Editorial: Contra la farsa electoral y el gobierno de millonarios y represores, profundicemos la lucha y la organización del pueblo trabajador


Este año, las elecciones marcan el ritmo de la agenda política. Es una agenda armada por la clase capitalista, puesto que las elecciones les permiten legitimar fuertemente sus instituciones y sus partidos. Ese, sin dudas, es uno de sus principales objetivos y razones de ser.
Es por eso que todos los dirigentes de los partidos patronales y sus medios de comunicación celebran, independientemente de haber resultado ganadores o perdedores y de sus posibles internas, la “fiesta de la democracia”. Hablan, unos y otros, de la fiesta de su democracia, esa que les permite mantener la dominación y la explotación sobre la clase trabajadora, con la legitimidad que les brinda el voto.
Con el resultado de las internas abiertas y obligatorias de agosto, que terminaron con un contundente triunfo de Cristina Fernández, el kirchnerismo tiene casi asegurados otros cuatro años más al frente del gobierno. Cuatro años más en los cuales, prometen, se profundizará el “modelo”. Empresarios y funcionarios de gobierno tienen, por lo tanto, motivos de sobra para celebrar.
En estos ocho años, el kirchnerismo se ha convertido de forma acelerada en un gobierno de millonarios. Así lo demuestran, sin ir muy lejos, los patrimonios declarados por los propios funcionarios gubernamentales, que demuestran que año tras año vienen amasando fortunas a partir de los negociados que realizan a un ritmo que nada tiene que envidiarle a los estafadores y delincuentes de la era menemista, representados en figuras como María Julia Alsogaray, Carlos Grosso o el propio Menem.
Como decíamos, también esperan la profundización del “modelo” los capitalistas que han visto recuperados sus márgenes de ganancia en los últimos años. En ese sentido se han pronunciado la mayor parte de los dirigentes de las cámaras patronales, como la UIA.
Todo el lujo en el que viven los capitalistas y los funcionarios de sus gobiernos, y las fortunas que atesoran en sus cuentas bancarias, tienen como contracara la continuidad de la miseria para una parte importante del pueblo trabajador. Es claro como ocho años de crecimiento económico, tan propagandizado desde el gobierno, que si han servido para llenar los bolsillos de los empresarios, los ministros, los jueces y la familia Kirchner, no han sido suficientes para avanzar en la resolución de los problemas populares más elementales.
Así lo demuestran, incluso, varias de las propias estadísticas oficiales. La Encuesta Permanente de Hogares que elabora el INDEC, intervenido desde hace años para elaborar datos a la medida del kirchnerismo, muestra que más de un tercio de los trabajadores sigue “en negro”, padeciendo las peores condiciones de explotación, con jornadas laborales interminables y salarios de pobreza.  
Por otra parte, algunos de los datos del censo del año pasado (del que todavía no se han informado varios de los aspectos más sensibles) también han sido difundidos por el INDEC en los últimos días y señalan, entre otras cosas, que en pleno siglo XXI casi la mitad de las familias del país continúa sin acceso a servicios básicos como son las redes cloacales y de gas natural. Esto se suma al problema de vivienda que padece el pueblo trabajador, frente al cual el kirchnerismo, lejos de avanzar con soluciones, responde con represión y muerte para quienes se organizan y pelean por conseguir tierras, como sucedió el año pasado en el Indoamericano o hace algunas semanas en Ledesma.
Claro que ninguno de los candidatos de los partidos patronales, que se disputan el poder en las elecciones, resolverá esta situación. Todos ellos, se llamen Cristina Fernández, Duhalde, Alfonsín, Macri, Binner o Rodríguez Saá, son representantes de la clase capitalista y, como tales, siempre priorizarán la defensa de la propiedad y la ganancia empresaria.
Los únicos que podemos efectivamente terminar con la explotación y la miseria, propias del sistema capitalista, somos los trabajadores. Debemos impulsar, por lo tanto, pacientemente pero sin tregua, la organización independiente y desde la bases del pueblo trabajador. Avanzar en la organización desde nuestros lugares trabajo, recuperando los cuerpos delegados y comisiones internas; en las facultades y las escuelas, en los barrios, impulsando, desde cada lugar, la lucha para avanzar con nuestras reivindicaciones: salario, vivienda, educación, salud… En los últimos años, en más de una oportunidad, hemos demostrado que con la organización de base y con la lucha se puede imponer una agenda donde la clase trabajadora cobre protagonismo, y que es posible torcerle el brazo a las patronales y al gobierno.
Y al mismo tiempo, con la profundización de la lucha y de la organización de base, los trabajadores tenemos planteada una tarea imprescindible: avanzar en la construcción del partido revolucionario, herramienta fundamental que debe darse nuestra clase para poder combatir a los capitalistas y su estado, hasta terminar con la miseria y la explotación de este sistema.