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REVISTA EL REVOLUCIONARIO Nº3 (2010)

 CON LA CLASE TRABAJADORA, POR EL CAMINO DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA


PRESENTACIÓN



Un aspecto central del momento actual es el paulatino desarrollo de un nuevo activismo obrero, que interviene al margen de las burocracias sindicales, que retoma métodos de organización y lucha históricos de los trabajadores y que, en muchos casos, toma posiciones de independencia de clase, todo lo cual marca una perspectiva para la lucha de los trabajadores en nuestro país. Este es un proceso de gran trascendencia. Los trabajadores conformamos la clase que sostiene el funcionamiento de la sociedad y estamos llamados a ser el actor fundamental en el enfrentamiento contra el capitalismo. Es la clase trabajadora, con una dirección revolucionaria, la única capaz de enfrentar y derrotar a la burguesía y al capitalismo para construir una sociedad sin explotación: el socialismo.
Por eso, es central desarrollar la organización para la lucha de la clase trabajadora en todos sus planos, desde el aspecto sindical, con una proyección clasista, antiburocrática y combativa, hasta la necesaria organización política de la vanguardia revolucionaria que impulse y oriente la lucha para la instauración de un gobierno de los trabajadores y la edificación de una sociedad socialista.
A lo largo de su historia, la clase trabajadora argentina ha protagonizado importantes experiencias de organización y lucha, alcanzando sus niveles más significativos durante los primeros años de la década del ’70. La actividad revolucionaria de organizaciones como el PRT, las experiencias del clasismo como SiTraC-SiTraM, o los alzamientos como el cordobazo o los villazos, se encuentran inseparablemente vinculados unos a otros: son experiencias  que evidencian el desarrollo de la clase trabajadora como sujeto revolucionario en su camino de lucha para enfrentar al capitalismo, alcanzar el poder y construir una nueva sociedad. Son experiencias centrales que deben servirnos como aporte para el desarrollo de la organización y la lucha revolucionaria de la clase trabajadora en la actualidad.
Por eso, en este tercer número de nuestra revista, presentamos, en primer lugar, una caracterización sobre algunos ejes centrales de la coyuntura, particularmente del desarrollo del movimiento obrero, y en segundo lugar, presentamos un balance de algunas de las más trascendentes experiencias clasistas y revolucionarias, las cuales están íntimamente ligadas. Como ejemplo recordemos que el PRT, que fuera la organización revolucionaria más importante de nuestro país, ha contribuido considerablemente a las experiencias del clasismo y, a su vez, organizaciones como el PRT, se han nutrido, en gran medida, de lo más destacado de la vanguardia obrera.
En la actualidad, el reconocimiento de la situación que atraviesa la clase trabajadora y sus perspectivas,  y la valoración de las más importantes experiencias históricas de su organización conciente, son dos ejes centrales a los que debemos prestar atención para poder desarrollar una estrategia revolucionaria en nuestro país que permita liberar a la clase trabajadora del yugo del capitalismo.
Para nosotros es claro que un balance de la experiencia de la clase obrera y sus organizaciones de vanguardia en la lucha contra la explotación deja en evidencia que sólo por medio de la revolución socialista podremos alcanzar esos cambios. Digamos entonces que la revolución socialista en Argentina no sólo es posible, sino también necesaria. Y, en esa perspectiva,  las tareas que nos plantea su desarrollo deben ser asumidas desde el presente. Por esta razón, al tiempo que somos parte e intervenimos en la organización y la lucha del pueblo trabajador en sus ámbitos gremiales, desde nuestra organización dedicamos enormes esfuerzos militantes al proceso de construcción del partido revolucionario, herramienta imprescindible de la clase trabajadora para avanzar por el camino de la revolución socialista.

EL PROGRESISMO CONTRA LA REVOLUCIÓN



Los años de gobierno kirchnerista

Luego de la crisis de 2001, la burguesía encontró en el gobierno de los Kirchner un recambio que garantizó la vuelta a la “estabilidad”, y que permitió el reacomodamiento de muchos de los sectores de la clase dominante. Los multimillonarios negocios para el empresariado, los altos niveles de pobreza y desocupación, la inflación y los bajos salarios, la flexibilización y las pésimas condiciones de trabajo que padece la clase obrera, y el permanente saqueo y entrega nacional, han sido una constante en los ya casi ocho años de gobierno.
El kirchnerismo mostró inmediatamente su carácter proimperialista y antipopular. Ha pagado obedientemente la deuda externa, llegando a realizar un importante desembolso, en efectivo y por adelantado, de casi 10.000 millones de dólares al FMI, y ha cumplido sus principales exigencias en materia económica. Sostiene la ocupación militar en Haití, a pedido de EEUU, junto a otros países latinoamericanos. Ha desplegado un enorme arsenal de políticas represivas contra el pueblo trabajador, profundizando la represión sistemática, promulgando leyes cada vez más duras y sosteniendo e incrementando el gatillo fácil y la persecución de los luchadores sociales, hasta transformarse en el gobierno con más presos políticos desde la vuelta de la democracia. Ha dado vía libre a la ganancia creciente del empresariado, avalando la flexibilización laboral y agravando las condiciones de explotación de la clase trabajadora. Todo esto con la complicidad de la burocracia sindical.
Como base para defender el dominio de la burguesía, el gobierno kirchnersita se apoyó desde un principio en estructuras centrales para el control social y el disciplinamiento de la clase trabajadora como son el aparato del PJ y el de la CGT, así como y como la represión sistemática contra los sectores populares y la persecución a los activistas políticos.
Además, con la caja del estado y un discurso progresista y popular, acompañado de algunas medidas efectistas, el gobierno se lanzó a ganar adeptos entre el progresismo. Éstos, apoyando parcial o totalmente las medidas oficialistas no hacen más que concederle una mayor legitimidad para avanzar con su política antipopular y proempresaria. Entre los progresistas que supo cosechar el kirchnerismo podemos encontrar a una buena parte de los sectores de la clase media y el activismo de muchos movimientos y organizaciones políticas y sociales. Madres de Plaza de Mayo y gran parte del espectro de las organizaciones de DDHH (Abuelas, Hijos, Cels), organizaciones de desocupados como el Movimiento Evita, el Frente Transversal, FTV, MTD Aníbal Verón, como también algunas organizaciones políticas como el PC y el PCCE, y el sabbatellismo, además de obtener favores y puestos dentro del gobierno, han sido seducidos por medidas de tinte progresista(1), que no modifican lo sustancial de la situación de pobreza y explotación que recae sobre el pueblo trabajador.
Aprovechando el apoyo de figuras como Fidel Castro, Hugo Chávez y Hebe de Bonafini, entre otros, el kirchnerismo pasó a autorreferenciarse como un gobierno “defensor de los DDHH”, “antiimperialista” y, para algunos, hasta de “izquierda”.
En el mismo sentido, la alineación de una buena parte de la CTA a sus filas contribuyó a la legitimidad del discurso gubernamental como progresista, a pesar de los crecientes negociados empresariales y el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Este perfil populista y los privilegios para algunos  sectores empresarios en detrimento de otros llevó al kirchnerismo a un enfrentamiento con algunos sectores de la burguesía, como el empresariado rural y algunos multimedios, sectores a los que, desde la oposición más reaccionaria hasta algunos partidos de “izquierda”, salieron a defender a capa y espada(2).
Hábilmente, el gobierno supo aprovechar esta situación, haciendo aparecer como un enfrentamiento contra “la derecha golpista” lo que en realidad era una pelea por negocios. De esta manera, logró polarizar las posiciones consiguiendo el apoyo y la movilización de algunos sectores del progresismo en su defensa.
En esta línea, se ubican los desencantados del kirchnerismo, que en las primeras horas del gobierno K apostaron a “jugar como su pata izquierda” y que cuando ya no tuvieron un lugar dentro, se transformaron en una oposición que se plantea “disputarle la base al kirchnerismo”. Dentro de estas corrientes están Proyecto Sur de Pino Solanas y Libres del Sur de Humberto Tumini proclamándose hoy “por la construcción de una alternativa política al bipartidismo”(3).
A todos ellos, el gobierno de los Kirchner ha logrado ponerlos en un lugar muy incómodo para mostrarse como oposición, ya que no tienen una propuesta muy diferente. Pues su planteo sigue siendo el capitalismo, sólo que más “humanizado”, prolijo y si se puede, de tinte más progresista.

El rol del progresismo

Todas estas propuestas progresistas se adaptan a los marcos del capitalismo. De hecho, para el conjunto de los planteos burgueses (desde los más conservadores hasta los más progresistas) la propuesta sigue siendo la explotación y la miseria para los trabajadores (aunque de manera más o menos “humanizada”).
Frente a esto se hace sumamente necesario asumir que la salida sólo puede venir de la mano de una revolución, que libere a los trabajadores de la explotación y que plantee una transformación real de la sociedad.
Y es en este camino que nos encontramos con un problema mayor, la existencia de corrientes que bajo este mismo discurso, la necesidad de la revolución o el socialismo, plantean que hoy se corresponden salidas “intermedias” o “posibles”.
Ante la responsabilidad y disposición militante que implica encarar las tareas de hacer la revolución, estas propuestas posibilistas suelen ser muy tentadoras, intentando convencer de que existen caminos de transformación posibles sin tener que asumir el enfrentamiento con la burguesía y su explotación.
De ese modo, bajo esas concepciones, muchos encuentran en el progresismo y el populismo alternativas para el desarrollo de un proyecto de cambio social e incluso de una “revolución”. Así se llegan a apoyar gobiernos burgueses, como si fueran los impulsores de “procesos revolucionarios”. Es el caso del apoyo a Evo Morales, Hugo Chávez, José Mujica, Rafael Correa, Fernando Lugo, Lula Da Silva y Cristina y Néstor Kirchner.
Para abonar estas ideas desde la teoría hay quienes, desde la oposición, dicen tener “una mirada entendedora de la progresividad”(4) del gobierno, y ven en medidas como la Ley de Retenciones Móviles o la Ley de Medios una “mejora en las condiciones de organización en el campo popular”, cuando objetivamente no son más que medidas que reflejan las contradicciones menores al interior de la burguesía y que para nada son significativas para los trabajadores explotados y los sectores pobres del pueblo.
Pretenden, así, mostrar una mirada “novedosa” de la situación, y en realidad están subestimando o desconociendo, al menos, la habilidad del populismo para legitimar su poder ante las masas y mantener su capacidad de explotación y dominación con apoyo popular, en circunstancias en que, con una política abiertamente liberal, tendría mayor dificultad. En un contexto en el que los índices de pobreza y desocupación son considerablemente altos, sostener y apoyar medidas que en lo estructural son insignificantes para lo que hace al funcionamiento del sistema y catalogarlas como progresivas, es confundir, contribuir a la legitimación de un gobierno antipopular y desviar absolutamente el eje de la urgente necesidad de construir una alternativa independiente de la clase obrera en el camino de la revolución socialista.
En el mismo sentido, estos grupos que esquivan las verdaderas tareas revolucionarias, se referencian en Chávez, quien asegura que está construyendo el socialismo de este siglo y se apoyan en Fidel Castro quien planteó que había que diferenciar al “neoliberalismo” menemista del nuevo gobierno kirchenrista y saludo el ascenso de éste último(5).
Tras la supuesta intención de evitar “la burda simplificación de caracterizar un conflicto como meramente burgués y ajeno completamente a los destinos concretos y asibles de las organizaciones populares(6), se esconde la esencia del reformismo que intenta disimularse detrás de un discurso revolucionario. Esto es propio de sectores que buscan una “transformación social” sin grandes exabruptos: sin expropiaciones, sin violencia, sin enfrentamientos.
Distintas organizaciones, intelectuales y académicos alineados con estas concepciones, ponen en duda la posibilidad o la necesidad de la revolución. Hacen “teoría” caracterizando a la época en que vivimos como “novedosa”: se presenta al neoliberalismo como una etapa nueva, escondiendo que el problema central es el capitalismo, planteando tareas muy diferentes a las que tuvieron que asumir quienes en la historia fueron los protagonistas de la revolución. Así, se reniega de la organización, de la clase obrera como sujeto revolucionario, de la necesidad de tomar el poder, y de la lucha revolucionaria para enfrentar y derrotar a la burguesía. Pasan por alto que aún se mantienen las condiciones de producción propias del sistema capitalista que implica la explotación de la clase obrera (adopte las características que adopte) por la burguesía y que por ende ésta es la lucha básica y elemental para cualquier tipo de transformación.
Muchas organizaciones e intelectuales proponen, en esta misma línea, la alternativa del socialismo del siglo XXI como el camino hacia “la construcción de una nueva sociedad”. Como si el socialismo pudiera construirse en el marco de una sociedad capitalista. Por el contrario, la experiencia de las revoluciones triunfantes nos muestra que la construcción de una sociedad socialista sólo es posible luego de la toma del poder, la instauración de un gobierno obrero y la derrota definitiva de la burguesía.

El único camino sigue siendo la revolución

Quienes tomamos partido por los intereses de la clase obrera sabemos que no podemos tener ninguna confianza en proyectos burgueses, por más progresivos que puedan mostrarse, los que, en definitiva, crean falsas expectativas y retrazan la lucha y la conciencia. Por el contrario, planteamos la necesidad de impulsar la revolución y transitar verdaderamente el camino de la construcción de una sociedad socialista.
De hecho, hay experiencias revolucionarias muy importantes que desembocaron en la derrota por no adoptar y profundizar el proyecto de liberación de clase, el socialismo(7).
En nuestro país y en el mundo entero, los trabajadores siguen sosteniendo con su fuerza de trabajo, cada vez con niveles de mayor explotación, a una clase que sólo busca reproducirse sobre la base del trabajo ajeno. Y con este fin, y no otro, se desatan guerras que devastan pueblos enteros y ocasionan  millones de muertes, se reprime con métodos cada vez más sofisticados a quienes se organizan por mejorar sus condiciones de vida o luchan por una sociedad más justa.
Ésta es la naturaleza del capitalismo, en el que la burguesía, con el correr del tiempo ha tenido que ir modificando superficialmente su forma de dominación para sostenerse en el poder, pero que no ha cambiado lo fundamental.
Por ende, las tareas esenciales para la revolución tampoco han cambiado. Es la burguesía nacional e internacional a la que hay que derrotar y esto implica, hoy, la necesidad de construir un partido revolucionario que asuma las tareas militantes para llevar a cabo la revolución socialista en nuestro país.

NOTAS:
1) Algunos ejemplos de estas medidas son las retenciones al campo, la asignación universal por hijo, el conflicto con Papel Prensa, la ley de medios, la aprobación por ley del matrimonio gay, los juicios a algunos represores del la dictadura del 76, la instauración del museo de la memoria en la ex ESMA, el apoyo en los procedimientos judiciales y la apertura de archivos para la recuperación de nietos expropiados en la última dictadura, los festejos del bicentenario, entre otras.
2) Un ejemplo bien claro fue la confrontación entre el gobierno y los empresarios del campo, donde desde el PJ federal, la UCR, la Coalición Cívica, el GEN, el PRO hasta partidos como el MST y el PCR se ubicaron en defensa del empresariado rural como forma de oponerse al gobierno. Incluso algunas organizaciones que plantean la necesidad de la independencia de clase tuvieron una posición vacilante apenas comenzó el conflicto.
3) Otra organización que en un primer momento simpatizó con el kirchenerismo, para luego distanciarse fue el PCR-CCC.
4) Ideas como ésta, han ido ganando lugar dentro de varios grupos militantes, sobre todo en ámbitos intelectuales como la universidad. Tomamos el ejemplo de la Corriente Julio Antonio Mella porque, si bien es un grupo entre otros, es representativa de esta línea de pensamiento chavista. Esta corriente se propone “romper con un dogmatismo propio del marxismo”, llegando a la defensa explícita de algunas medidas gubernamentales.
5) En su discurso en la Facultad de Derecho en 2003 Fidel Castro, tras el triunfo de la fórmula Kirchner-Scioli sobre sus copartidarios Menem-Romero dijo que “el símbolo de la globalización neoliberal ha recibido un colosal golpe” y que sintió “gran satisfacción y júbilo cuando llegaron las noticias de un resultado electoral en nuestra queridísima Argentina”.
6) Así insiste la misma corriente en una revista del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. 
7) Ver Dossier “Entre el Antiimperialismo y la alianza de clases”, en revista El Revolucionario Nº2.

LA CLASE TRABAJADORA VA RECUPERANDO EL PROTAGONISMO

Como un aporte central para el impulso de la revolución socialista es fundamental desarrollar la organización y la lucha independiente de la clase trabajadora y avanzar en la construcción de una dirección antiburocrática, clasista y combativa para el movimiento obrero.

La lucha revolucionaria y por el socialismo nos exige el desarrollo de la organización de la clase trabajadora en todos sus niveles. En el plano sindical, enfrentando a la burocracia para desplazarla de la dirección de los sindicatos y construir un movimiento sindical clasista, antiburocrático y combativo, que represente, organice y conduzca la lucha de la clase trabajadora. En el nivel político, mediante la construcción del partido revolucionario, que nuclee a la vanguardia de la  clase obrera y el pueblo trabajador, a aquellos que se asuman como revolucionarios y sean consecuentes en la práctica, para desplegar el combate contra la burguesía y el capitalismo en todos los terrenos de lucha.
En esta nota, haremos un análisis de las características de la lucha sindical que desarrolla la clase trabajadora en nuestro país, repasando su situación estructural, su organización antiburocrática y la lucha contra la avanzada de los capitalistas.

La importancia de la clase trabajadora

 En Argentina, la enorme mayoría de la sociedad es parte de la clase trabajadora(1), la única clase que produce, con su trabajo, la riqueza social. Según los datos oficiales, los asalariados constituyen aproximadamente el 94% de la población económicamente activa, estimada en casi 20 millones de habitantes, mientras que los patrones, tan solo, el 6%. Y, entre los asalariados, más del 90% cumplen funciones como operarios o trabajadores sin personal a cargo y solamente una ínfima minoría se desempeña en cargos jerárquicos.
Estos primeros datos, dan cuenta clara del peso que tiene la clase trabajadora en la estructura económica y social del país, al tiempo que reafirman el carácter minoritario de la burguesía, clase que vive de la explotación de la enorme mayoría de la sociedad.
A su vez, dentro de la clase trabajadora, los trabajadores ocupados rondan (siguiendo datos oficiales) aproximadamente el 80%, mientras que los desocupados y los subocupados, el 10% y el 13% respectivamente. Esta situación, también pone en evidencia que la clase trabajadora ocupada, atravesada por una heterogénea realidad laboral(2), constituye el sector mayoritario en Argentina.
En esta situación, cobra singular relieve la clase obrera vinculada directamente a la producción. Es que la cuarta parte de los trabajadores registrados se desempeña en áreas fundamentales para el capitalismo local, como son la industria manufacturera, la construcción, la minería y la actividad agropecuaria(3). Y, a pesar de la fragmentación de la producción a través de las PyMES, que explotan a una buena parte de la clase obrera, aproximadamente la mitad de los obreros vinculados directamente a la producción trabaja para grandes empresas que concentran cientos y, en algunos casos, miles de trabajadores(4). A esto se suma la concentración de la inmensa mayoría de este sector de la clase obrera en los centros urbanos, fundamentalmente Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, que concentran casi las tres cuartas partes de la población económicamente activa de todo el país. A su vez, una importante cantidad del resto de los trabajadores, desarrolla su actividad en sectores también vitales para la economía, como el trasporte, las comunicaciones y los servicios.
Este panorama demuestra la importancia que tiene, en la estructura económica y social de Argentina, la clase trabajadora en su conjunto, y, particularmente, la clase obrera industrial, que se concentra en las grandes fábricas de las principales ciudades del país.

Las direcciones burocráticas

 En la actualidad, si bien se desarrollan importantes conflictos obreros a diario, la gran mayoría son monopolizados por las direcciones burocráticas. Para mantener controlada y disciplinada a la clase trabajadora y sus luchas, la burguesía se encarga de sostener a una casta de dirigentes sindicales que, por sus posiciones políticas, sus métodos y sus privilegios, conforman la burocracia sindical. Esta burocracia es la voz y la representación de los intereses del empresariado y el gobierno entre los trabajadores y es uno de los obstáculos que debe derribar la clase trabajadora para desatar la lucha contra el capitalismo.
En Argentina, la burocracia sindical está representada por la CGT, una central abiertamente empresarial y oficialista, y la CTA, una burocracia más “progresista”, también propatronal y progubernamental(5). Pese al desprestigio de muchos de sus dirigentes, ambas centrales sindicales ejercen una fuerte y casi hegemónica influencia sobre la mayoría de la clase trabajadora argentina. Por esto mismo, entre otros tantos factores, la mayoría de los trabajadores están educados en las ideas de la defensa del capitalismo, de sus instituciones, de su democracia y de la conciliación de clases, como consecuencia de la ausencia de un movimiento antiburocrático que pueda disputar a la burocracia la dirección de la clase obrera.
Sin embargo, a pesar del chaleco de fuerza que impone la burocracia sobre la clase trabajadora, ésta logra ofrecer cierta resistencia a los ataques de las patronales, desbordando y muchas veces enfrentando a la conducción de la burocracia.


La cotidiana lucha de clases

 Durante los últimos años, la clase trabajadora argentina viene recobrando el protagonismo perdido en la vida política nacional. La conflictividad entre trabajadores y capitalistas ocupa un lugar de importancia en la realidad social y pone en evidencia el carácter permanente que tiene la lucha de clases. En su necesidad de aumentar los niveles de explotación de la clase trabajadora para incrementar sus ganancias, los capitalistas arremeten con violencia sobre los salarios y las condiciones laborales, e instrumentan suspensiones y despidos con el mismo objetivo. Por supuesto, esta avanzada constante del capitalismo encuentra resistencia entre los trabajadores y sus organizaciones sindicales.
Así se pone en evidencia, en los conflictos que se desarrollan en forma sistemática, que la clase trabajadora enfrenta la avanzada empresarial(6).
Además, es creciente la importancia de las luchas en el sector privado por sobre el público. En la actualidad, tres de cada cuatro conflictos se producen en el sector privado de la economía(7). Esta situación es demostrativa de la confrontación directa que asume la clase obrera contra la patronal, en cada establecimiento laboral.
Es necesario señalar, además, que los principales rubros donde se desarrollaron la mayor cantidad de conflictos constituyen lo fundamental de la economía capitalista. Desde 2005 a la actualidad, la industria manufacturera, el transporte, el almacenamiento y las comunicaciones se han alternado entre los sectores de mayor conflictividad laboral.
El desplazamiento de las luchas desde el sector público al privado y el protagonismo en las ramas principales de la economía marcan un cambio cualitativo en la lucha del conjunto de la clase trabajadora. Es decir que, si bien en los últimos años la cantidad de conflictos se mantiene relativamente estable, se observa un avance en la calidad de las luchas, ya que se desarrollan en los principales rubros de la actividad económica del país y pone de manifiesto la determinación de enfrentar directamente a los capitalistas en cada lugar de trabajo.
En sintonía con este proceso, uno de los datos más significativos de la conflictividad obrera en los últimos años está relacionado con el carácter de base de las luchas y los reclamos. Se está desarrollando un proceso en el que los organismos de base de la clase trabajadora (Cuerpos de Delegados y Comisiones Internas) van asumiendo un protagonismo creciente en la organización y la instrumentación de las medidas de fuerza contra los capitalistas, poniendo en evidencia el proceso embrionario aún de organización obrera desde cada establecimiento laboral(8). En muchos casos, los conflictos se desarrollan sin, o contra, la representación burocrática(9).
En este escenario, es necesario destacar que esta lucha cotidiana de los trabajadores se desarrolla a pesar de que una escasa porción de la clase trabajadora se encuentra sindicalizada, aproximadamente el 37%, y pese a que sólo el 12,4% de las empresas que operan en el país cuenta con presencia de delegados sindicales(10).
Todo esto pone en evidencia el lugar de importancia que está ocupando la lucha sindical de la clase trabajadora contra la burguesía, sobre todo en el sector privado de la economía y en rubros tan delicados para el capitalismo, como la industria y el transporte. Al mismo tiempo, son demostrativos del proceso, incipiente aún, de organización independiente, desde cada lugar de trabajo, sin la tutela o directamente contra la burocracia sindical de la CGT y la CTA, que protagoniza la clase trabajadora argentina.

 El movimiento independiente

 Entre todos los conflictos y luchas desarrollados en los últimos años, se han destacado experiencias tan importantes como las del Subte(11), Kraft, Fate, Arcor, Zanón, el Hospital Garrahan, los SUTEBAs recuperados, entre tantas otras.
Sin dudas, todas estas experiencias reflejan el punto más avanzado al que ha llegado la clase obrera en los últimos años en organización y lucha, en el plano sindical, contra la burguesía, sus gobiernos y la burocracia. Son experiencias construidas a lo largo de varios años y que representan los ejemplos más importantes de organización independiente, donde los obreros han recuperado (o construido, como en el caso del subte) los organismos sindicales, como los Cuerpos de Delegados, las Comisiones Internas y las Seccionales, y han apelado a los métodos de lucha de los trabajadores, como la huelga, el piquete, el sabotaje, la movilización y la ocupación de la planta o, como en Zanón, la puesta en marcha de la producción bajo el control obrero. Estas experiencias del movimiento independiente, en su momento, han puesto en el centro de la escena política el debate planteado por los trabajadores y se han constituido en ejemplos para el conjunto de la clase trabajadora.
En cada una de estas luchas puntuales, toda la clase trabajadora ve una referencia a seguir. Por eso, el encono con el que las ataca toda la burguesía, con su amplio arsenal: gobierno, justicia, represión, burocracia, prensa, como se evidenció en el conflicto de Kraft. Es que en cada uno de estos conflictos se enfrentan, a pequeña escala, los trabajadores y los capitalistas, como clase. Se dirime quién se impone en la batalla. Por eso, una derrota se convierte en un importante revés para todos los trabajadores y en un fortalecimiento de las filas de los capitalistas. El caso del paso a la burocracia de un sector del Cuerpo de Delegados del subte, es un ejemplo de esto. Asimismo, un triunfo de los obreros en lucha robustece los ánimos y la predisposición a la pelea de toda la clase trabajadora, como ocurrió con la ruptura del techo salarial impuesto por los obreros de la alimentación, que repercutió favorablemente en otros rubros(12).
En la actualidad, sin dudas, existe y, no exento de contradicciones, se desarrolla un movimiento de los trabajadores independiente de la burocracia sindical, de los gobiernos de turno y de los capitalistas. Una prueba irrefutable de ello, han sido los sucesivos encuentros obreros celebrados en la zona norte del Gran Buenos Aires, donde está radicada una de las concentraciones fabriles más importantes del país. Hace más de tres décadas que no se desarrollaba en Argentina un encuentro obrero de semejantes características (antiburocrático y antipatronal) y de tales dimensiones (casi 500 delegados y activistas sindicales). Sobre la base de innumerables conflictos, luchas y experiencias sindicales, se ha logrado avizorar una perspectiva de coordinación y fortalecimiento de la organización y la lucha de la clase trabajadora.
El movimiento independiente aun es incipiente y representa a un sector muy reducido de la clase trabajadora. Es una tarea central del momento el fortalecimiento de este movimiento que pueda enfrentar a la burocracia sindical y se plantee como una alternativa para la lucha de los trabajadores.

Por una dirección antiburocrática, clasista y combativa

 Hoy, la clase trabajadora argentina carece de una dirección antiburocrática, clasista y combativa.
Entre las corrientes políticas que intervienen y tienen cierta influencia en el movimiento sindical por fuera de la burocracia, se encuentran las que no bregan por la independencia de clase, sino por las alianzas con algún sector de la burguesía o de la burocracia sindical(13). Estas organizaciones están muy lejos de convertirse en una alternativa real para la clase obrera, ya que no confían en la fuerza de los trabajadores, por eso depositan sus esperanzas en el auxilio de sectores enemigos de la clase obrera, como los capitalistas y los burócratas.
Por otro lado, existen varias organizaciones y experiencias de lucha que abrazan las banderas de la independencia de clase. Sin embargo, por sus concepciones políticas, estas organizaciones enarbolan el pacifismo y la denuncia de los métodos de lucha que no se ajustan a la legalidad del régimen; y promueven un falso atajo institucional, que deposita en las elecciones la confianza que no tienen en la lucha(14). De este modo, si bien son parte integrante del movimiento independiente de los trabajadores, muchas veces ponen un freno a la lucha de la clase obrera contra los capitalistas y los burócratas.
En los límites que encuentra la lucha reivindicativa de la clase trabajadora se pone de manifiesto la ausencia de una dirección antiburocrática, clasista y combativa. La decisión política de no impulsar más allá de los carriles institucionales la lucha obrera contra la burguesía por parte de organizaciones reformistas se evidencia por ejemplo en la falta de preparación para resistir los golpes de la represión en cada conflicto.
El escándalo en el último encuentro obrero de zona norte, al que organizaciones como el PO directamente ignoraron, también evidencia la carencia de una organización que priorice el desarrollo organizativo de los trabajadores y no las apetencias electoralistas, como hicieron el PTS y el MAS(15), intentando dirimir sus diferencias sobre candidaturas en ese ámbito o “construir un gran partido de los trabajadores”(16), confundiendo las organización sindical con la partidaria.
En la actualidad, la clase obrera destaca un conjunto cada vez más importante de activistas y delegados antiburocráticos para la lucha. Esto constituye un gran paso adelante, que debemos extender y desarrollar para construir una dirección clasista y combativa, que sea parte protagónica y oriente el cauce de la organización y la lucha sindical, como parte fundamental para el enfrentamiento general contra la burguesía.

 

Conclusiones

 Como hemos visto, es la clase trabajadora, la inmensa mayoría de la sociedad, quien hace funcionar el país.
Además, el sector ocupado en las ramas fundamentales de la economía nacional posee un peso considerable en la estructura económica y social argentina y existen importantes concentraciones obreras en las grandes fábricas de los principales centros urbanos.
En los últimos años, pese a que, en su gran mayoría, la clase trabajadora se encuentra encorsetada, política y organizativamente, por la burocracia sindical de la CGT y la CTA, la lucha obrera viene recuperando el protagonismo perdido. La conflictividad obrera se fue desplazando de los sectores estatales a los de la industria, el transporte y las comunicaciones, evidenciando un avance cualitativo en la lucha de la clase trabajadora porque, además, de la mano de este proceso, se va poniendo de manifiesto el insipiente cuestionamiento a las direcciones burocráticas, a través del desarrollo de conflictos conducidos por los organismos sindicales de base.
Hoy, sobre la base de este proceso de desarrollo de la lucha sindical en los sectores más importantes del proletariado argentino, va apareciendo un movimiento sindical independiente de los capitalistas, los gobiernos y la burocracia sindical.
En este escenario, y ante lo incipiente del movimiento independiente, es necesario contribuir al desarrollo de la organización clasista, antiburocrática y combativa de la clase trabajadora desde cada lugar de trabajo, desde cada coordinación, para avanzar en este sentido y forjar, al calor de la lucha, otra dirección para la clase obrera argentina. Esta tarea, junto a la construcción del partido revolucionario de la clase obrera, es fundamental para avanzar por el camino de la revolución socialista.

NOTAS:
1) Para ver un panorama más amplio de la estructura social en Argentina, y de la clase trabajadora en particular, ver nuestro “Análisis de Situación 2010”, en http://blog-otr.blogspot.com.
2) Entre los trabajadores ocupados, un alto porcentaje trabaja “en negro”. De los aproximadamente 15 millones de trabajadores ocupados que existen en la actualidad, entre 5 y 6 millones se encuentran en negro, y entre 9 y 10 millones, en blanco. Además, hay cerca de 2 millones de trabajadores “autónomos”. Hay que tener en cuenta que estos números son aproximados ya que es de público conocimiento que las estadísticas son manipuladas según quién las realice.
3) En esta relación no consideramos a los trabajadores en negro que, como hemos visto, oscilan entre el 33% y el 40% del total de trabajadores.
4) Algunos ejemplos: Arcor tiene 20.000 obreros; Telefónica, 10.000; Ledesma, 7.300; Peugeot, 5.900; Siderar, 5.700; Wolkswagen, 5.600; IMPSA, 5.6000; Molinos, 5.000; Cargill, 4.400; Quilmes, 3.700; Sancor, 3.700; La Serenísima, 3.600; Ford, 3.200; Kraft, 3.200; Toyota, 3.000...
5) Para ver el historial de los principales dirigentes de la CGT y la CTA, ver nuestra sección “Desfile de burócratas”, disponible en http://blog-otr.blogspot.com.
6) Por ejemplo la CTA en su informe “Estudios sobre conflictividad laboral y negociación colectiva”, elaborado por el Observatorio del derecho social que publica desde mayo de 2005 hace mención a que se produce un conflicto laboral por día y que la gran mayoría de estos conflictos se vinculan a reclamos salariales y a la lucha contra las suspensiones y los despidos, como respuesta a la crisis capitalista.
7) De 2005 en adelante, los conflictos en el ámbito privado ascendieron del 57% al 74%, registrado en el primer trimestre de este año. (62% en 2006, 68% en 2007, 74% en 2008 y 2009).
8) En el año 2006, el 73% de los conflictos en el sector privado se desarrolló a nivel empresa, con el protagonismo de la representación sindical en cada lugar de trabajo. Ese porcentaje, con la excepción del año 2007 (68%), ascendió (75% en 2008, y 78% en 2009) hasta alcanzar el 89% actual, que evidencia el proceso de organización obrera desde cada establecimiento laboral.
9) Este porcentaje oscila entre el 12% y el 15% de los conflictos sindicales.
10) El detalle de la presencia de delegados por empresa es el siguiente: de las PyMES con entre 10 y 49 empleados, sólo el 7,5% cuenta con delegados sindicales; de las empresas con entre 50 y 200 trabajadores, sólo el 27,7%; y de las grandes empresas con más de 200 empleados, se llega al 52,2%.
11) Si bien la experiencia del Subte es una de las más importantes de los últimos años y se ha referenciado como la vanguardia del movimiento obrero, recientemente, debido a las posiciones políticas de varios de sus dirigentes, la burocracia de la CTA ha cooptado a una buena parte de los delegados del subte, integrándolos a la lista de Yasky. Ver este proceso en “El ingreso del subte a la CTA”, en ER Nº60, agosto de 2010, disponible en http://blog-otr.blogspot.com.
12) A raíz de la ruptura del techo salarial con la lucha de la alimentación protagonizada por los obreros cordobeses de Arcor, los trabajadores de empresas como Fate y Metrovías tomaron las banderas de un aumento salarial similar al obtenido por el gremio alimenticio.
13) Es el caso del PCR, el MST e IS que apoyaron al empresariado rural en su disputa con el gobierno kirchnerista. Los dos primeros sumaron su apoyo a la burocracia de De Gennaro/Micheli contra Yasky. Esto, por no hablar del PC que hace mucho ya se ha pasado abiertamente a las filas de la burguesía.
14) Entre estas organizaciones contamos al PO, al PTS y al MAS, entre otras.
15) Ambas organizaciones rompieron el encuentro al pretender imponer sus propios candidatos en las listas para las elecciones de la CTA. Finalmente, cada una impuso a un militante propio a la cabeza de las listas de oposición de la central.
16) Esta consigna, enarbolada hoy por el PTS, es la expresión del reformismo encarnado también por otras organizaciones, como el PO y el MAS. Buscan fundir la organización sindical con la revolucionaria, confundiendo sus tareas y exigiéndole al movimiento sindical que levante consignas propias de un partido revolucionario y al partido que se amolde al sindicalismo. Esta concepción de partido sobre la base de los sindicatos o del sindicalismo es parte de una estrategia de poder que no contempla la lucha revolucionaria por el socialismo, y que implica, en los hechos, la orientación hacia un camino gradual de reformas, movilizaciones y huelgas, no sólo que no rompan, sino que también se adapten al régimen institucional de la burguesía.


LA CLASE OBRERA ES EL SUJETO DE LA REVOLUCIÓN

Los enemigos declarados del marxismo y, por ende, de la revolución socialista, han hecho, y continúan haciendo, denodados esfuerzos por negar los pilares del marxismo revolucionario. Pretenden negar, por ejemplo, la división de la sociedad en dos clases sociales antagónicas y la lucha ininterrumpida entre éstas. Algunos diluyen la división clasista de la sociedad invocando unos supuestos “intereses comunes de toda la sociedad”. Otros, reconociendo la existencia de la clase obrera y la burguesía, bregan por una imposible conciliación entre los intereses de unos y otros. Ambas posiciones, y los incontables matices intermedios entre una y otra postura, niegan y combaten los intereses y las aspiraciones de la clase trabajadora, preservando la realidad existente en la que impera el dominio de los capitalistas.
Sin embargo, muchas veces, los ataques más camuflados a la teoría de la lucha de clases y, por ende, a la lucha revolucionaria de la clase obrera por el poder, provienen desde las filas de los que se refieren a la necesidad del “cambio social” o de la “construcción de poder popular”, eufemismos que muchas veces son empleados para no referirse a la revolución socialista y mucho menos a la toma del poder por parte de la clase trabajadora. Para ello, hay quienes han revisado la teoría de Marx (aunque en muchos casos también la han ignorado o directamente la han combatido) y, sin dejar de reconocer que la sociedad se encuentra dividida en clases que luchan entre sí, han negado a la clase obrera como el sujeto de cambio, es decir, como el único capaz de desarrollar la lucha de clases por el camino de la revolución y el socialismo; o han planteado que debido a las diversas formas que reviste la explotación, la esencia de ésta y, por ende, del capitalismo, requiere abandonar la perspectiva de la revolución con la clase trabajadora como actor principal. En este afán, han aparecido conceptos antimarxistas que “reemplazan” a la clase obrera por las llamadas “multitudes”, como lo ha hecho Toni Negri y lo reprodujo en nuestro país Luis Mattini; o surgen formulaciones igualmente antimarxistas, como la de “sujeto-pueblo”, adoptada por el PC. Todas estas concepciones niegan la existencia de la clase obrera como una clase independiente enfrentada irreconciliablemente a la burguesía y, por eso mismo, la lucha por la revolución socialista.
Otras tendencias, en cambio, desorientadas por la coyuntura o directamente impulsadas por un espíritu oportunista, trasladan a otros sectores sociales el papel principal que tiene la clase obrera en la lucha por la revolución socialista, como sucedió en nuestro país con el auge del movimiento de desocupados.
En la mayoría de los casos, se hace referencia a la “desaparición” de la clase obrera como tal, como clase independiente capaz de llevar la lucha por el camino de la revolución y el socialismo.
Pese a los cambios producidos en la realidad laboral a lo largo de los años, el capitalismo mantiene y se sostiene sobre la explotación de la clase obrera. La fragmentación de la clase trabajadora a través de la proliferación de la PyMES, la disminución de la cantidad de obreros en cada fábrica debido al progreso técnico, la tercerización instrumentada por las grandes empresas, y la precariedad laboral bajo todas sus formas (desocupación, trabajo en negro, con contratos basura, con monotributo...), no alteran lo fundamental de las relaciones sociales entre la clase trabajadora y la burguesía. Una minoría de capitalistas sigue siendo la propietaria de los medios de producción. La mayoría trabajadora no tiene otra alternativa que vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, bajo la explotación del sistema. Al mismo tiempo, sigue siendo la clase trabajadora la única capaz de poner y mantener en funcionamiento, o no, los pilares fundamentales de toda la economía, como son las fábricas, los transportes y las comunicaciones.
Por todo esto, el rol de la clase trabajadora en la estructura económica y social de la sociedad y su lucha irreconciliable contra la burguesía tiene una importancia central para derrotar al capitalismo.

LOS ESTUDIANTES PUEDEN JUGAR UN IMPORTANTE PAPEL EN LA LUCHA CONTRA EL CAPITALISMO



Asambleas multitudinarias, organización en comisiones de base, coordinación de planes de lucha, tomas de escuelas y universidades, cortes de calles y puentes, movilizaciones… La intervención del movimiento estudiantil es una muestra de lo que este sector puede aportar a la lucha del pueblo trabajador. Está en nosotros ser capaces de desarrollarlo en toda su potencialidad.

El estudiantado es un sector que muchas veces realizó grandes aportes, no sólo a la lucha general del pueblo, sino incluso a la lucha revolucionaria por el socialismo. Por un lado, porque numerosos estudiantes han participado y ganado lugares de honor en las más destacadas organizaciones y movimientos revolucionarios como el partido bolchevique, el M26 cubano o el PRT argentino, por nombrar sólo algunos. Pero además, el estudiantado ha participado como movimiento activo, con gran capacidad de lucha, erigiéndose como un sector de peso que acompañó a la clase trabajadora en su lucha revolucionaria. Esto fue así tanto en jornadas históricas en nuestro país, como sucedió en los ’60 y ’70, con pico en el Cordobazo, como en otros grandes procesos de lucha como, por ejemplo, la revolución sandinista que conquistó el poder en 1979 en Nicaragua.
Siendo evidente la importancia de este sector popular, lo que es preciso ahora es poner en discusión por qué carriles podemos aportar a su desarrollo.
En lo que hace al primer aspecto, nuestro planteo es claro y breve: los estudiantes que hagan suyo el programa de la clase trabajadora comprometiéndose con la revolución socialista, del mismo modo que los militantes del resto de los frentes de lucha que abracen este programa, deben organizarse políticamente, contribuyendo a la formación de un partido revolucionario y, en ese proceso, aportando a las organizaciones que impulsamos esa estrategia. Como hemos dicho, la participación de compañeros provenientes del estudiantado en las organizaciones revolucionarias, ha sido, y seguirá siendo, un aporte de gran importancia para la lucha revolucionaria por el socialismo.
Ahora, toquemos el segundo aspecto, mucho más descuidado: el problema de desarrollar un movimiento estudiantil combativo, antiburocrático y con conciencia política que pueda aportar en su intervención como movimiento popular, a la lucha de los trabajadores.
Si bien esta potencialidad del estudiantado es reconocida por gran parte del activismo, debemos subrayar que hay todo un arco de militantes estudiantiles de izquierda que, en lugar de trabajar en forma constante por la organización de un movimiento estudiantil de lucha desde las bases, se  orienta (a veces exclusivamente) a la acumulación para sus propias fuerzas políticas, esperando que el movimiento estudiantil se desarrolle espontáneamente.
Esta orientación la tienen incluso numerosas fuerzas que dirigen centros de estudiantes y federaciones como la FUBA. En este caso, la responsabilidad es mucho mayor, pues son los mismos dirigentes de las herramientas gremiales estudiantiles los que, mientras utilizan los centros de estudiantes como plataforma de propaganda para su organización, dejan de lado su responsabilidad como impulsores de la lucha y organización desde las bases del movimiento estudiantil. Por supuesto, no consideramos que los compañeros deberían “esconder” sus organizaciones y dedicarse “exclusivamente” a los aspectos gremiales, pero no deberían hacerlo en desmedro de lo que es su responsabilidad como dirección gremial: la organización del conjunto del movimiento para que esté en condiciones de pelear por conquistas reivindicativas, económicas, académicas, etc(1).
Ante esta dinámica, es habitual que la tarea de organización permanente y desde la bases sea sostenida por agrupaciones combativas y activistas independientes a partir del impulso de organismos fundamentales como las comisiones de base y las asambleas. Habitualmente ignorados y a veces incluso boicoteados por las direcciones estudiantiles que rehuyen del trabajo sindical, estos nucleamientos suelen ser los que construyen programas e incluso logran imponer planes de acción para la movilización del conjunto del movimiento estudiantil, obligando a las direcciones a incorporarse a la lucha.
Como decíamos más arriba, el movimiento estudiantil puede ser mucho más. Pero un movimiento estudiantil, por ejemplo, como el del Cordobazo, se construyó en una infinidad de luchas reivindicativas, por el comedor estudiantil, las becas, y demás metas gremiales, durante largos años, en luchas combativas, que incluso le costaron la vida a militantes estudiantiles como Santiago Pampillón, Adolfo Ramón Bello, Juan José Cabral, o Norberto Blanco. Sólo con esa acumulación, con centros de estudiantes que forjaron una tradición de lucha, que asumieron su lugar como dirección gremial del estudiantado, se pudo alcanzar un movimiento de tanta fuerza que pudiera, como lo hizo, estar codo a codo con el movimiento obrero en algunas de las jornadas de lucha más importantes que hubo en nuestro país.
Plantear recuperar esta perspectiva de lucha para nuestro movimiento estudiantil es absolutamente posible, pero no se da por generación espontánea, sino que debe ser abonado con una militancia consecuente que se proponga desarrollar un movimiento de lucha, combativo, antiburocrático, que construya la lucha con la participación de las bases, en asambleas y comisiones, y que reconozca y asuma el plano reivindicativo del estudiantado como algo constitutivo de un movimiento que está aún pendiente de ser desarrollado. Sólo por este camino podremos forjar un movimiento combativo, fogueado en la lucha, que pelee en las calles y retome los métodos que históricamente supo adoptar el movimiento estudiantil.
Por  supuesto, hoy hay compañeros, organizados e independientes, que militan con esta perspectiva. Compañeros que, tanto siendo dirección en centros de estudiantes, como asumiendo esas tareas desde la base, en comisiones y asambleas, llevan adelante una militancia cotidiana para construir programas de lucha que puedan ser tomados por el movimiento estudiantil (por el edificio, por el comedor, en defensa de los programas de estudio...) y que impulsan la lucha del movimiento para que se forje en esa práctica militante y pueda desarrollarse activa y políticamente. Ahora precisamos profundizar ese camino, para poder avanzar en la construcción de un movimiento estudiantil combativo y antiburocrático que pueda pelear junto a la clase trabajadora en una lucha más general contra la explotación.
En ese sentido, es fundamental extender la influencia de aquellos centros de estudiantes que tienen una práctica de organización y lucha desde las bases, y, al mismo tiempo, construir y desarrollar agrupaciones antiburocráticas y de lucha que disputen la dirección en aquellos centros que hoy no están orientados en esta perspectiva de lucha, ya sea porque son dirigidos por sectores propatronales, o porque las organizaciones de izquierda que los encabezan no asumen su responsabilidad gremial de organizar al estudiantado para luchar.
Los estudiantes pueden dar mucho a la lucha contra el capitalismo y por la revolución, y es momento de redoblar esfuerzos para aportar en este sentido.

NOTAS:
1) Estas prácticas están bastante generalizadas. Incluyen desde organizaciones partidarias, tanto stalinistas (PCR y otras) como del trotskismo reformista (PO y otras), hasta movimientos chavistas como La Mella, o grupos que reivindican a dirigentes revolucionarios como el Che y Santucho.

LA EXPERIENCIA DE ORGANIZACIÓN Y LUCHA DEL MOVIMIENTO OBRERO (1970-1975)

 

Durante la primera mitad de la década del ´70, el movimiento obrero independiente desarrolló altos niveles de organización en nuestro país, logrando la recuperación de numerosas comisiones internas y varios sindicatos, que estaban bajo el dominio de la burocracia. Este movimiento, que alcanzó importantes definiciones y prácticas clasistas y antiburocráticas, protagonizó históricas jornadas de lucha, enfrentando la acción conjunta de las patronales, la represión estatal y la burocracia sindical peronista.

El Cordobazo fue la expresión más destacada de una serie de levantamientos y movilizaciones que se produjeron en 1969 en varias de las ciudades más importantes del país. Los trabajadores, a la cabeza de otros sectores populares, se movilizaron contra los planes de ajuste impulsados por el gobierno de Onganía y enfrentaron por largas horas la represión policial y militar.
Desde aquel momento, fueron creciendo y desarrollándose, dentro del movimiento obrero, distintas experiencias clasistas y antiburocráticas, que agudizarían la lucha de clases, ubicando a la clase trabajadora como una clara protagonista de aquellos años. Desde las comisiones internas, los sindicatos y las coordinadoras, se impulsó la organización y la lucha para conseguir reivindicaciones inmediatas, como aumentos salariales o mejores condiciones laborales, alcanzando, también, en muchas oportunidades, un marcado carácter antidictatorial y antigubernamental. Ni siquiera el retorno de Perón al gobierno(1), con todas las expectativas que esto generó en aquel momento para una buena parte del pueblo trabajador, fue suficiente para desactivar la organización independiente y la combatividad del movimiento obrero.
Esta fracción del movimiento, que le disputó el poder a la burocracia sindical, y que protagonizó históricas jornadas de lucha, estuvo dirigida por distintas organizaciones, tanto peronistas, como la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) de Montoneros o el Peronismo de Base (PB), como marxistas. Entre estas últimas, que fueron, sin dudas, quienes más contribuyeron en el avance de conciencia de clase y quienes aportaron el carácter clasista al movimiento, fue el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) el de mayor importancia, teniendo también participación el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO), Vanguardia Comunista (VC), el Grupo Obrero Revolucionario (GOR) y Política Obrera (PO), entre otras.

Un movimiento antiburocrático y clasista

Como sucede en la actualidad, por esos años, la burocracia sindical representaba uno de los escollos más importantes para el avance de la organización independiente de los trabajadores. Rucci y Lorenzo Miguel, se sucedieron como los máximos exponentes de esta burocracia que, como brazo sindical del proyecto peronista, funcionó como claro impulsor de las políticas de ajuste del gobierno de Perón (como la aplicación del Pacto Social), al tiempo que formaba parte de las patotas y grupos de tareas que persiguieron y enfrentaron, tanto al activismo sindical independiente, como a referentes de otras organizaciones populares.
Por lo tanto, la confrontación directa con la burocracia sindical se transformó en un eje central de las luchas de toda la etapa. Dentro de las plantas, al rol conciliador con la patronal, las prebendas, los dirigentes o delegados alejados de los puestos de trabajo, que caracterizaron al funcionamiento de la burocracia, el nuevo movimiento independiente le opuso un nuevo funcionamiento(2), con discusión en asamblea, licencias gremiales rotativas, que garantizaban que los delegados continuaran trabajando junto a sus compañeros y el entendimiento de que sólo manteniendo la independencia con respecto al estado y a través de la confrontación con la empresa era posible avanzar con las reivindicaciones de los trabajadores.
Al mismo tiempo, una parte importante de este nuevo movimiento antiburocrático, alcanzó a levantar importantes posiciones clasistas, sosteniendo la necesidad de mantener la independencia de la clase obrera y reconociendo los intereses antagónicos e irreconciliables con la patronal, la clase capitalista de conjunto, sus gobiernos y su estado. Así sucedió, por ejemplo, en los sindicatos de Fiat, SiTraC y SiTraM dónde los trabajadores lograron levantar posiciones de independencia de clase con respecto a cualquier alternativa patronal.

Los métodos

Las distintas experiencias del movimiento clasista y antiburocrático dejan una enseñanza muy importante con respecto a dos características que marcaron el eje de su existencia: la democracia sindical, con una importante participación de base, y la combatividad.
“Un balance del año 1973 en la Zona Norte del Gran Buenos Aires, desde la asunción del gobierno de Cámpora (fines de mayo de 1973), arroja un promedio documentado de una toma fabril por mes, con resultados exitosos. En estas ocupaciones, además del progresivo grado de organización (que incluía toma de rehenes y medidas de autodefensa), se destaca la masiva intervención de las bases obreras, encabezadas por el activismo político de izquierda. También, como resultado de la actitud tomada por las direcciones burocráticas, éstas perdieron el control de los organismos de base fabril (cuerpos de delegados, comisiones internas) a manos de un conjunto de activistas políticos y trabajadores independientes”(3). Las cifras que se exponen en este relevamiento estadístico, que acompaña el análisis de la situación, son demostrativas de la dimensión y la importancia del proceso de organización independiente de la clase trabajadora y de los altos niveles de combatividad que se habían alcanzado.
Ante la negociación con la patronal, siempre a espaldas de los trabajadores, la desmovilización y la desorganización promovidas por los distintos sectores de la burocracia sindical, el movimiento independiente se destacó por una importante participación desde las bases, tanto en los ámbitos de discusión y decisión, a través de asambleas y reuniones de delegados, como al momento de la acción, formando parte de masivas movilizaciones, tomas de plantas, huelgas u otras actividades.
De esta forma, gracias a la participación y el impulso desde las bases, en más de una oportunidad se logró expulsar a la burocracia, conquistando la dirección de las comisiones internas e, incluso, de los sindicatos, como los casos de Fiat en Córdoba o de la UOM de Villa Constitución.
El otro rasgo distintivo, y fundamental, fue la acción directa y los destacados niveles de combatividad alcanzados por los trabajadores. Así, se repitieron innumerables veces importantes movilizaciones obreras que debieron enfrentar a las fuerzas represivas, como sucedió en Córdoba en 1971, durante el Viborazo.
También se hicieron frecuentes, lo que evidencia el alto nivel de combatividad, las ocupaciones de fábrica, en muchos casos tomando como rehenes a sus directivos y utilizando, por ejemplo, combustible o explosivos para garantizar el éxito de la medida. La experiencia y los balances realizados entonces, marcan que fueron las acciones de esta contundencia las que permitieron alcanzar y garantizar importantes conquistas, como considerables mejoras en los convenios colectivos (los mejores en toda la historia para nuestro país), la reducción de los ritmos de trabajo o la reincorporación de compañeros despedidos.
Al mismo tiempo, la necesidad de enfrentar los ataques que indistintamente realizaban las patotas sindicales, la AAA o los grupos policiales, llevaron a la organización de la autodefensa armada por parte de los trabajadores en numerosos conflictos.
Todos estos aspectos caracterizaron a este movimiento obrero independiente, que se fue forjando al calor de la lucha y el enfrentamiento con las patronales, los distintos gobiernos y la burocracia sindical. Estas luchas se presentaron, no sólo en las experiencias más destacadas de la época, sino en la multiplicidad de conflictos que se daban prácticamente a diario a lo largo y ancho del país, lo que resalta aún más lo valioso de este proceso de organización de la clase trabajadora.

Las experiencias

Entre los ejemplos más importantes de la organización independiente de los trabajadores en aquellos años, se destacaron las experiencias de los sindicatos clasistas de Fiat, SiTraC y SiTraM, las luchas en Villa Constitución, con la recuperación de la UOM local, y las Coordinadoras Interfabriles que, con auge en los meses de junio y julio de 1975, aglutinaron a comisiones internas, cuerpos de delegados y activistas de cientos de fábricas en la provincia de Buenos Aires, centralizando la lucha contra el ajuste y la represión impulsados desde el gobierno peronista.

SiTraC-SiTraM

Los trabajadores de Fiat Concord y Fiat Materfer(4) protagonizaron una de las experiencias más importantes en la historia del movimiento obrero de nuestro país.
En 1970, la burocracia que estaba al frente del SiTraC firmó un acuerdo con la empresa, pasando por encima de la decisión de los trabajadores que ya habían rechazado anteriormente esa misma propuesta. Ante esto, en una nueva asamblea, los obreros de Fiat Concord decidieron y llevaron adelante la ocupación de la planta, tomando como rehenes a los directivos de la empresa y exigiendo la renuncia de toda la comisión directiva del sindicato. Después del triunfo de la toma, la asamblea eligió una nueva comisión directiva entre los mismos trabajadores que se habían destacado en el conflicto y que, posteriormente, fue ratificada en elecciones. De esta forma, de un importante proceso de lucha surgió una nueva dirección para el sindicato que asumió posiciones clasistas, cambiando radicalmente el funcionamiento gremial al interior de la empresa.
Tras un proceso similar, siguiendo el ejemplo de sus compañeros de Concord, los trabajadores de Fiat Materfer lograron también recuperar el sindicato, que se encontraba en manos de la burocracia. Entre ambos sindicatos de esta multinacional automotriz, reunían alrededor de 4.000 trabajadores.
Durante el proceso encabezado por la nueva conducción clasista de los sindicatos de Concord y Materfer, gracias a las medidas de lucha llevadas adelante (como numerosos paros por turno, actos y movilizaciones) y con una gran participación de los trabajadores, se consiguieron importantes conquistas al interior de las plantas, como, por ejemplo, la baja de los ritmos de producción y el desacople de tareas, además de la puesta en discusión sobre la insalubridad de determinadas  actividades.
Por otra parte, cuando la empresa realizó un primer intento por desarticular el nuevo sindicato, despidiendo a dos delegados y cuatro miembros de la comisión directiva, la respuesta de los trabajadores fue contundente. Se produjo una nueva toma de la fábrica con rehenes, que también resulto triunfante, ganándose la reincorporación de todos los compañeros despedidos. “La respuesta fue la toma de la fábrica, y la ganamos. La empresa tuvo que dar marcha atrás. (…) Y hacerla retroceder en 48 horas y tener que admitir a sus empleados de nuevo en la dirección del gremio, para ellos fue una de las derrotas más rotundas que sufrieron” (5).
Además, los trabajadores del SiTraC-SiTraM tuvieron un rol protagónico en las masivas movilizaciones de marzo del ´71, conocidas popularmente como “Viborazo” o “segundo Cordobazo”, que hicieron caer al gobernador Uriburu y aceleraron el recambio de Levingston, a nivel nacional.
 
Villa Constitución

Desde el inicio de la década del ´70 los trabajadores del complejo metalúrgico de Villa Constitución, conformado principalmente por las empresas Acindar, Metcon y Marathon, protagonizaron un ascendente proceso de lucha. Desde formas organizativas clandestinas, para evadir la persecución y la represión patronal, hasta alcanzar masivas asambleas con contundentes medidas de lucha, la experiencia de los obreros metalúrgicos de Villa Constitución, que tuvo como uno de sus objetivos centrales al enfrentamiento con la burocracia sindical, se levantó como una de las más importantes en la historia del movimiento obrero de nuestro país.
A comienzos del ´74, se agudizó la confrontación con la burocracia metalúrgica de Lorenzo Miguel, como consecuencia del levantamiento de las elecciones gremiales. Con asambleas masivas y una importante participación de los trabajadores de las distintas empresas, se comenzó un plan de lucha que incluyó paros totales y la toma de fábricas con rehenes, como sucedió en Acindar. La contundencia de la lucha, que contó además con una activa solidaridad del pueblo y los trabajadores de la zona, terminó por torcerle el brazo al gobierno y a la burocracia, que debió reestablecer la convocatoria a elecciones. Éstas, finalmente, se llevaron adelante a fines del ’74 y, con la participación de más de 4.000 trabajadores metalúrgicos, consagraron a la Lista Marrón como la nueva conducción de la UOM local. De esta forma, la lista que agrupaba a los trabajadores que habían protagonizado el histórico proceso de lucha, conocido como el “primer villazo”, meses atrás y que levantaban un programa de defensa de la organización independiente de los trabajadores, accedió a la dirección del sindicato, asestando un duro golpe a la burocracia.
Pocos meses más tarde, ante la intervención del gremio y una brutal avanzada represiva del gobierno peronista, los trabajadores protagonizaron otro importantísimo proceso de lucha. Más allá de que la resistencia obrera fue, finalmente derrotada, la extensión de la huelga total en las empresas en conflicto en Villa Constitución por más de 50 días (a pesar incluso de que la mayor parte de los dirigentes gremiales ya estaban presos), la activa solidaridad desplegada por los obreros de otros establecimientos, las ocupaciones de fábrica y la organización de la resistencia y la autodefensa armada de los trabajadores que enfrentaron los ataques que indistintamente descargaban las fuerzas policiales y las patotas sindicales o de la AAA, representan, sin dudas, uno de los ejemplos más destacados de la potencialidad de lucha y organización del movimiento obrero. 

Las Coordinadoras Interfabriles

A mediados de 1975 se produjo otra de las experiencias más importantes en la historia del movimiento obrero de nuestro país. En respuesta al anuncio de un plan ajuste por parte del flamante ministro de economía del gobierno de Isabel, Celestino Rodrigo, que implicaba una importante devaluación del peso, que disparó los precios, la suspensión de paritarias y el establecimiento de techos salariales, se lanzó un importante plan de resistencia, que principalmente en el Gran Buenos Aires, evidenció la importantísima capacidad de lucha que el movimiento obrero había adquirido tras un trabajo de años de organización independiente y confrontación con la burocracia sindical y las patronales.
Se avanzó en la coordinación por ramas de actividad y, principalmente, por zonas, agrupando distintas seccionales recuperadas, comisiones internas y cuerpos de delegados.
De esta forma, a través de las coordinadoras interfabriles del Gran Buenos Aires, se impulsó un histórico plan de lucha, con paro total de actividades y multitudinarias movilizaciones. Así lo relataba, por ejemplo, el PRT: “El jueves 3 [de julio de 1975] el proletariado de Buenos Aires escribió una de las mejores páginas de su historia hasta nuestros días. Al norte desde Pacheco, acaudillados por los obreros de Ford Motors Argentina, más de 15.000 obreros se lanzaron por la ruta Panamericana en una interminable caravana (…) en dirección a la Capital Federal.(…) La presencia de las fuerzas represivas enardeció más a los trabajadores. Ese mismo día, y encabezados por los trabajadores de Propulsora Siderúrgica y Astilleros, el grueso de los obreros de Ensenada y de La Plata iniciaron con redoblada combatividad y energía la marcha hacia la Capital Federal”(6).
Cabe insistir, una vez más, en que estas jornadas, lejos de la espontaneidad y la improvisación, representaron el punto más alto de un proceso de años de organización y de lucha independiente del movimiento obrero. Proceso que incluyó tanto la acumulación y el aprendizaje a través de experiencias previas de gran valor, como el clasismo cordobés de SiTraC-SiTraM y las luchas de Villa Constitución, como todo el trabajo militante al interior de las fábricas y las distintas empresas, donde fueron casi cotidianos los enfrentamientos con la patronal y la burocracia sindical, que fueron forjando un nivel de organización y de conciencia sin precedentes dentro del movimiento obrero en nuestro país.

Un movimiento obrero clasista, antiburocrático y combativo

Los altos niveles de organización alcanzados, así como los históricos procesos de lucha que protagonizó en la primera mitad de la década del ’70, son una clara demostración de la potencialidad del movimiento obrero. Movimiento que se destacó, como señaláramos, por el enfrentamiento con la burocracia sindical, apéndice de las patronales y de sus gobiernos, y que defendió la democracia sindical y la organización de base. Y que también, en sus expresiones más avanzadas, levantó la bandera del clasismo, reafirmando la necesaria independencia del movimiento obrero de cualquier alternativa patronal y del estado, reconociendo los intereses irreconciliables entre la clase obrera y los capitalistas y sus partidos políticos.
En aquel momento, los trabajadores demostraron, por lo tanto, que con una dirección antiburocrática y combativa, el movimiento obrero puede alcanzar importantes conquistas, tanto dentro de las fábricas como hacia afuera, a nivel general, y levantarse como un actor protagónico de la política nacional, en defensa de los intereses del pueblo trabajador en su conjunto.
A su vez, las experiencias clasistas como la de los obreros de Fiat, representaron un importante avance en la conciencia de los trabajadores, que asumieron en muchos casos la necesidad de profundizar la lucha revolucionaria contra la clase capitalista, como única alternativa para avanzar en la transformación de la sociedad.
Toda esta experiencia es de gran valor para la realidad actual. Por un lado, para poder retomar la tarea de desarrollar el movimiento obrero, buscando alcanzar y superar los niveles de organización y combatividad logrados en aquel momento. Al mismo tiempo, para poder difundir y desarrollar las experiencias clasistas, lo que ayudará a no ir detrás de internas o proyectos patronales, por más “progresistas” que estos se presenten, levantando, en cambio, la bandera fundamental de la independencia de clase.
El balance, por tanto, de la experiencia del movimiento obrero en nuestro país en la primera mitad de la década del ’70, no hace más que reafirmar la urgencia de avanzar en la construcción de un movimiento que se mantenga independiente de los capitalistas y de la tutela estatal, que pueda enfrentar y disputarle las direcciones gremiales a la burocracia sindical, camino en el cual se habrá de profundizar la combatividad e incentivar y multiplicar la participación desde las bases. La construcción de este movimiento, que levante bien alto las banderas del clasismo, profundizando en la politización y la conciencia del pueblo trabajador, constituye una tarea insustituible en el marco de la lucha contra el capitalismo y en camino de su derrota, por medio de la revolución socialista.

NOTAS:
1) Con Perón en el gobierno, se profundizaron los intentos por derrotar al movimiento obrero independiente. En ese sentido, en diciembre del ´73 se sancionó una nueva Ley de Asociaciones Profesionales, que aumentó el poder de las direcciones burocráticas y el Ministerio de Trabajo para intervenir en los conflictos gremiales. Al amparo de esta nueva legislación, fueron intervenidos en Córdoba, por ejemplo, el SMATA y Luz y Fuerza. Al mismo tiempo, también bajo las directivas de Perón, se profundizó la represión al activismo obrero de izquierda, fundamentalmente a través de las patotas de la burocracia y de la AAA.
2) Como demostración de esta situación, que se repitió en varias experiencias, puede destacarse el caso del SiTraC. Con la recuperación del sindicato por parte de los trabajadores, después de la toma triunfante de la planta, se produce un cambio radical en el funcionamiento gremial. De un cuerpo de delegados que no alcanzaba a contar con 40 miembros y que estaba, prácticamente, desconectado de los trabajadores, se pasó a contar con más de 100 delegados, impulsando las discusiones y la representatividad por sector, el método de la asamblea y las licencias rotativas para delegados y miembros de la comisión directiva del sindicato, que continuaban en sus puestos de trabajo y cobraban el mismo salario que cualquier trabajador.
3) Héctor Löbbe, La guerrilla fabril. Clase obrera e izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires (1975-1976), Ediciones RyR, 2009.
4) Durante el gobierno de Illia, como forma de debilitar a la burocracia vandorista de la UOM enfrentada al dirigente radical y de dificultar la organización de los trabajadores, se le otorgó la personería a los sindicatos de la empresa Fiat. En total eran cuatro sindicatos (entre ellos SiTraC, para Fiat Concord, y SiTraM, para Fiat Materfer) para dividir a los trabajadores de una única empresa (Fiat). Poco después, sin embargo, Vandor logró ubicar a su gente al frente de los sindicatos de Fiat, hasta que en 1970, los trabajadores lograron expulsar a la burocracia y quedarse con la conducción del SiTraC y el SiTraM.  
5) Entrevista a Domingo Bizzi, Secretario Adjunto del SiTraC, publicada en “SITRAC-SITRAM. La lucha del clasismo contra la burocracia sindical”, Gregorio Flores, Editorial Espartaco Córdoba, 2004.
6) Estrella Roja N°56, 9 de julio de 1975.

EL PRT EN EL MOVIMIENTO OBRERO

 

El PRT fue la organización política más importante que se planteó la lucha por la revolución socialista en nuestro país. El PRT, principal organización de la izquierda clasista, tuvo una gran inserción dentro del movimiento obrero, además de un rol protagónico en los conflictos más importantes del momento.

“El sindicato es un organismo amplio, de masas, donde pueden estar y deben estar todos los que están dispuestos a luchar contra los abusos de la patronal y por las reivindicaciones económicas, aunque no sean concientes de los objetivos de su clase, aunque no sean marxistas. Por eso es equivocado pretender que el sindicato se convierta en dirección de la lucha política del proletariado por la toma del poder. Esta concepción tiende a confundir las tareas del Partido y del Sindicato (…) No debe entenderse que por esto no es deseable la existencia de esas direcciones clasistas o revolucionarias. Todo lo contrario (…) [con direcciones clasistas y revolucionarias] no sólo las luchas económicas están garantizadas contra toda claudicación sino que además las movilizaciones de las masas pueden ser canalizadas de una correcta táctica revolucionaria, que posibilite el desarrollo de la conciencia política de las masas, oponiéndolas a la política reaccionaria de la burguesía.”

Luis Pujals, “El papel de los sindicatos”, publicado
en El Combatiente N°56 de marzo del 1971.

Desde su surgimiento en 1965, el PRT fue creciendo y desarrollándose dentro de la clase trabajadora, para pasar, de ser una organización relativamente pequeña y con poca influencia dentro del movimiento obrero, a ocupar un lugar de dirección como la organización de izquierda, marxista y revolucionaria, con mayor peso en el combativo movimiento sindical de la década del ’70.
Como organización política de la clase obrera, que se planteó llevar adelante el combate por la revolución socialista, el PRT consideró al movimiento obrero como el frente de masas fundamental a desarrollar. Esto no le impidió, sin embargo, a diferencia de la mayor parte de las organizaciones de la izquierda, comprender las limitaciones propias del trabajo sindical, sosteniendo la necesidad de la construcción de una organización política revolucionaria de los trabajadores, diferenciada de las organizaciones gremiales, que diera el combate integral contra la clase capitalista, por la toma del poder y el socialismo(1).
Desde diferentes sectores, tanto apologistas y defensores del sistema capitalista como desde la izquierda reformista, se ha difundido una visión intencionalmente falseada y distorsionada sobre el desarrollo del PRT en el movimiento obrero. De esta forma, con diferentes matices, se ha sostenido que el PRT no poseía inserción en la clase obrera, que no valoraba la capacidad y la potencialidad del movimiento y la actividad sindical o que su único objetivo al insertarse en las fábricas o relacionarse con activistas obreros era ganarlos para sacarlos de su rol como dirigentes sindicales y sumarlos a las filas del ERP y la actividad guerrillera. Estos argumentos, que como señaláramos, apuntan a desacreditar a la más alta experiencia de organización política de la clase trabajadora, como fue el PRT, además de partir, en muchos casos, de concepciones políticas equivocadas, que tienden a confundir el rol de la actividad sindical y la organización revolucionaria, están totalmente alejadas de lo que realmente sucedió. Lo cierto es que el PRT, en sus pocos años de existencia, logró alcanzar una influencia central dentro del movimiento obrero, lo que se evidencia en el rol protagónico que ocupó en las experiencias clasistas y en las luchas más destacadas de la época. A su vez, la enorme energía que dedicó a la construcción de espacios de organización, como  numerosas agrupaciones de base por fábrica o actividad, así como la cantidad de dirigentes partidarios que destinó a la participación y a la inserción en la actividad sindical, son demostrativos también de la gran importancia que el PRT le dio al desarrollo del movimiento obrero, dentro de su estrategia revolucionaria.    
En el noroeste del país, el PRT tuvo un nivel de desarrollo importantísimo dentro del movimiento, alcanzando la dirección de varios sindicatos de la FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera), donde destacó importantes dirigentes como Leandro Fote y “el negrito” Antonio del Carmen Fernández. Desde estos gremios, el partido jugó un rol destacado impulsando la combatividad y la resistencia obrera.
Por otra parte, a partir del ´70, fue aumentando progresivamente su influencia y su presencia en las regiones de mayor concentración industrial, como Córdoba, Rosario, Villa Constitución y el Gran Buenos Aires.
En Córdoba, durante la experiencia clasista de SiTraC y SiTraM, el PRT fue el partido con mayor influencia en la organización de los sindicatos y la creciente conflictividad con la patronal de Fiat y el gobierno. Varios de los dirigentes del sindicato eran miembros del partido o se fueron acercando e incorporando en el transcurso del proceso, como Guillermo Castello, Domingo Bizzi, Gregorio Flores y “el Cuqui” Alfredo Curuchet, abogado de los sindicatos. La destacada participación del PRT-ERP se evidenció, también, durante las movilizaciones protagonizadas en el Viborazo, en el verano del ´71, que terminaron con la renuncia del recién asumido interventor Uriburu.
En Villa Constitución, por su parte, el PRT contó también con una importante participación en todo el proceso de lucha que permitió la recuperación de la UOM local, por la Lista Marrón, que agrupaba a los distintos grupos antiburocráticos. Varios de los dirigentes más destacados del proceso fueron militantes o simpatizantes del PRT, con “el negro” Luis Segovia como máximo referente.
De la misma manera, en las jornadas de lucha y movilización de junio y julio del ´75 en el Gran Buenos Aires, a través de las Coordinadoras Interfabriles, el PRT tuvo un peso muy importante, siendo parte de la dirección de espacios de gran envergadura como el comité de lucha de Ford, en zona norte, y las comisiones internas de Propulsora Siderúrgica (Techint) y Rigolleau, en zona sur.
Además, a través del MSB (Movimiento Sindical de Base) el PRT logró organizar un gran número de activistas y agrupaciones clasistas, tras el planteo de construcción de un movimiento obrero combativo, antipatronal, antiburocrático e independiente del estado(2). Así, por ejemplo, en uno de sus plenarios, en Córdoba, dónde contó con la participación de Agustín Tosco, logró concentrar a casi 5.000 delegados y activistas de todo el país.
No puede ocultarse, pues, que el PRT fue la organización revolucionaria que más avanzó en la organización y el desarrollo de la conciencia dentro del movimiento obrero. Tanto a través de la inserción de militantes propios en los centros industriales más importantes del país, como del acercamiento y la incorporación a la organización de destacados activistas obreros, que en muchos casos alcanzaron importantes espacios de dirección dentro del partido, el PRT se conformó como la organización más importante de la clase obrera en la historia de nuestro país.
Con una militancia decidida, y tras un programa revolucionario, los compañeros del PRT dieron impulso al desarrollo del movimiento obrero, sosteniendo la combatividad y la organización desde las bases, y haciendo grandes aportes, con la construcción de las experiencias clasistas, al avance de la conciencia revolucionaria de la clase trabajadora.

NOTAS:
1) Ver “El PRT: la más alta experiencia de lucha revolucionaria en Argentina”, en este mismo número.
2) Ver recuadro con fragmentos del “Proyecto de definición del MSB”, organismo impulsado por el PRT.



EL MOVIMIENTO SINDICAL DE BASE

El MSB que surgiera del Plenario Nacional de Recuperación Sindical, celebrado el 8 de julio de 1973 en Córdoba, levanta como banderas permanentes de su lucha y accionar su definición antiburocrática, antipatronal y por la independencia del movimiento obrero del Estado.
- Se define antiburocrático, por cuanto asume el compromiso de lucha intransigente contra aquellos dirigentes que, traicionando los intereses de su clase, se convierten en verdaderos agentes pro-patronales infiltrados en las filas obreras, jugando objetivamente el papel de defensores del sistema de explotación capitalista, a la vez que usan el cargo sindical y el propio sindicato como instrumento de enriquecimiento personal.
- Se reivindica antipatronal, por cuanto que considera que las conquistas que arranca de sus explotadores la clase obrera, son fruto de la lucha cotidiana y no de la conciliación, pues no puede haber conciliación entre quienes elaboran la riqueza y los que se apropian del trabajo ajeno.
-Proclama su independencia del Estado por cuanto considera que son los propios trabajadores los que deben resolver democráticamente sus cuestiones, ya que el Estado capitalista representa la expresión del dominio de las clases explotadoras sobre la clase obrera y el pueblo.
Por todo ello es que, al surgir el MSB como una alternativa de combate para las más amplias masas obreras, confluyen a él sindicatos, agrupaciones y activistas independientes que, levantando en alto estas banderas, desarrollan en el seno de la clase obrera una práctica militante y combativa”.  
(Fragmentos del “Proyecto de definición del MSB”, II Plenario del Movimiento Sindical de Base, 1974)