Si los partidos patronales llaman con energía a participar en las elecciones y “defender la democracia” es porque saben muy bien que de esa forma están preservando sus intereses: la elección de uno de sus candidatos será presentada como una “decisión popular”, y esa fortaleza le dará mayor margen para defender las ganancias empresarias y avanzar contra las conquistas populares.
Los trabajadores sabemos que no somos parte de esa disputa interburguesa, que no tenemos la posibilidad de acceder al poder siguiendo sus pautas electorales (a las que sólo tienen acceso los representantes de los poderosos) y que nuestro camino es muy distinto: la organización y la lucha que nos permita acumular fuerzas para enfrentar a la burguesía y disputar finalmente el poder por medio de la lucha revolucionaria. La tarea es ardua, pero imprescindible para poder cambiar esta realidad.
Lamentablemente, las posiciones de los sectores electoralistas de la izquierda no ayudan a desarrollar esa perspectiva. Por el contrario, siembran confusión: no señalan que las elecciones sirven para legitimar a la burguesía y sus gobiernos y, en cambio, llaman a participar y generan expectativas en ellas, contribuyendo a su legitimación. De esta forma, además de convocar a cuestiones que nada tienen que ver con el desarrollo de la organización y la lucha independiente de la clase trabajadora, derrochan sus propios esfuerzos, sumiendo al grueso de la militancia partidaria en una frenética campaña electoral, que los lleva muchas veces a retirar a sus propios compañeros de los frentes de lucha y que se empeña en imprimirle a los ámbitos de organización popular la lógica electoral.