Se acercan las fechas, y el frenesí por armar las listas muestra hasta qué punto el oportunismo es lo único que miden para decidir las candidaturas. Se juntan, se separan, se vuelven a juntar, total, sólo importa asegurarse un lugar expectante para garantizar que los capitalistas sigan haciendo negocios.
Mientras la presidenta Cristina Fernández mantiene el suspenso hasta último momento, pero nadie duda que buscará la reelección que casi todos ya le dan por ganada, los partidos de la “oposición” han entrado en un festival de negociaciones que muestra con toda claridad lo que está en juego. Ni un principio, ni una idea, ni una convicción forman parte de la discusión. Todos son cálculos de porcentajes, estimaciones de quién aporta un votito más, y así se va armando el mamarracho electoral que será presentado, en octubre, como “la fiesta de la democracia”.
En la Unión Cívica Radical, después de coquetear hasta el infinito con sus viejos aliados del Partido Socialista y el GEN, y de fracasar en el intento de juntarlos a todos, desde De Narváez hasta Binner, en una especie de nueva Alianza, priorizaron el resultado. Ricardo Alfonsín ya anunció que apoyará al peronista Francisco De Narváez para la gobernación de la provincia, y llevará de vicepresidente a Javier González Fraga, cuyo último (y único) cargo público fue ocupar, en dos oportunidades, la presidencia del Banco Central durante el gobierno de Carlos Menem. El economista es, ante todo, un empresario. Forma parte del directorio de Peugeot Argentina; fue fundador y presidente de la empresa láctea La Salamandra; integró el Centro de Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard; fue director general del Instituto Argentino de Mercado de Capitales; vicepresidente 1º de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y miembro del Directorio de Empresas Públicas.
Así, mientras el candidato a vicepresidente se muestra entusiasmado porque quiere “reestablecer los valores republicanos”, el propio Alfonsín explicó a los socialistas, en una carta, que “Hay que actuar con mucha amplitud para ganar las elecciones”. Sobre el acuerdo con el colombiano, dijo: “No me trae ninguna culpa. El objetivo es que muchos peronistas nos voten”.
El duhaldismo, por su parte, decidió competir con el sello de la Unión Popular, el partido fundado por el peronismo en 1955 para escapar a la proscripción, y conservado desde entonces para servir de base alternativa al PJ. En 1985, dio amparo a la “Renovación” de Cafiero, que se enfrentaba a la lista “ortodoxa” de Herminio Iglesias. En 2003, fue el partido por el que se presentaron Adolfo Rodríguez Saá (PJ) y Melchor Posse (UCR), compitiendo con Menem y Kirchner. Y en 2007, la UP fue usada por Jorge Sobisch (PJ). Ahora, será la plataforma de la candidatura de Eduardo Duhalde, que dijo a los medios: “En la Argentina hay dos provincias bien gestionadas, San Luis y Chubut”, para anunciar que su vice será Mario Das Neves. Por otra parte, Duhalde sigue intentando seducir a Felipe Solá, mientras ya cerró con el PRO de Macri en varias provincias, como Santa Fe y Tucumán. Otro que se sumó a este armado es el ex carapintada y ex kirchnerista Aldo Rico, reivindicado en estos días por Duhalde como alguien necesario “para poner orden”, que va por la intendencia de San Miguel en la lista de la Unión Popular.
Binner, acuciado por el GEN y Proyecto Sur, ambos sin candidato presidencial, para que se defina, sigue dando vueltas, sin saber qué hacer con la alianza provincial, el “Frente Progresista”, donde la UCR, que lo acaba de despreciar por De Narváez y González Fraga, sigue siendo, en los papeles, su socia, y con el que apuesta a renovar la gobernación con su candidato Bonfatti.
En el oficialismo, mientras se da por descontado el anuncio de la presidenta y se especula sobre su acompañante, también avanza sin pausa el armado de las listas, donde todos disputan los lugares de privilegio. Fiel a su política de sumar sin mirar a quién, el kirchnerismo, sin rubores, va mostrando que puede armar un menú para todos los gustos, con los “yuppies” de La Cámpora, como Cabandié o el candidato a vicegobernador de Tierra del Fuego; el moyanismo, los intendentes del conurbano, la burocracia de la CTA o el mismísimo Menem, que, cuando fue a votar en La Rioja, anunció que Cristina “es la más capacitada para ser presidenta”.
El nivel de debate de la campaña oficialista lo marcó Moyano en estos días, cuando, para responder a Carrió, que dijo que él es candidato a ir preso, disparó: “Es más probable que esa señora pasada de cama solar quede embarazada, a que yo vaya preso”.
En la provincia de Buenos Aires, Scioli ya acordó con Massa, y, a través de él, con los barones de los territorios, como Curto, Bruera, Acuña o Ishii, aunque todos saben que la última palabra la tienen los operadores de Cristina. “Es lo mismo que antes, con la diferencia que antes te metían uno de Moyano y otro de D’Elia, y ahora Cristina te mete dos de La Cámpora. No hay diferencia entre un chico de La Cámpora y un tipo de Moyano. Lo que nos importa a los intendentes es meter legisladores, no quién nos saca lugares”, declaró muy sinceramente, con reserva de su nombre, un intendente de la tercera sección electoral bonaerense a un diario.
Así sigue el carnaval, con todos abriendo los bolsillos para que les caiga algo de papel picado adentro, y operando como locos para asegurarse su lugar en el reparto. Sin otro motor que el oportunismo, los partidos patronales se siguen preparando para renovar los nombres de los que pasarán a gestionar el aparato estatal, mientras los capitalistas, contentos, porque con la farsa electoral legitiman las instituciones que garantizan que sigan la explotación y el despojo, y crezcan sus ganancias.