Luchamos por una sociedad nueva y un hombre nuevo

“...el hombre es capaz de forjar un destino cada vez más humano; es decir, un destino en el que el hombre no explote a otro hombre, en el que el hombre pueda aplicar el grueso de su capacidad creadora no a luchar contra otros hombres para comer y vestirse, sino crear una vida más llena de confort y belleza, de solidaridad y libertad, es decir, una vida más propiamente humana.”
Milcíades Peña, Introducción al pensamiento de Karl Marx

Bajo el capitalismo, los trabajadores estamos sometidos doblemente.
En primer lugar, porque, por medio de la explotación, la clase de los capitalistas acaba por quedarse con el grueso de lo que producimos con nuestro trabajo, dejándonos a nosotros sólo las migajas. Así se sigue profundizando la gigantesca desigualdad económica y social que existe entre las clases. Por una parte la burguesía, la clase de los empresarios, los banqueros, los terratenientes y sus socios de la política y el estado, los que son dueños de todo, se enriquece a nuestra costa. Por la otra, los trabajadores seguimos poniendo el lomo diariamente a cambio de salarios que apenas si alcanzan para vivir, viendo cómo muchos de nuestros hermanos se hunden en la miseria más lamentable.
Pero además, la lógica del capitalismo, no sólo repercute en nuestros bolsillos, sino en el centro mismo de nuestras vidas.
El trabajo, que debería servir para que toda nuestra sociedad esté mejor, se nos presenta en la vida cotidiana como un lugar ajeno y desagradable, pues sabemos que no será nuestro pueblo el que se beneficiará con nuestro esfuerzo. Y además, como para los patrones somos una simple mercancía que les da ganancia, es habitual que nos tengan en condiciones de trabajo absolutamente indignas.
Al mismo tiempo, a cada paso, por ejemplo para conseguir trabajo y sobrevivir en él, nos inculcan la lógica de la competencia permanente que refuerza el individualismo y es contraria a la solidaridad. Se nos plantea la exigencia de desplazar a nuestrso hermanos de clase, como requisito para tener un lugar en donde ser explotados y conseguir nuestro lamentable salario. Y esa mecánica de la competencia, que estimula la búsqueda del éxito individual en contraposición con la solidaridad, atraviesa gran parte de la vida social. En gran medida la misma educación está marcada por estos criterios de la competencia y del éxito individual.
A su vez, es habitual que muchos de los deseos y satisfacciones estén atravesados por el impacto del mercado y la propaganda capitalistas que llevan al consumismo. Como mecanismo para seguir obteniendo ganancias, los empresarios inventan siempre nuevas cosas para vendernos, estimulando que consumamos sin parar sus productos. Vemos así, por ejemplo, la multiplicación por millones de marcas y variaciones insólitas en productos de consumo, el “invento” incesante de cosas inútiles, o el despliegue de programas de televisión en donde se difunden esos valores de la competencia y el consumismo.
De este modo, bajo el capitalismo los trabajadores, sufrimos al mismo tiempo las consecuencias económicas de la explotación, que nos ubican en el otro polo de la vida de lujos de los capitalistas, y nos vemos también empapados de capitalismo en el resto de nuestra vida, estimulados a caer en la competencia, el individualismo y el consumismo.
Es por eso que quienes nos organizamos para acabar con los lastres de este sistema, lo hacemos planteando la lucha por una nueva sociedad que no sea sólo “equitativa”, sino también humana y solidaria, el socialismo. Peleamos para vivir en condiciones materiales dignas, pero también para poder pensar y vivir libremente, desprendidos de los condicionamientos perversos e inhumanos del capitalismo, para conformarnos como seres humanos plenos, con posibilidades de desarrollar nuestra capacidad de pensar, de crear y de relacionarnos en forma solidaria y fraterna.
Esa sociedad tiene, necesariamente, que sostenerse sobre nuevas relaciones económicas y sociales, para lo que es imprescindible expropiar a los capitalistas para hacer que lo que producimos todos los trabajadores sea realmente de todo nuestro pueblo. Por eso la lucha revolucionaria por el socialismo, es una lucha contra el capital en su conjunto y contra el estado que lo administra y defiende, para conquistar un gobierno de los trabajadores.
Sobre esa base material el socialismo plantea, como tan claramente nos lo señaló el Che Guevara, la necesidad de forjar un hombre nuevo que se apropie de los valores humanistas de solidaridad entre todos los hermanos de clase.
Seis años después del triunfo de la revolución cubana, habiendo ya expropiado a la burguesía y el imperialismo, habiendo distribuido las tierras y las casas y promovido la formación por medio de una contundente campaña de alfabetización, el Che Guevara escribió un texto muy importante, “El socialismo y el hombre en Cuba”, en el que señala esta necesidad de desarrollar el socialismo, entendiéndolo como una tarea integral de la que forman parte la socialización de la economía y la conformación de un hombre nuevo. Allí, el más grande dirigente de la revolución latinoamericana nos decía:
“Los medios de producción pertenecen a la sociedad y la máquina es sólo la trinchera donde se cumple el deber. El hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante su magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado. Esto ya no entraña dejar una parte de su ser en forma de fuerza de trabajo vendida que no le pertenece más, sino que significa una emanación de sí mismo, un aporte a la vida común en que se refleja, el cumplimiento de su deber social”.
Y señala también:
“El hombre en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es más completo, a pesar de la falta del mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor.
Todavía es preciso acentuar su participación conciente, individual y colectiva en todos los mecanismos de dirección y de producción y ligarla a la idea de la necesidad de la educación técnica e ideológica, de manera que sienta cómo estos procesos son estrechamente interdependientes y sus avances son paralelos. Así logrará la tal conciencia de su ser social, lo que equivale a su realización plena como criatura humana, rotas las cadenas de la enajenación.
Esto se traducirá concretamente en la apropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana a través de la cultura y el arte”.
Siguiendo al Che, nuestra propuesta es librar esa batalla para alcanzar una sociedad sin explotación, en la que se desarrolle un hombre nuevo.