El Revolucionario Nº38 (Agosto de 2008)
Con un argumento que hubiera conmovido al más frío, el gobierno llamó al pueblo a enfrentar a la “podrida oligarquía”, para defender la “mesa de los argentinos”, “darle a los que menos tienen” y “construir escuelas y hospitales”. Pero el pueblo no acudió al llamado. Es que desde hace cinco años, blandiendo el mismo latiguillo de “redistribución de la riqueza”, el gobierno no hace más que profundizar la pobreza y la marginación, bajar los niveles salariales, y eso sí... engordar enormemente los bolsillos de empresarios y políticos kirchneristas.
Así, aun manejando un gran aparato (como es el PJ, sus gobernadores, intendentes y su amplia red de punteros, a lo que debe sumarse la obsecuente CGT moyanista y los grupos de piqueteros K), el kirchnerismo que discursea con la “mística” y extender la “lucha nacional y popular”, fue derrotado también en la calle en la primera oportunidad en que debió movilizar en serio, más allá del puñado de adictos que suele participar de los actos o escraches progubernamentales.
El kirchnerismo, que sostiene su política antiobrera argumentando que es un representante del campo popular, no pudo convencer de que estaba dispuesto a distribuir algo de su frondosa caja entre los sectores populares, y terminó perdiendo en la calle contra una “movilización” dirigida por lo más concentrado del empresariado rural, de la que se hicieron eco los sectores acomodados de la ciudad de Bs. As.
De esta forma, esta disputa interempresaria mostró también lo lejos que está el kirchnerismo de ser siquiera algo parecido a un movimiento popular. Mostró cómo ese enorme castillo construido con palabras se desvanece en un instante, por la fuerza de la realidad.
Con un argumento que hubiera conmovido al más frío, el gobierno llamó al pueblo a enfrentar a la “podrida oligarquía”, para defender la “mesa de los argentinos”, “darle a los que menos tienen” y “construir escuelas y hospitales”. Pero el pueblo no acudió al llamado. Es que desde hace cinco años, blandiendo el mismo latiguillo de “redistribución de la riqueza”, el gobierno no hace más que profundizar la pobreza y la marginación, bajar los niveles salariales, y eso sí... engordar enormemente los bolsillos de empresarios y políticos kirchneristas.
Así, aun manejando un gran aparato (como es el PJ, sus gobernadores, intendentes y su amplia red de punteros, a lo que debe sumarse la obsecuente CGT moyanista y los grupos de piqueteros K), el kirchnerismo que discursea con la “mística” y extender la “lucha nacional y popular”, fue derrotado también en la calle en la primera oportunidad en que debió movilizar en serio, más allá del puñado de adictos que suele participar de los actos o escraches progubernamentales.
El kirchnerismo, que sostiene su política antiobrera argumentando que es un representante del campo popular, no pudo convencer de que estaba dispuesto a distribuir algo de su frondosa caja entre los sectores populares, y terminó perdiendo en la calle contra una “movilización” dirigida por lo más concentrado del empresariado rural, de la que se hicieron eco los sectores acomodados de la ciudad de Bs. As.
De esta forma, esta disputa interempresaria mostró también lo lejos que está el kirchnerismo de ser siquiera algo parecido a un movimiento popular. Mostró cómo ese enorme castillo construido con palabras se desvanece en un instante, por la fuerza de la realidad.