7 de noviembre - Aniversario de la revolución rusa


La clase trabajadora y su partido, a la cabeza de la revolución

La experiencia de la revolución rusa es un baluarte para los trabajadores que luchamos por un mundo sin explotación. Su ejemplo evidenció la posibilidad de transformaciones profundas y estructurales, incluso partiendo de un contexto muy adverso de guerra y atraso, que beneficiaron enormemente a la clase trabajadora y el pueblo pobre rusos. La posterior derrota de esa revolución a partir del ataque y aislamiento del mundo capitalista y de su descomposición interna guiada por el stalinismo, no deben hacernos perder de vista la gran cantera de experiencias que nos dejó la primer revolución socialista, como aporte para forjar una perspectiva revolucionaria.

Durante larguísimos años, el régimen zarista no trajo más que penurias al pueblo ruso. A la miseria y pauperización de las masas se sumaba la opresión política, la persecución contra el activismo político y sindical y la repetida convocatoria obligada a la guerra de un ejército compuesto en su enorme mayoría por hijos de campesinos pobres.
La revolución rusa se forjó por años. La joven clase obrera, hija de la industrialización de fines de siglo XIX, se fue organizando y politizando aceleradamente y era un actor central que luchaba a principios del siglo XX. La miseria rural, daba el marco para importantes levantamientos campesinos. Acompañando este proceso, se fueron forjando nucleamientos revolucionarios, que dieron lugar a la formación del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) en 1898, y a la conformación de sus principales tendencias unos cinco años más tarde: los mencheviques de Martov y los bolcheviques de Lenin. Serán los partidos de izquierda más importantes junto al Partido Socialista Revolucionario, de base y orientación campesina.
Ya en 1905, tras la fracasada guerra de Rusia con Japón, la movilización obrera, los levantamientos campesinos y la insubordinación de soldados confluyeron en el primer intento de revolución rusa, aún poco organizada, pero en donde ya el partido de Vladimir Lenin se destacó por su decisión de estar en la primera línea de las barricadas junto al pueblo, impulsando la experiencia revolucionaria y aprendiendo de ella. La clase trabajadora forjará por primera vez un organismo de base que será fundamental para el futuro de la revolución, el soviet, que acabó siendo dirigido en esa primera oportunidad por el joven León Trotsky.
Luego de años de repliegue, resistencia y reorganización, la clase trabajadora alzó la cabeza nuevamente. Aunque su creciente actividad independiente pudo ser encauzada por el chovinismo gubernamental a comienzos de la primera guerra, eso duró poco y la misma guerra contribuyó a la ruptura de amplias masas con el régimen. La sucesión de luchas y huelgas llevó a que, a principios de marzo (febrero en Rusia) de 1917, una nueva huelga se fuera ampliando hasta el punto de conseguir la entera solidaridad y movilización de la clase trabajadora durante cinco días de levantamiento popular, que acabaron volteando al gobierno zarista. El límite político de los partidos más moderados de la izquierda se hizo evidente tras su apoyo e integración de un gobierno provisional que se limitaba a reformas democráticas sin buscar cambios estructurales en beneficio del pueblo ruso y que, para peor, seguiría llevando al pueblo a la guerra.
La capacidad de acción de la masa obrera y campesina había quedado en evidencia nuevamente tras la revolución de febrero, y su nivel de organización había crecido enormemente con el gran desarrollo de organizaciones soviéticas por buena parte del país y su centralización. Sin embargo, estas organizaciones de masas no lograban por sí mismas establecerse como una alternativa política de poder frente al gobierno provisional, con el que convivían en forma contradictoria, en una situación de doble poder.
La importancia política y organizativa del partido bolchevique para dar impulso a la revolución fue central. Durante años de luchas se había forjado asumiendo la necesidad de sostener un partido de combate con amplia influencia de masas y fue el único que llegó a definir con claridad una estrategia política revolucionaria que pudiera encauzar la lucha de masas para romper no sólo con el zarismo, sino con el régimen de explotación vigente, convocando, como hizo Lenin en abril de 1917, a que sean los soviets los que asuman el poder.
Su posicionamiento político fue sostenido por una acción militante ejemplar. Junto a la lucha política contra los conciliadores, enfrentados con la profundización de la revolución, desplegaron enormes fuerzas en la organización de la lucha en fábricas y calles, ganando el apoyo de la mayoría de la base obrera y campesina representada en los soviets. Enfrentaron la persecución (eran acusados de agentes alemanes) y asumieron el protagonismo contra el golpismo de derecha, al tiempo que profundizaron las posiciones socialistas en el seno de la masa obrera y desplegaron la organización militar para alcanzar la toma del poder. Así, contando con el amplio apoyo del pueblo trabajador ruso, el partido bolchevique se convirtió en el orientador político del movimiento revolucionario y asumió la organización y dirección de las acciones militares que voltearon al gobierno provisional el 7 de noviembre de 1917 y definieron “todo el poder a los soviets”. Será el triunfo de la primera revolución socialista en el mundo.
El preámbulo de la primera constitución soviética, a mediados de 1918, dejaba en claro el carácter del nuevo régimen, en su “Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado”:
“Se proclama la República de Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos. Todo el poder, central y localmente, pertenece a estos Soviets”.
“El objetivo básico de la República de Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos es la abolición de toda explotación del hombre por el hombre, la completa supresión de la división de la sociedad en clases, el aplastamiento implacable de la resistencia de los explotadores, el establecimiento de una organización socialista de la sociedad y la victoria del socialismo en todos los países”.
“Queda abolida la propiedad privada de la tierra. Toda la tierra, junto con todas las construcciones, aperos y otros medios de producción agrícolas, es proclamada propiedad de todo el pueblo trabajador”.
“Con el objetivo de asegurar el poder del pueblo trabajador sobre los explotadores y como primer paso para que las fábricas, talleres, minas, ferrocarriles y demás medios de producción y de transporte pasen por entero a ser propiedad del Estado obrero y campesino, se proclama la implantación del control obrero y el Consejo Superior de Economía Nacional”.
“Todos los bancos pasan a ser propiedad del Estado obrero y campesino, como una de las condiciones para la emancipación de las masas trabajadoras del yugo del capital”.
“Con el fin de eliminar los sectores parasitarios de la sociedad, se implanta el trabajo general obligatorio”.
“Para asegurar la plenitud del poder de las masas trabajadoras y eliminar toda posibilidad de restauración del poder de los explotadores se decreta el armamento de los trabajadores, la formación de un ejército rojo socialista de obreros y campesinos y el desarme completo de las clases poseedoras”.
“En el momento de la lucha final del pueblo contra sus explotadores, no puede haber lugar para estos en ninguno de los órganos del poder. El poder debe pertenecer completa y exclusivamente a las masas trabajadoras y a sus representantes autorizados, los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos”.