el rol protagónico que ocupó en las experiencias clasistas y en las luchas más destacadas de la época. A su vez, la enorme energía que dedicó a la construcción de espacios de organización, como  numerosas agrupaciones de base por fábrica o actividad, así como la cantidad de dirigentes partidarios que destinó a la participación y a la inserción en la actividad sindical, son demostrativos también de la gran importancia que el PRT le dio al desarrollo del movimiento obrero, dentro de su estrategia revolucionaria.    
En el noroeste del país, el PRT tuvo un nivel de desarrollo importantísimo dentro del movimiento, alcanzando la dirección de varios sindicatos de la FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera), donde destacó importantes dirigentes como Leandro Fote y “el negrito” Antonio del Carmen Fernández. Desde estos gremios, el partido jugó un rol destacado impulsando la combatividad y la resistencia obrera.
Por otra parte, a partir del ´70, fue aumentando progresivamente su influencia y su presencia en las regiones de mayor concentración industrial, como Córdoba, Rosario, Villa Constitución y el Gran Buenos Aires.
En Córdoba, durante la experiencia clasista de SiTraC y SiTraM, el PRT fue el partido con mayor influencia en la organización de los sindicatos y la creciente conflictividad con la patronal de Fiat y el gobierno. Varios de los dirigentes del sindicato eran miembros del partido o se fueron acercando e incorporando en el transcurso del proceso, como Guillermo Castello, Domingo Bizzi, Gregorio Flores y “el Cuqui” Alfredo Curuchet, abogado de los sindicatos. La destacada participación del PRT-ERP se evidenció, también, durante las movilizaciones protagonizadas en el Viborazo, en el verano del ´71, que terminaron con la renuncia del recién asumido interventor Uriburu.
En Villa Constitución, por su parte, el PRT contó también con una importante participación en todo el proceso de lucha que permitió la recuperación de la UOM local, por la Lista Marrón, que agrupaba a los distintos grupos antiburocráticos. Varios de los dirigentes más destacados del proceso fueron militantes o simpatizantes del PRT, con “el negro” Luis Segovia como máximo referente.
De la misma manera, en las jornadas de lucha y movilización de junio y julio del ´75 en el Gran Buenos Aires, a través de las Coordinadoras Interfabriles, el PRT tuvo un peso muy importante, siendo parte de la dirección de espacios de gran envergadura como el comité de lucha de Ford, en zona norte, y las comisiones internas de Propulsora Siderúrgica (Techint) y Rigolleau, en zona sur.
Además, a través del MSB (Movimiento Sindical de Base) el PRT logró organizar un gran número de activistas y agrupaciones clasistas, tras el planteo de construcción de un movimiento obrero combativo, antipatronal, antiburocrático e independiente del estado(2). Así, por ejemplo, en uno de sus plenarios, en Córdoba, dónde contó con la participación de Agustín Tosco, logró concentrar a casi 5.000 delegados y activistas de todo el país.
No puede ocultarse, pues, que el PRT fue la organización revolucionaria que más avanzó en la organización y el desarrollo de la conciencia dentro del movimiento obrero. Tanto a través de la inserción de militantes propios en los centros industriales más importantes del país, como del acercamiento y la incorporación a la organización de destacados activistas obreros, que en muchos casos alcanzaron importantes espacios de dirección dentro del partido, el PRT se conformó como la organización más importante de la clase obrera en la historia de nuestro país.
Con una militancia decidida, y tras un programa revolucionario, los compañeros del PRT dieron impulso al desarrollo del movimiento obrero, sosteniendo la combatividad y la organización desde las bases, y haciendo grandes aportes, con la construcción de las experiencias clasistas, al avance de la conciencia revolucionaria de la clase trabajadora.

NOTAS:
1) Ver “El PRT: la más alta experiencia de lucha revolucionaria en Argentina”, en este mismo número.
2) Ver recuadro con fragmentos del “Proyecto de definición del MSB”, organismo impulsado por el PRT.



EL MOVIMIENTO SINDICAL DE BASE

El MSB que surgiera del Plenario Nacional de Recuperación Sindical, celebrado el 8 de julio de 1973 en Córdoba, levanta como banderas permanentes de su lucha y accionar su definición antiburocrática, antipatronal y por la independencia del movimiento obrero del Estado.
- Se define antiburocrático, por cuanto asume el compromiso de lucha intransigente contra aquellos dirigentes que, traicionando los intereses de su clase, se convierten en verdaderos agentes pro-patronales infiltrados en las filas obreras, jugando objetivamente el papel de defensores del sistema de explotación capitalista, a la vez que usan el cargo sindical y el propio sindicato como instrumento de enriquecimiento personal.
- Se reivindica antipatronal, por cuanto que considera que las conquistas que arranca de sus explotadores la clase obrera, son fruto de la lucha cotidiana y no de la conciliación, pues no puede haber conciliación entre quienes elaboran la riqueza y los que se apropian del trabajo ajeno.
-Proclama su independencia del Estado por cuanto considera que son los propios trabajadores los que deben resolver democráticamente sus cuestiones, ya que el Estado capitalista representa la expresión del dominio de las clases explotadoras sobre la clase obrera y el pueblo.
Por todo ello es que, al surgir el MSB como una alternativa de combate para las más amplias masas obreras, confluyen a él sindicatos, agrupaciones y activistas independientes que, levantando en alto estas banderas, desarrollan en el seno de la clase obrera una práctica militante y combativa”.  
(Fragmentos del “Proyecto de definición del MSB”, II Plenario del Movimiento Sindical de Base, 1974)

EL PRT: LA MÁS ALTA EXPERIENCIA DE LUCHA REVOLUCIONARIA EN ARGENTINA

 

El Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) fue la organización más importante que en nuestro país asumió una estrategia revolucionara para que los trabajadores tomemos el poder y construyamos el socialismo. Forma parte de las organizaciones que en Latinoamérica y el mundo se sumaron a la lucha revolucionaria por el socialismo a partir de los años ’60 con el impulso de la revolución cubana. Con  esa perspectiva estratégica, el PRT intervino en forma integral: se desarrolló en el seno de las masas obreras y populares, participando y dirigiendo importantes organismos y luchas sindicales y sociales; marcó un camino de combate contra el capitalismo, enfrentando a la burguesía y su represión estatal y paraestatal; libró una disputa político ideológica con la burguesía y con las propuestas de conciliación con el capitalismo (principalmente contra el populismo y el reformismo); y sus militantes fueron, además, un ejemplo de compañerismo, humildad y entrega combativa. Aunque el PRT fue una de las organizaciones más importantes de la izquierda en los años ’60  y ’70, su experiencia ha sido ignorada y/o bastardeada no sólo por la historia oficial, sino, además, por toda una parte de la izquierda que, por su orientación reformista, reniega de una estrategia revolucionaria para la toma del poder. Sin embargo, para los trabajadores que luchamos por una sociedad sin explotación, la experiencia del PRT es una referencia ineludible, puesto que es expresión del intento más desarrollado de llevar adelante una lucha revolucionaria para la conquista de un gobierno de los trabajadores. Es claro que el rescate del PRT debemos realizarlo desde una perspectiva crítica tanto por las limitaciones que podamos señalar en un balance, como por el hecho de que las tareas de la revolución socialista deben partir, en primer lugar, de las características de la realidad actual, la cual, evidentemente, no es idéntica a la de 35 años atrás. Pero más allá de ello, el ejemplo del PRT, siendo la más alta experiencia revolucionaria de los trabajadores en la Argentina, constituye una enorme contribución para evaluar las tareas revolucionarias del día de hoy. Por eso mismo, su rescate debe ser, para los trabajadores revolucionarios, el piso desde el cual partir para desarrollar en la actualidad las tareas que nos plantea la revolución socialista.

Presentación


El PRT fue un partido conformado en base al programa de la revolución socialista, que se fundó en 1965 (1) y se mantuvo en actividad hasta los primeros años de la dictadura de Videla, cuando gran parte de sus militantes, incluyendo a su secretario general Mario Roberto Santucho y a gran parte de la dirección, cayeron combatiendo a los golpistas(2). En una experiencia de poco más de 10 años de organización, el PRT pasó de ser una fuerza de algunos cientos de compañeros a constituirse como un partido de alcance nacional, con una estructura de algunos miles de militantes profesionalizados, con una intensa actividad político-militar, que dirigía numerosas agrupaciones y organismos de masas y tenía gran influencia sobre el conjunto del movimiento obrero y popular.
Una característica fundamental del PRT fue la praxis, la correspondencia entre teoría y práctica, entre sus definiciones políticas y su compromiso para llevarlas adelante, como dos aspectos interrelacionados de su actividad revolucionaria.
Para el PRT toda su actividad militante estaba guiada por concepciones políticas fundamentales: la lucha irrenunciable contra la burguesía y su explotación, la convicción de que para acabar con el capitalismo es preciso que los trabajadores y sus organizaciones tomen el poder del estado por medio de la lucha revolucionaria, y la certeza de que, para superar la explotación capitalista hay que construir un nuevo sistema social sin explotación: el socialismo. En ese sentido, el PRT, como organización de izquierda, marxista, se diferenció de todas las organizaciones que, aún asumiendo los más combativos métodos de lucha, mantenían sus expectativas en mejoras dentro del sistema capitalista y en líderes burgueses, como sucedió con el llamado “peronismo revolucionario” expresado principalmente por Montoneros.
Pero además, el PRT planteaba con claridad que los trabajadores sólo podrían conquistar el poder y construir el socialismo, librando una lucha revolucionaria a muerte contra la burguesía y sus aparatos de represión. En forma consecuente se abocó a llevar adelante una lucha integral con un amplio trabajo de masas y asumiendo, entre otras cosas, la lucha armada, entendiéndola como un método central en la disputa por el poder. En este sentido el PRT fue el partido que alcanzó mayor desarrollo dentro de un arco de organizaciones de izquierda (como el Grupo Obrero Revolucionario, el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Fracción Roja, o la Organización Comunista Poder Obrero) que asumieron la necesidad de sostener el conjunto de las tares que planteaba a la revolución socialista. Esta militancia marxista revolucionaria se diferenciaba, entonces, con mucha claridad, de aquellos otros grupos políticos de la izquierda que, si bien planteaban de palabra la necesidad del socialismo, no asumían la necesidad política de la lucha revolucionaria por el poder, limitándose a una práctica meramente reformista. Entre estas organizaciones se ubicaban las distintas vertientes del stalinismo, ya sean los pro-soviéticos del Partido Comunista (PC) o su desprendimiento prochino, que en 1968 pasaría a llamarse Partido Comunista Revolucionario (PCR), así como una parte importante del trotskismo, tanto el sector identificado con Nahuel Moreno (morenismo) que conformaría el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en 1972(3), como el grupo de Altamira, fundado en 1964 bajo el nombre de Política Obrera (PO).
De esta forma, en su concepción y práctica, el PRT se constituyó como parte de una tradición marxista revolucionaria, que retomaba las enseñanzas de Lenin y los bolcheviques, que se formó con los planteos de Trotsky y la oposición de izquierda, y que recogió los aportes prácticos y teóricos de los más destacados procesos revolucionarios del mundo como el chino, el vietnamita y, muy especialmente, de la revolución socialista cubana. Todo este bagaje teórico y práctico, fue retomado por el PRT para analizar la realidad argentina, su estructura social, sus fuerzas políticas, el carácter del estado y sus fuerzas represivas, posibilitándole establecer una estrategia de poder para desarrollar la revolución socialista(4). Así, el PRT, con su acción política y su militancia, puso en el centro de la escena el problema del poder revolucionario en nuestro país.

Un partido de revolucionarios

Desde su fundación, en 1965, el PRT se constituyó como un partido que se planteaba la responsabilidad de conformarse como vanguardia de la clase trabajadora en su lucha por el poder(5). Esta determinación política es lo que hizo que el PRT, aún iniciándose como una pequeña fuerza, se planteara estrategias concretas para impulsar el desarrollo de la revolución socialista, estableciendo planes de acción para avanzar en el proceso de construcción partidario, en el desarrollo del movimiento obrero, y en la iniciación y despliegue de la lucha revolucionaria.
Para avanzar en esta perspectiva el PRT se conformó como un partido de revolucionarios, siguiendo la tradición bolchevique de organización que había propuesto Lenin desde sus primeros escritos (como el “Que Hacer” de 1902) y cuya práctica consecuente había sido clave para el triunfo revolucionario de 1917. Así, el PRT se forjó como un partido leninista formado por revolucionarios profesionales. El hecho de que en el partido formaran parte militantes con un muy alto grado de compromiso en la lucha revolucionaria por el socialismo (con formación política, práctica militante y una gran entrega y compromiso político y moral), contribuyó enormemente a desarrollar un partido que asumió responsabilidades inéditas en nuestro país, cumpliendo toda una serie de tareas que le caben a una organización de vanguardia de la clase obrera.
En este sentido, el PRT asumió la responsabilidad de organizar y centralizar la lucha revolucionaria de la clase obrera y el pueblo. Para ello, se encargó de desarrollar ampliamente la organización de masas, centrándose claramente en el movimiento obrero, principalmente el industrial, y ampliando su trabajo también a otros sectores como el estudiantado o el campesinado pobre. Así, el PRT desarrolló cientos de organismos sindicales y sociales, impulsó infinidad de luchas obreras y populares, muchas veces en unidad de acción con otras fuerzas o corrientes políticas, organizó a los activistas más concientes y comprometidos en agrupaciones políticas por cada sector, formó parte de la dirección de las más grandes luchas de la clase obrera argentina (como en SiTraC-SiTraM, Villa Constitución y las coordinadoras del ’75), forjó organismos de masas y frentes políticos como el Movimiento Sindical de Base (MSB) y el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), e incorporó a sus filas a miles de militantes comprometidos con la lucha revolucionaria por el socialismo(6).
En el mismo sentido, el alto nivel de definiciones políticas del partido y del conjunto de sus militantes le permitía al PRT librar una importante disputa político-ideológica con la burguesía y con aquellas corrientes que conciliaban o vacilaban ante ella, como la izquierda reformista. Por medio de la sistemática publicación del periódico “El Combatiente”, de folletos políticos y campañas de agitación, el PRT intervino en las discusiones públicas evidenciando el carácter de clase del estado, el rol entregador y propatronal de los distintos gobiernos y burócratas, el carácter burgués del peronismo, y el lugar no revolucionario de las corrientes reformistas de la izquierda que se movían al ritmo de la democracia burguesa.
Y en virtud de la responsabilidad de vanguardia asumida por el partido, el PRT se hizo cargo también, de planificar y desarrollar las distintas formas de acción de los trabajadores en su lucha contra el capitalismo. Para ello los militantes del PRT se formaron y foguearon no sólo en la lucha política y sindical, sino también como combatientes que enfrentaban a las fuerzas represivas del régimen. De esta forma, el PRT puso en el tapete la necesidad (y la capacidad real de los trabajadores) de llevar adelante la lucha revolucionaria en función de un proyecto político definido: el socialismo. Y lo hizo planificando desde el partido su intervención revolucionaria, en el marco de una lucha más general, política y social, de la que participaba ampliamente, formando parte de sus sectores dirigentes más importantes, y que se orientaba, en su conjunto, a desarrollar la revolución socialista en Argentina.
Así pues, la concepción integral de la estrategia revolucionaria sostenida por el PRT, que concebía a la lucha política a partir de toda una serie de aspectos (teóricos, organizativos, militares, morales, etc.), se sostenía, a su vez, en una concepción de partido, el partido de revolucionarios, que le permitía asumir tareas propias de una vanguardia, al tiempo que impulsaba una amplia tarea de desarrollo de la organización y lucha de masas, a través de distintos agrupamientos intermedios y de su participación directa (y, muchas veces, de su dirección) en los organismos sindicales de los trabajadores y de aquellos sectores del pueblo que se identificaban con su programa socialista.
En este sentido, el PRT se diferenciaba claramente de buena parte de la izquierda. El caso más evidente era el de los partidos stalinistas que, siguiendo los planteos oficiales de la URSS, se habían transformado en partidos amplios y legales, en función de su orientación política de integración a la vida democrática para desarrollarse por los cauces electorales de la institucionalidad burguesa. También dentro del trotskismo tanto PO como el PST apostaban a desarrollar partidos “de afiliados” integrados a las pautas institucionales y contrapuestos al partido leninista conspirativo(7). Este marco contribuía además a fomentar el espontaneismo y el economicismo. Sin plantearse la organización de la lucha revolucionaria por el poder, estos partidos depositaban sus expectativas en el ascenso espontáneo de las masas y se volcaban de lleno al movimiento sindical confundiendo las tareas sindicales con las partidarias. La incorporación masiva de afiliados más allá de los niveles de compromiso y conciencia, además de la constante infiltración, contribuía a licuar las responsabilidades de las direcciones sobre las obligaciones partidarias y limitar enormemente las tareas que debía asumir la vanguardia.
Frente a esta práctica habitual en el marco de la izquierda, la adopción del partido de revolucionarios de tipo leninista por parte del PRT era demostrativo de la conciencia que esta organización tenía sobre las difíciles tareas que plantea la revolución a su vanguardia, reconociendo la necesidad de organizar a la clase trabajadora y el pueblo en función de los niveles de compromiso y definición política que los distintos compañeros fueran asumiendo, promoviendo su integración en los ámbitos de base (comisiones internas, sindicatos combativos, cuerpos de delegados, centros de estudiantes, organizaciones campesinas, villeras, culturales, etc.), sumándolos a organismos intermedios como las agrupaciones políticas por sector, e integrando a la vida partidaria a aquellos compañeros que asumieran la responsabilidad de ser organizadores y combatientes de vanguardia por la revolución socialista.
En este marco, como partido que se planteaba una lucha por el socialismo, el PRT realizó un balance de las experiencias revolucionarias pasadas, estudiando su dinámica. De esta forma reconoció, entre otras cosas, el carácter inevitablemente violento de la revolución, en tanto proceso de lucha contra la burguesía y sus aparatos de represión para desbancarla de su lugar de privilegio. Con esa perspectiva, en su cuarto congreso, de 1968, el PRT realizó un balance de diversos aportes y luchas revolucionarias, desde las concepciones de Marx y Engels sobre la revolución, pasando por la experiencia bolchevique en Rusia, hasta tomar el ejemplo de los combates contemporáneos destacando el triunfo de la revolución socialista cubana y el aporte del Che Guevara para la continuación de la lucha revolucionaria en el continente.
La comuna de París, la guerra civil en Rusia, la guerra popular en China, las guerras de liberación en África y en Vietnam, la guerra de guerrillas en Cuba… cada nuevo proceso revolucionario ponían en evidencia que la burguesía oponía una resistencia cada vez mayor a las luchas revolucionarias y que, por eso mismo, allí donde la clase obrera planteaba seriamente el problema del poder para desarrollar el socialismo, el combate revolucionario se había transformado en algo central. Más tarde, nuevos ejemplos, como la guerra civil en El Salvador y la triunfante revolución sandinista en Nicaragua, seguirían aportando evidencias a este balance.
De esta forma, tomando en cuenta la larga y rica experiencia revolucionaria existente, el PRT asumió las distintas tareas que le plantaba la disputa del poder, sin dejar de plantear la subordinación de todo el accionar del PRT y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que formó y dirigió, a las decisiones políticas que iría tomando el partido.
Como no podía ser de otra manera, la burguesía desplegó su lucha contra el proyecto revolucionario que expresaba el PRT, condenando tanto sus planteos políticos, como sus métodos de lucha. Pero además de la burguesía, a la condena se sumaron también aquellos grupos de izquierda que estaban ya completamente imbuidos de una dinámica institucional, propia de la democracia capitalista y que se transformaron, por eso, en expresos pacifistas y defensores de las pautas legales de la burguesía.
Como venía sucediendo también a lo largo del continente y el mundo, una de las principales voces que se alzaron contra los revolucionarios fue la de los stalinistas. Los mismos que en Cuba habían condenado al 26 de Julio tildándolo de “aventurerista” y que contribuirían al fracaso de la empresa boliviana del Che (con la traición de Monje, secretario general del PC, mediante) reproducían a lo largo del mundo las doctrinas del frente popular y de la coexistencia pacífica y condenaban al PRT y las demás organizaciones político militares en Argentina. Todo esto mientras sus propuestas políticas iban desde la integración del PC en la unión democrática hasta su apoyo a dictadores como Videla a los que consideraban “democráticos”.
La otra corriente que se plegó al coro de denuncia a los revolucionarios fue el sector pacifista del trotskismo, encabezado por Nahuel Moreno, quien, con argumentos como los plasmados en sus “tesis sobre guerrillerismo”, trataría de ridiculizar, al igual que los PC, toda la acción de los revolucionarios, tildándola de pequeño burguesa y reduciéndola a la experiencia ya superada del foquismo.
Sin embargo, la experiencia del PRT era demostrativa de todo lo contrario, fundamentalmente por el hecho de que el PRT asumía el más claro compromiso de lucha por el triunfo del gobierno de los trabajadores por el único camino posible, la lucha revolucionaria. Por otra parte, no está de más recordar que el PRT fue uno de los partidos marxistas con mayor inserción en la clase obrera, lo que le permitió tanto desarrollar las luchas clasistas como nutrir al partido con los trabajadores más destacados.
Además, contrariamente a lo planteado por los pacifistas, el PRT se diferenció muy claramente del foquismo, aunque no desde una perspectiva pacifista, sino desde una posición superadora, es decir, planteando la necesidad de que la lucha revolucionaria, en vez de estar impulsada por un foco guerrillero, se mantuviera bajo la guía de un partido de clase, subordinando su acción a las decisiones políticas de un partido que tenía intervención en todos los ámbitos de la lucha política por el poder.  Era claro que un balance superador de las experiencias guerrilleras previas del continente (y no condenatorio al estilo de Codovilla, Moreno y Cia.), solo podía ser hecho por aquellos que, como el PRT, se proponían asumir las tareas que planteaba la revolución, y no por las corrientes que seguían atadas a las prácticas institucionales de la democracia parlamentaria, expectantes en avanzar por el camino electoral. Por eso ninguna de esas fuerzas reformistas pudo siquiera ensayar respuestas para abordar el problema del poder, como sí lo hicieron el PRT y los grupos afines a éste. Por este camino, los militantes revolucionarios inevitablemente tuvieron aciertos y también limitaciones, así como debates entre ellos. Pero incluso la posibilidad misma de llevar adelante estos debates e intentos, la capacidad de desarrollarse con una perspectiva revolucionaria, y, en ese marco, la posibilidad de que se cometan ciertos errores de apreciación y orientación, sólo podía darse en el seno de corrientes que, reconociendo la necesidad imperiosa de librar la lucha por la liberación de la clase trabajadora argentina, asumieron los riegos y costos del combate que esa revolución socialista implicaba. Ninguno de esos riesgos podían correr los pacifistas que habían abandonado desde el vamos la perspectiva y compromiso revolucionarios.

Un partido de clase

El PRT logró desarrollar una capacidad organizativa y de combate importante, y lo hizo con la perspectiva de impulsar la revolución socialista en Argentina, lo cual constituía el eje de su programa, de su proyecto político. Las conclusiones políticas a las que llegó eran fruto de un balance de la realidad, para lo que el PRT se valió de las herramientas aportadas por los trabajadores en largos años de lucha y organización y de sus contribuciones teóricas y políticas más importantes.
En ese sentido, el PRT era claro en su adscripción al marxismo y la defensa de sus planteos principales: el lugar central que la clase trabajadora tiene en la revolución contra la burguesía y el capitalismo; la necesidad imperiosa de dar esa lucha por medio de la revolución asumiendo su carácter violento con el objetivo de la toma del poder del estado y la necesidad de desarrollar para ello una organización de clase, el partido revolucionario de los trabajadores. En ese camino, siguiendo a Lenin y los dirigentes bolcheviques, el PRT destacó el lugar central que debía asumir el partido en la lucha revolucionaria, como organizador y combatiente de vanguardia, por lo cual se planteaba forjar, al decir de Lenin, un partido de conspiradores, de revolucionarios profesionales.
Siguiendo las tradiciones bolcheviques y en un marco de abierto enfrentamiento con las corrientes stalinistas que, en plena “coexistencia pacífica”, atacaban sistemáticamente los procesos revolucionarios, el PRT reivindicó a Trotsky y la oposición de izquierda, como ejemplos de la continuidad y consecuencia revolucionaria. En la corriente dirigida por el jefe del Ejército Rojo los militantes del PRT podían encontrar el sostenimiento de posiciones centrales del marxismo y el bolchevismo que el stalinismo había dejado de lado, como eran la necesidad de defender la independencia de la clase trabajadora frente a la burguesía y la vigencia de la lucha revolucionaria por el poder. Y también, siguiendo la experiencia bolchevique y el balance de la oposición de izquierda, el PRT adhirió al programa de la revolución permanente, concibiendo a la revolución por el poder obrero y el socialismo como un proceso único que integraba las tareas nacionales pero que no buscaba detenerse en estadios intermedios acordados con sectores de la burguesía, como era el programa del stalinismo soviético y de su variante maoísta.
Toda esta serie de planteos del marxismo revolucionario fueron centrales en las concepciones políticas del PRT, principalmente en su defensa de la independencia de clase frente a la burguesía, lo que implicó librar una batalla política contra el peronismo, caracterizado correctamente por el PRT como una corriente burguesa(8). Su claridad, en este sentido, le permitió mantener firme la posición de defensa de los intereses de los trabajadores incluso en momentos en que la burguesía logró reacomodarse políticamente, como sucedió en 1973 con la asunción de Cámpora y la vuelta de Perón. Aquí, el PRT defendió férreamente la independencia de clase, y denunció el carácter del nuevo gobierno(9). Enseguida, masacre de Ezeiza mediante, la política nacional mostraría el acierto del PRT, que venía advirtiendo sobre el carácter burgués del gobierno: Perón no sólo impulsó el pacto social con el empresariado y la burocracia, sino también la legislación para la “eliminación de la subversión” y, finalmente, la conformación de las AAA.
Al mismo tiempo, como testigos de grandes luchas y procesos revolucionarios, los militantes del PRT tomaron como ejemplo los numerosos combates por el poder que se libraban en su época, desde la revolución china hasta las guerras de liberación en África, destacando la experiencia contemporánea de Vietnam y, sobre todo, la triunfante revolución socialista cubana.
En primer lugar, en el marco de un proceso de diferenciación entre China y la URSS, y cuando los soviéticos se volcaban de lleno a la negociación con la burguesía por medio del acuerdo de “coexistencia pacífica” con EEUU, el PRT tuvo una valoración positiva del maoísmo. Hay que tener presente que, si bien en estos años ya existían caracterizaciones que dejaban en claro el carácter burocrático de la dirección maoísta, también es cierto que la juventud relativa de la revolución china (en relación a la rusa) y la existencia de procesos internos como la llamada “revolución cultural”,  habían generado expectativas en importantes sectores de la izquierda que aún no asimilaban el carácter burocrático del PC Chino. De todas formas hay que aclarar que el PRT no adoptó el programa del maoísmo, sino que se limitó a tomar aquellos aspectos que sirvieran como aporte para una lucha revolucionaria sostenida y sin escalas hasta la toma del poder para el desarrollo del socialismo. Por eso, mientras el maoísmo, siguiendo los lineamientos centrales del stalinismo soviético, planteaba que la revolución no debía ser socialista, sino exclusivamente nacional y antimperialista y en comunidad con sectores de la burguesía (como parte del “bloque de las cuatro clases”), el PRT le oponía el programa del marxismo revolucionario de la lucha por el poder de la clase trabajadora. En esa lucha, el PRT se proponía sumar al conjunto de los explotados y oprimidos al proceso revolucionario pero descartaba cualquier posibilidad de alianzas con la burguesía. Así, lejos de aspirar a “etapas intermedias” como el stalinismo prosoviético y maoísta, el PRT planteaba con claridad el carácter permanente e integral de la revolución, la cual, aún asumiendo el conjunto de tareas nacionales y antiimperialistas, tenía un carácter claramente socialista.
A su vez, la extensa lucha revolucionaria de Vietnam, cuyo pueblo enfrentó a los imperialismos japonés, francés y norteamericano, alcanzando el triunfo del socialismo tras la derrota de la invasión militar yanqui, se convirtió en uno de los mayores ejemplos prácticos para el PRT, puesto que, a mediados de los años 70,  seguía poniendo en evidencia que con la lucha se podía llegar al triunfo revolucionario, evidenciando la falacia de la supuesta “invencibilidad” imperialista.
Siguiendo estos y otros ejemplos de lucha, el PRT balanceó que, frente a la evidente resistencia de la burguesía y el imperialismo, la lucha revolucionaria adquiriría necesariamente un carácter “prolongado”, como lo había llegado a adelantar Lenin, tras la derrota de 1905, al hablar de la extensión de la guerra civil y el apoyo a la actividad de las guerrillas(10), como lo había formulado hacía algunos años el maoísmo(11), y como estaba planteando muy claramente el Che Guevara con su ejemplo y en el mensaje al conjunto de los revolucionarios del mundo bajo la consigna “Crear dos, tres, muchos Vietnam” (12). Así, con el aporte teórico de Lenin, de las experiencias prácticas de China y Vietnam, y el balance sobre las luchas latinoamericanas (incluyendo su crítica al foquismo y el insurreccionalismo), el PRT reconoció el carácter prolongado de la lucha revolucionaria, integrándose en una corriente de acción que libraría importantes combates en el continente, incluyendo el triunfo de la revolución sandinista en 1979(13).
Finalmente, además de los ejemplos de distintas partes del mundo, el PRT destacó muy particularmente la importancia de la revolución socialista cubana, puesto que ponía en evidencia cómo, en nuestro mismo continente, se podía avanzar en la lucha por la toma del poder, la eliminación del ejército y su reemplazo por un ejército popular, la expropiación de la burguesía, la veloz resolución de problemas populares centrales (como la falta de tierra, el analfabetismo, la desocupación, la falta de ingresos, la escasez de vivienda, etc.), la organización y centralización de la producción en base a las necesidades sociales y demás ejemplos que planteaba la primera revolución socialista de América Latina.
A partir de esta experiencia revolucionaria, el PRT rescató particularmente el ejemplo del Che Guevara, por el lugar central que tuvo en la lucha por el poder, en la construcción del socialismo y en su intervención práctica y su planteo político para la internacionalización de la revolución socialista. De este modo, en momentos en que tanto el PC como los sectores pacifistas del trotskismo condenaban abiertamente al Che, el PRT reivindicaba integralmente su lucha, tanto por su posición política intransigente en defensa de la revolución socialista a lo largo del mundo como por el ejemplo de entrega y consecuencia revolucionaria.
Por eso el PRT se encargó de destacar, principalmente, los aportes políticos más comprometidos y desarrollados del Che, plasmados en el “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, (que, a su vez, son una aporte central a la estrategia de poder del PRT plasmada en el IV Congreso de 1968). Allí, recuperando la experiencia de Vietnam y separándose de las direcciones soviética y china, Guevara planteaba la necesidad de desarrollar la lucha revolucionaria por medio del combate para la toma del poder, rechazando la alianza con las burguesías locales y poniendo como único programa de la revolución el socialismo bajo la consigna “revolución socialista o caricatura de revolución”. Del mismo modo, alejado de los planteos de “socialismo en un solo país” que defendían la URSS y los PC y al que trataban de sumar a Cuba, el Che Guevara se destacaba como el más claro internacionalista en defensa de la extensión de la revolución, dispuesto a aportar su propia vida en esa lucha, ubicándose como un continuador de la tradición socialista e internacionalista del marxismo revolucionario. Pero además, como parte integral de su planteo político, el Che planteaba la necesidad de forjar un hombre nuevo y era él mismo un ejemplo de dedicación y entrega para la construcción de una sociedad sin explotación. Esto lo había demostrado en cada paso de su lucha revolucionaria: desde su intervención como comandante en la guerrilla hasta su responsabilidad como ministro en el gobierno revolucionario; en su forma modesta de vida; en su lucha contra la burocratización y contra el culto a la personalidad; en su impulso y participación en el trabajo voluntario; en su internacionalismo no sólo proclamado sino puesto en práctica en África y América Latina…
De esta forma, mientras en parte de la izquierda existían lamentables ejemplos de oportunismo y burocratismo, mientras jefes políticos de nuestro país como Codovilla (PC) o Moreno (PST) adaptaban sus “estrategias” al pacifismo y la legalidad rehuyendo del combate que planteaba la revolución, el PRT tomaba el planteo guevarista de integralidad de los revolucionarios, asumiendo un programa revolucionario por el socialismo y sosteniéndolo con la militancia y vida ejemplar del conjunto de sus militantes, desde los compañeros de base hasta los de dirección.
Así pues, con la recuperación del Che, el PRT marcaba una línea de consecuencia política con la trayectoria que desde Marx en adelante había forjado el marxismo revolucionario, integrando la teoría y la práctica revolucionaria con un programa para la liberación de la clase trabajadora: la revolución socialista. Si bien, como dijimos, no fue la única fuerza que adoptó esta posición revolucionaria integral, si fue la más importante, con mayor desarrollo e influencia y, por ello, representativa de una corriente que se planteo seriamente disputarle el poder a la burguesía para construir el socialismo. Por eso, su experiencia es un aporte fundamental para quienes hoy nos planteamos la tarea de desarrollar la revolución en nuestro país.

Frente a la condena y la tergiversación, rescatar el programa y la experiencia del PRT

Para combatir a lo que fue la corriente revolucionaria más importante de nuestro país la burguesía ensayó muchos recursos.
El golpe militar de 1976-83, que no pudo ser resistido por la clase trabajadora y sus organizaciones de vanguardia, significó una derrota importante e implicó, además, la desaparición física de gran parte de los militantes del PRT y los grupos que compartían su estrategia revolucionaria por el socialismo.
Luego, con el paso a la democracia burguesa, la victoria de los capitalistas sobre la clase trabajadora se plasmó en el criterio de defensa irrestricta de “la democracia”, es decir, del dominio del capital por medio del sistema parlamentario burgués. La defensa de “la democracia” como un supuesto valor inviolable, implicaba, obviamente, el planteo de renuncia a toda lucha revolucionaria. Como resorte ideológico se difundió la teoría de “los dos demonios”que aún tiene un peso importante (aunque haya sido adornada)  y que pretende equiparar al terrorismo de estado para la defensa del capital con la lucha revolucionaria por una sociedad sin explotación. En este marco, y como fruto de la derrota política de la clase trabajadora, la burguesía pudo contar, para su legitimación, con el apoyo de quienes, ya desmoralizados, se “autocriticaron” por su lucha anterior y se sumaron al circo de la democracia burguesa.
Por otra parte, al mismo tiempo que la burguesía arremetía con todas sus fuerzas contra la experiencia de los años ’70 y los militantes revolucionarios, las distintas corrientes de la izquierda reformista encontraron un terreno fértil para desarrollarse con la democracia parlamentaria. Las direcciones de los distintos partidos reformistas, ya sea en su variante stalinista (PC, PCR y grupos afines), como en su variante trotskysta (principalmente el MAS con todos sus desprendimientos y el PO), se ocuparon o bien de ocultar o bien de atacar la experiencia revolucionaria del PRT, como un recurso para reafirmar su propia adaptación a la democracia burguesa. Son las mismas direcciones que, mientras los compañeros del PRT sostenían un combate a muerte contra la burguesía, sus AAA  y su golpe militar, buscaban una alternativa “democrática” y reclamaban un gobierno de la burocracia sindical peronista de la CGT (PO) o le pedían al gobierno lopezreguista “protección” contra sus AAA (PST), o llamaban a apoyar al gobierno de las AAA (PCR), o reclamaban que se confiara en dictadores asesinos como Videla a los que llamaban “democráticos” (PC), y que, como hicieron todos ellos (PC, PCR, PO, PST…) tildaban a los combatientes revolucionarios de “aventureros”, “infiltrados” y demás barbaridades, llegando en algunos lamentables casos al punto de la denuncia y la delación(14). Así, con la llegada de la democracia, las direcciones reformistas difundieron versiones falsas y caricaturescas de la lucha revolucionaria de los ’70: ocultaron el rol protagónico del PRT en el movimiento obrero; machacaron sobre los fracasos militares olvidándose tanto de los éxitos militares del PRT como de su participación en la disputa ideológica, política y sindical; confundieron de mala fe los primeros intentos revolucionarios que adoptaron el foquismo a principios de los ’60 con la experiencia de un partido como el PRT, organizado, disciplinado y con una línea de intervención política hacia las masas… En fin, construyeron una versión falsa de la experiencia del PRT y los revolucionarios de los ‘70, porque eso les permitía dar sentido a su práctica reformista, subordinada a la dinámica electoral de la burguesía, enemiga de una estrategia para la toma del poder… en una palabra, integrada a la democracia capitalista(15).
Al mismo tiempo, mientras gran parte de la burguesía y del reformismo atacan al PRT para convalidar su política no revolucionaria, también hay quienes, para llegar al mismo fin, tomaron el camino inverso, levantando las banderas del PRT como recurso para “pintarse de rojo” y dar legitimidad a su política de adaptación al sistema. Los casos más evidentes son funcionarios gubernamentales o integrantes de las principales corrientes patronales como los ex ERP Eduardo Anguita (Canal 7,  Miradas al Sur), Humberto Tumini o Yuyo Rudnik (ambos ex funcionarios kirchneristas y ahora propagandistas de Proyecto Sur). Pero también hay otros referentes y grupos que, aunque están vinculados con la militancia de izquierda y provienen o simpatizan con el PRT, se orientan hacia posiciones no revolucionarias como el autonomismo o el reformismo de corte electoral, impulsando muchas veces el apoyo o la integración a partidos capitalistas como Proyecto Sur o el Partido Socialista, así como a sectores burocráticos de las centrales sindicales. 
De todas formas, al mismo tiempo, y sobre todo desde 2001 a esta parte, ha crecido notablemente el compromiso por parte de militantes y organizaciones que asumen la necesidad de impulsar la lucha revolucionaria por el socialismo en nuestro país y que, con ese norte, apelan a la experiencia del PRT como aporte para el desarrollo de la lucha actual. Para quienes nos planteamos esa tarea, es vital realizar una lectura conciente y crítica de las mejores experiencias revolucionarias como fue la del PRT, haciendo un balance de sus aportes políticos y prácticos, leyendo sus documentos y estudiando sus formas de intervención y desarrollo.
En este marco, es importante no dejarse llevar por las corrientes de opinión que, en gran medida, forjaron una historia teñida de posiciones políticas que no coinciden con las sostenidas en su momento por los compañeros del PRT. Hay que tener presente que quienes relatan y relataron las versiones más difundidas de la historia del PRT, incluso desde la izquierda, no suelen estar comprometidos con planteos centrales del PRT como es la vigencia de la lucha revolucionaria para la toma del poder, el carácter permanente  y socialista de la revolución, la necesidad de construir un partido de revolucionarios, la centralidad de la clase trabajadora en la lucha de clases, la necesaria e innegociable independencia de esta clase en su lucha contra la burguesía, o la caracterización del peronismo como una corriente burguesa, entre otros ejes fundamentales.
Digamos, además, que hay diferentes factores que han contribuido a construir estas versiones “ablandadas” de la historia del PRT. Una parte está en la misma trayectoria de algunos militantes y dirigentes de lo que fue el PRT, que expresan, en gran medida el marco de persecución posterior derrota. Principalmente en el hecho de que a mediados de los ’70, sobre todo después de la caída de Santucho y parte de la dirección, y habiendo perdido ya la organización grandes cuadros como Pujals y Bonet, el partido, o al menos muchos de sus referentes, fueron dando un viraje hacia posiciones más conciliadoras con el stalinismo y el nacionalismo. Estas tendencias se reforzaron en los años posteriores y, de hecho, algunas de las figuras más importantes del antiguo PRT se vincularon claramente con estas posiciones. Así sucedió, por ejemplo, con Luis Mattini, secretario general del PRT tras la muerte de Santucho, quien se integró al PC para luego acabar en el autonomismo. O con Enrique Gorriarán Merlo, que había sido miembro de la dirección del PRT y luego había aportado ejemplarmente con su lucha a la revolución sandinista pero que terminó adoptando posiciones en defensa de la democracia y fundando el Movimiento Todos por la Patria (MTP) de perfil nacionalista. Del mismo modo, a partir del ’83, varios ex militantes del PRT se integraron en la vida democrática, sumándose, por ejemplo, al Partido Intransigente (PI), adoptando posicionamientos mucho más moderados.
Otro aporte a la versión remozada de la historia del PRT corre por cuenta del PC, que en los últimos años  abandonó su posición de condena y decidió sumar a Santucho y el PRT a su “panteón de celebridades”, así como en 1986 había hecho con el Che Guevara(16). El “lavado de cara” de los ’80 les permitió seguir participando en la vida política de la izquierda, organizando nuevas entregas de las luchas de los trabajadores. Hoy mismo, aunque se convirtió en un partido plenamente capitalista que sostiene las campañas electorales del gobierno (por ejemplo con la candidatura de Carlos Heller) y es parte de la burocracia sindical como en la CTERA y la CTA, el PC sigue, al mismo tiempo, confundiéndose entre la izquierda y sus organizaciones sociales. Para ello, uno de sus recursos es repetir lo que hizo con el Che, pasando a levantar banderas de revolucionarios a los que en su momento condenó como Santucho o Enríquez, del MIR chileno(17). Por otra parte, otros grupos, muchos de los cuales fueron rompiendo con el PC, retomaron también las banderas del PRT, aunque no siempre haciendo el imprescindible balance crítico de su antigua experiencia y orientación política, con lo cual trataron de adaptar la historia del PRT a sus propias concepciones de formación stalinista. En este sentido, el relato que el PC y muchos que siguen atados a sus tradiciones hicieron de Santucho y el PRT, al igual que como hicieron con Guevara, cobró un tono más bien romántico, y carece de algunas de sus posiciones principales.
Es importante prestar atención a estas versiones parciales de la historia del PRT, porque en ellas se licua la centralidad de posiciones políticas fundamentales del PRT que tienen absoluta vigencia como es la independencia de clase o el carácter socialista de la revolución. Esto se hace, muchas veces, tomando frases aisladas de su contexto o transformando planteos secundarios en cuestiones centrales y hasta excluyentes.
Así, por ejemplo, al contrario que el PRT (pero en su nombre), hay quienes ponen énfasis en los problemas nacionales por sobre las características de clase de la revolución, cambiando las banderas rojas por las de color celeste y blanco, reemplazando su consigna central “por un gobierno obrero y popular” por otros planteos secundarios y de agitación como son la “segunda independencia” o la “liberación nacional”, guardando en el cajón la caracterización central del PRT de una “revolución socialista” para impulsar en cambio formulaciones etapistas de carácter meramente nacional o antiimperialista, y en este marco, abandonando la posición de principios del PRT de absoluta independencia de la clase trabajadora para dar lugar a planteos de alianza con sectores de la burguesía. Incluso hay quienes al contrario del PRT (¡pero una vez más, en su nombre!) brindan su confianza a corrientes capitalistas como el peronismo o el chavismo.
Hay que recordar, entonces, que cuando el PRT formulaba consignas nacionales o antiimperialistas lo hacía ligándolas al problema del poder que la clase obrera habría de conquistar por medio de la lucha revolucionaria, diferenciándose así de los planteos nacionalistas (principalmente peronistas) y stalinistas (tanto maoístas como pro soviéticos) quienes también hablaban de independencia y liberación nacional pero, o bien ni siquiera planteaban el socialismo y la dirección de la clase trabajadora y su partido (nacionalistas), o bien lo proponían como una consigna para un futuro lejano, pero planteando que las tareas del momento eran la alianza con la burguesía y sectores nacionalistas para una primera etapa no socialista de la revolución (stalinistas).
De la mano de estas posiciones revisionistas del PRT suele ir también el énfasis en plantear como tarea central del momento, no ya la construcción de un partido marxista, sino un “frente de liberación nacional”. Esta propuesta, que para un partido constituye un planteo táctico y que el PRT tomó de la experiencia vietnamita, no sólo no tiene que ver con nuestra realidad actual, sino que confunde y abre la puerta a la licuación de las concepciones marxistas revolucionarias entre los planteos etapistas y nacionalistas(18).
Muchas de estas revisiones, que, como queda a la vista, tienen un carácter fuertemente político, han confluido en una suerte de historia “anti-trotskista” del PRT. Esto, una vez más, va en contra la experiencia real del PRT, de su formación y sus concepciones, pues es claro que no puede ser tildado de “anti-trotskista” un partido que se formó leyendo y estudiando las experiencias de Trotsky, que lo reivindicó en todos y cada uno de sus congresos, que participó durante 8 años de la IV internacional(19), que publicó en su periódico “El Combatiente” numerosos recordatorios y textos de Trotsky así como discusiones e informes de la IV internacional(20), y que fundamentó muchas de sus posiciones centrales en los aportes de ese jefe bolchevique y su corriente, como es la caracterización del país, del peronismo, o del carácter de nuestra revolución:  permanente y socialista.
De todos modos, aunque nadie que esté libre de prejuicios dudaría de la importancia que ha tenido la influencia de Trotsky y su corriente en el PRT, siguen existiendo quienes desarrollan versiones sesgadas de la historia de este partido, lo que en más de un caso constituye, como ha quedado dicho, un recurso para justificar posiciones políticas de negociación con el nacionalismo y el stalinismo. Digamos, de paso, que a los dirigentes del PRT seguramente les habría llamado la atención que algunos de sus actuales seguidores no se hayan tomado siquiera el trabajo de leer a quien fue el segundo jefe del partido bolchevique y de la III internacional hasta su IV Congreso, y al que citaban largamente y reivindicaban muchos compañeros y dirigentes del PRT.
El rechazo de la influencia de la oposición de izquierda sobre el PRT está acompañado, además, de toda una serie de concepciones que podríamos sintetizar en la errónea identificación genérica del trotskismo con el reformismo, una confusión a la que contribuyen, evidentemente, la gran mayoría de las corrientes trotskistas contemporáneas por su carácter abiertamente reformista. Esto acarrea dos problemas fundamentales. El primero, bastante evidente, es el desconocimiento de las características reales de corrientes revolucionarias como el PRT, y más en general de los aportes del trotskismo que han sido recuperados por numerosos revolucionarios(21), lo que conlleva, a su vez, la falta de incorporación del importante bagaje teórico y práctico que ha aportado esta corriente para las tareas de la revolución socialista(22).
El segundo problema, tal vez aún más grave que el primero, es el desconocimiento del carácter reformista de numerosas organizaciones que se inspiran en el stalinismo (tanto maoísta como pro soviético) que son, además, los sectores mayoritarios del reformismo en Argentina, encabezados por el PC y el PCR (por no hablar de los grupos que no son siquiera socialistas, como los nacionalistas). Así pues, la diferenciación y crítica de lo que llaman genéricamente el “trotskismo”, va acompañada, muchas veces del guiño cómplice hacia los reformistas stalinistas o los nacionalistas.
Si nos detenemos en estas consideraciones es porque, para aquellos que estamos seria y honestamente interesados en sacar conclusiones de la experiencia del PRT, como de todas aquellas experiencias que puedan darnos herramientas para abordar las tareas actuales de la revolución socialista, nos parece central poder hacer una lectura que nos permita evaluar aciertos y limitaciones, virtudes y debilidades de aquel ejemplo revolucionario. Y esto sólo se puede hacer, en primer lugar, mirando al PRT tal como realmente fue, y en segundo lugar, evaluando seria y críticamente las distintas características, incluyendo sus diversas influencias políticas.
Por eso, sin entrar en una estéril polémica sobre el grado de “trotskismo” del PRT, lo que nos importa señalar es que, a partir de su formación y definición política (que incluye evidentemente el aporte del trotskismo), el PRT asumió como programa político una serie de definiciones que son centrales para el marxismo revolucionario y que tienen absoluta vigencia como es la necesidad de la toma del poder del estado por medio de la lucha revolucionaria, la independencia de clase frente a proyectos capitalistas como el peronismo, el carácter ininterrumpido y permanente de la revolución (y no por etapas), y su definición socialista y no solamente nacionalista o antimperialista.

Desde el PRT hasta el presente

La recuperación del PRT es muy importante para las actuales generaciones de luchadores que se organizan para enfrentar al capitalismo y las nefastas consecuencias que genera sobre la clase trabajadora. Esto es así porque fue el ejemplo más importante, por su influencia, desarrollo y protagonismo político, de toda una corriente que se desarrolló en los ’60 y ’70. Una corriente que se planteó llevar hasta las últimas consecuencias la lucha para alcanzar una sociedad socialista, asumiendo el conjunto de tareas que plantea la lucha revolucionaria por el poder.
Si bien es importante resaltar las particularidades del período en que se forjó el PRT, teniendo en cuenta que fue en un contexto de ascenso de la lucha de clases en nuestro país y el mundo, también es evidente que, en el período actual (de acumulación y organización de fuerzas para volver a plantear la tarea de la revolución socialista), es fundamental tomar el ejemplo de las experiencias revolucionarias pasadas, como aporte ineludible para desplegar una estrategia para la toma del poder. Es decir que, lejos de cualquier reminiscencia nostálgica, obsecuente y/o acrítica, los luchadores de hoy tenemos ante nosotros la tarea de estudiar seria y concientemente los aportes teóricos y prácticos del PRT para poder asimilarlos, reconociendo tanto sus aciertos como las cuestiones que consideremos que deben ser encaradas de otro modo.
En este sentido, debemos diferenciar los ataques que la burguesía y el reformismo hacen contra el PRT, de los aportes críticos que los militantes comprometidos con la revolución debemos hacer para mejorar nuestra propia organización y lucha por el socialismo.
De hecho, un primer balance crítico desde una perspectiva revolucionaria sobre temas centrales para la lucha por el poder tal como fueron planteados por el PRT, podemos encontrarlo en las mismas discusiones de los compañeros de esa generación de revolucionarios que en muchos casos dejaron plasmados sus debates, tanto siendo de la misma organización (por medio de boletines internos), como entre distintas organizaciones que compartían el método y la estrategia (como el GOR, el PRT-Fracción Roja, o la OCPO), por medio de sus prensas, documentos y relatos. Aquí, los militantes polemizaban sobre asuntos tan importantes como la caracterización de la situación nacional, del estado de la lucha de las masas, del momento de la lucha de clases que se estaba viviendo, de las formas de articulación de la vanguardia con la lucha política y sindical, del peso de los sectores urbanos y rurales, o de la caracterización de otros procesos revolucionarios como el chino o el vietnamieta, entre tantas otras cosas. Por supuesto, todas estas discusiones fueron posibles porque partían de una tarea y una preocupación común: desarrollar la lucha revolucionaria para la toma del poder y la construcción del socialismo.
Así pues, tanto con sus definiciones y ejemplos de acción que están absolutamente vigentes, como en sus discusiones y reflexiones que nos muestran la necesidad de seguir resolviendo problemas centrales para la revolución, la corriente que expresa el PRT nos marca un camino y nos plantea un piso desde el cual desarrollar nuestra organización en el período actual.
En este sentido, es bueno tener presente que el PRT no nació como “dirección revolucionaria”. En sus comienzos su intervención en el seno de las masas era limitada y también lo era su capacidad de acción política a todo nivel. Sin embargo, el PRT se fue desarrollando al compás de las luchas obreras y populares, planteándose construir un partido de vanguardia para impulsar la lucha revolucionaria por el socialismo, y en función de estos ejes estratégicos fue diseñando sus planes de acción, definiendo las tareas centrales en cada etapa para lograr un desarrollo en todos los planos: político, ideológico, militar y sindical.
En ese mismo sentido, en la actualidad, los compañeros que estamos comprometidos con la lucha revolucionaria por el socialismo tenemos como tarea central diseñar los planes de acción para poder avanzar hacia esa perspectiva estratégica. En este camino, la construcción de un partido de trabajadores revolucionarios es un primer paso fundamental.

NOTAS:
1) Luego de un proceso de militancia y frente único entre el Frente Revolucionario Indoamericanista Popular (FRIP) dirigido por los hermanos Santucho y el grupo Palabra Obrera dirigido por Nahuel Moreno, el PRT se fundó oficialmente entre los día 23 y 25 de mayo de 1965, fecha en que se realizó su primer congreso.
2) El 19 de Julio de 1976 Mario Roberto Santucho y Benito Urteaga murieron enfrentando a la represión, y en la misma oportunidad fueron detenidos y desaparecidos Domingo Mena, Liliana Delfino y Liliana Lanciloto.
3) Nahuel Moreno fue un dirigente histórico de la izquierda argentina que se caracterizó por su oportunismo y eclecticismo, lo que lo llevó a adoptar las más diversas posiciones políticas. Luego de que en los años ’40 tuviera una posición crítica con el peronismo, giró 180 grados para desarrollar el “entrismo” en 1953 formando el periódico Palabra Obrera cuyo eslogan era “Bajo la disciplina del General Perón y del Comando Superior Peronista”. Tras el triunfo de la revolución cubana la criticó, considerándola “gorila” (por ser opuesta a Batista, con quien simpatizaba Perón), aunque luego volvió a girar 180 grados, pasó a reivindicar el ejemplo cubano y la lucha armada y buscó el acercamiento con el FRIP de Santucho con quien fundaría el PRT en 1965. Tres años después, cuando el PRT efectivamente se orientaba en el camino acordado, Moreno rompió y volvió a cambiar drásticamente de posición, pasando a formar, en 1972, junto a un sector del Partido Socialista, el PST, partido crítico de las acciones del PRT y de los revolucionarios en general, que consideraría a la dictadura de Videla como “la más democrática de América Latina”. Luego, cambiando nuevamente de orientación, a fines de los ’70 Moreno dio su apoyo activo a último momento a la lucha revolucionaria de Nicaragua con la brigada Simón Bolivar. Y finalmente, trocando un vez más su posición, pasaría a ser un defensor acérrimo del proceso democrático, al que consideraba fruto de una revolución, pasando a intervenir por medio de un nuevo partido, el MAS, fundado en 1982. Murió en 1987.
4) La formulación más clara de la concepción estrátégica del PRT está en su IV congreso (1968) que fue difundido bajo el título “El único camino hasta el poder obrero y el socialismo”
5) Puesto que muchos revisores posmodernos han intentado cuestionar esta categoría fundamental del marxismo, vale aclarar que el concepto de vanguardia no tiene nada que ver con una pretensión vanidosa de superioridad y demás barbaridades que se han escrito al respecto. Muy por el contrario, la aspiración de conquistar el lugar de vanguardia ante las masas supone una tarea ardua y bien concreta que no puede “proclamarse”, sino que se consigue en el proceso mismo de la lucha y que es central para poder contribuir a que la lucha se oriente con una perspectiva revolucionaria. Cuando los trabajadores no logran organizar su propia dirección (vanguardia) política, el resultado de su lucha acaba siendo el fracaso de la revolución obrera y la reimposición de la burguesía.
6) Sobre el desarrollo del movimiento obrero en esos años y el rol del PRT ver “La experiencia de organización y lucha del movimiento obrero” y “El PRT en el movimiento obrero” en este mismo número.
7) La propuesta no era nueva: ya en los ’50 Nahuel Moreno proponía la conformación de un “partido centrista de izquierda legal” (Moreno, Nahuel, “El golpe gorila de 1955”).
8) Algunos de los artículos más importantes al respecto son: “El peronismo” (Julio Parra, 1971) y “Las definiciones del peronismo y las tareas de los revolucionarios” (Mario Roberto Santucho, 1973). Es importante destacar que la caracterización del peronismo que hizo el PRT tiene una clara influencia de uno de los intelectuales de izquierda  más importantes de Argentina, Milcíades Peña, un militante trotskista, temprano defensor de la revolución cubana, que caracterizó correctamente al peronismo como una corriente burguesa y combatió la orientación entrista de Moreno. Peña caracterizó al peronismo en textos como “El peronismo” (1965) e “Industria, burguesía industrial y liberación nacional” (1965).
9) La posición del PRT frente al nuevo gobierno peronista está sintetizada en su conocida carta a Cámpora: “Por qué el ERP no dejará de combatir” (1973). Hay que tener presente que en este momento el PRT sostuvo su posición de independencia oponiéndose no sólo a la corriente mayoritaria en Argentina que estaba expectante del supuesto carácter popular del peronismo, sino incluso desafiando los planteos de Fidel Castro quien veía con buenos ojos al nuevo gobierno y por eso, en enero de 1974, negó su apoyo a la guerrilla liderada por Santucho arguyendo el carácter democrático del gobierno de Perón, Isabel y López Rega.
10) Lenin, Vladimir, Guerra de guerrillas
11) Mao Tse Tung, Sobre la guerra prolongada
12) Guevara, Ernesto, Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental
13) Las experiencias prácticas de la revolución nicaragüense y salvadoreña son dos ejemplos importantes en nuestro continente de una guerra civil prolongada por la toma del poder. La primera alcanzó el poder en 1979. La segunda, aunque llegó a amenazar seriamente al régimen (algunas ofensivas llegaron a una lucha abierta en los barrios de la capital), finalmente fue derrotada en un marco de gran represión, lo que se expresó en los acuerdos de paz de principios de los ’90 impulsados por la dirección del FMLN asumida por el jefe del PC, Shafick Handal. En ambos casos la extensa lucha revolucionaria implicó la amplia movilización de masas y su organización a todo nivel, así como la acción militar de las organizaciones guerrilleras durante unas dos décadas (’60 y ’70 en Nicaragua, ’70 y ’80 en El Salvador).
14) Por ejemplo el PST de Nahuel Moreno, denunciaba en su periódico a los presos políticos: “(…) los guerrilleros no son presos políticos. (…)No actúan políticamente sino militarmente. Y no son apresados en acciones políticas sino en acciones militares. (…) como presos, son indefendibles desde el punto de vista político y nuestro Partido no reclama su libertad como tales”,  “¿Quiénes son los presos políticos?”, Avanzada Socialista N°170, 8 de noviembre de 1975. 
15) Una expresión actualizada de la historia de los ’70, acomodada a las concepciones del reformismo, puede leerse en “Insurgencia obrera en la Argentina” de Ruth Werner y Facundo Aguirre, editado por el IPS del PTS. Allí, negando toda evidencia, se dice, por ejemplo, que, para el PRT: Los trabajadores constituían una fuerza auxiliar, en la que se producía el reclutamiento de cuadros y militantes para fortalecer “el carácter de clase” de sus propios organismos; no la fuerza social a desarrollar políticamente para hacer la revolución. En este sentido, más allá de sus enunciados y de los enormes esfuerzos realizados por sus militantes, jamás se propusieron constituirse como un partido “orgánico”, enraizado y con influencia política, social e ideológica entre los trabajadores”.
16) En lo que llamaron el “viraje” del XVI Congreso (1986), los dirigentes del PC argentino se autocriticaron por su apoyo a la dictadura y pasaron a reivindicar al Che, al que hasta entonces habían condenado y aislado por considerarlo un “foquista” “aventurero”.
17) No hay que perder de vista que la influencia del PC sigue siendo importante, en gran medida porque a los activistas y organizaciones que considera “amigos”, los encandila por medio de su aparato con la entrega de viajes a Cuba, edición de libros y revistas, cursos y becas de estudio, préstamo de locales e infraestructura, etc.
18) Cabe señalar que en nuestro país no contamos con una importante lucha de masas (como sucedió en Vietnam contra la ocupación imperialista) que un partido trataría de encauzar por medio del frente de liberación, ni existe lo que debería ser su dirección: el partido de los trabajadores revolucionarios. En este marco de inexistencia de un partido, la insistencia en la centralidad y actualidad del “frente de liberación” pone a esta consigna en un lugar estratégico que suplanta la tarea central de la etapa (la construcción de un partido marxista de combate por la revolución socialista) por una convocatoria a conformar un ámbito de dirección unitario junto a otros grupos nacionalistas o stalinistas que no comparten la estrategia de la revolución socialista, en donde se dejan de lado los ejes centrales de la lucha revolucionaria por el poder.
19) La reivindicación de Trotsky y la incorporación a la IV Internacional fue algo que se estableció desde la fundación del PRT, y que fue ratificado en sus cinco congresos. La importancia de los aportes de Trotsky fue muy relevante en el IV Congreso (1968) en donde el PRT estableció una caracterización del país y una estrategia revolucionaria de poder. También en el V Congreso (1970) la valoración de Trotsky y las consideraciones sobre las características de la IV Internacional están presentes en su “minuta sobre internacional”. El PRT se separó de la IV Internacional a mediados de 1973 por diferencias cada vez más profundas con sus sectores mayoritarios como el SWP norteamericano y la LCF de Francia, aunque sin dejar de señalar la necesidad de construir una internacional revolucionaria y destacando su valoración de Trotsky. Por eso en su documento “Por qué nos separamos de la IV Internacional” (agosto de 1973), realizan una crítica de las perspectivas de esa organización pero también destacan su consideración del segundo jefe bolchevique: “Después de su expulsión de la Unión Soviética en 1929, León Trotsky comenzó a dar forma internacional a la oposición que venía desarrollando contra el stalinismo. A esta tarea desarrollada por el gran luchador revolucionario, corresponde atribuirle el mérito de haber mantenido vivas las banderas leninistas del internacionalismo revolucionario y de la democracia proletaria, de haber desarrollado una crítica consecuente y generalmente acertada de los graves errores del stalinismo que contribuyeron a la frustración de la Revolución en Europa y de haber tratado, tesoneramente de construir una nueva vanguardia proletaria”.
20) En sus publicaciones el PRT reivindicaba al jefe del ejército rojo y publicaba sus artículos. Por ejemplo, en El Combatiente Nº34 (26/08/69) publicaba, en “homenaje a León Trotsky en el 29º aniversario de su muerte”, el artículo de Trotsky “Los sindicatos en la época del imperialismo”. Del mismo modo, en su revista Nuevo Hombre publicaban otro texto de Trotski haciendo referencia a su moral revolucionaria (“Hacia el Hombre Nuevo: León Trotski, ‘Usos y costumbres’”, Nuevo Hombre Nº58, 03/74). Además polemizaba con las corrientes antitrotskistas. Así, por ejemplo, discutiendo contra el PCR por su macartismo antitrotskista, el PRT decía: Existe el trotskismo y existen las sectas que se reclaman trotskistas. So pretexto de combatir a estas últimas el PCR se lanza a un ataque contra las ideas y las posiciones políticas del trotskismo en general, en forma tan ilegítima como si alguien intentase atacar al ‘leninismo’ en la persona de Vittorio Codovilla. Nosotros como trotskistas también repudiamos a las sectas ‘trotskistas’, no por su ideología sino por los métodos que practican…” (“Trotskismo y confusionismo. Una respuesta al PCR -ex PCCNRR-”, El Combatiente Nº27 del 19/04/69). También difundía discusiones y discursos vinculados con la IV internacional, como el de Ernest Germain sobre Checoslovaquia: “A la luz del marxismo” en El Combatiente Nº34 (26/08/69). Y lo hacía desde su posición política que podía sintetizarse, como lo decía también el título de un artículo de El Combatiente Nº33 (6/08/69) sobre el 9º Congreso de la IV Internacional: “Trotskismo para el combate”.
21) Hay que recordar que en los momentos en que se formó el PRT, en la corriente internacional que se reivindicaba continuadora de la oposición de izquierda, tenían cierto peso los sectores que planteaban la vigencia de la lucha revolucionaria por el socialismo. Algunos de los referentes internacionales más renombrados eran Pierre Frank, Michael Löwy y principalmente Ernest Mandel, jefe de la IV Internacional y reconocido defensor de la revolución socialista cubana y de su ala izquierda representada por el Che Guevara. En nuestro continente esta corriente tuvo influencia sobre militantes de diversos países (como Chile, Brasil, Bolivia o Perú) y en nuestro país sobre el PRT y otros grupos que surgieron de éste como el GOR y el PRT-Fracción Roja. Para una visión desde esta corriente sobre las características de la revolución latinoamericana se puede ver “La revolución permanente en América Latina” (Carlos Rossi, 1972) o “El marxismo en América Latina” (Michael Löwy, 1979), entre otros.
22) Así, por ejemplo, categorías tan fundamentales como el “desarrollo desigual y combinado”, la “revolución permanente”, o la “burocratización” de los estados obreros, por nombrar sólo algunos de los conceptos más importantes aportados por Trotsky y su corriente y que son fundamentales para analizar la realidad actual y para pensar las tareas de la revolución, son a veces directamente ignoradas por una parte de la izquierda que se mantiene en posiciones retrógradas y macartistas frente al trotskismo. Lo mismo sucede con su experiencia práctica: mientras muchos ignoran la experiencia de Trotsky, sus aportes prácticos a la dirección de la revolución bolchevique, del ejército rojo y de la lII Internacional, siguen creyendo en los viejos mitos stalisnistas que caricaturizan el rol de Trotsky.