La izquierda y las elecciones: La campaña electoral del FIT


Entre los compañeros de izquierda, los que nos encontramos en ámbitos de organización y de lucha, en asambleas y movilizaciones, tenemos habitualmente importantes coincidencias, pero también profundos debates. Muchas veces coincidimos en la lucha por la recuperación de los ámbitos de organización gremial, enfrentando juntos a la burocracia, las patronales, el estado y el gobierno. Algo similar sucede con algunas concepciones políticas de fondo: enfrentamos al capitalismo y reivindicamos el socialismo y para ello nos planteamos impulsar un proceso revolucionario que acabe con la explotación de la burguesía sobre la clase obrera. Pero tenemos también nuestros debates. Uno de ellos tiene como eje el problema de la participación electoral de la izquierda y sus implicancias políticas. En este punto disentimos enormemente con las direcciones que hoy promueven la participación electoral y en particular somos críticos del carácter que ha tomado la campaña del FIT, cuyo perfil, entendemos, da una pauta sobre concepciones profundas que sostienen las direcciones que lo componen. Acá planteamos el debate.

El primer tramo de la campaña electoral de la izquierda culminó con Jorge Altamira, el máximo candidato del FIT, festejando y brindando con un champagne de más de $1.500 con el periodista Chiche Gelblung, un claro representante mediático de la burguesía argentina, defensor de la mano dura y permanente propagandista contra las luchas de la clase trabajadora.
La escena del brindis entre el líder del PO y el amigo de la dictadura no es un exabrupto, sino una síntesis de lo que fue una campaña electoral centrada en la publicidad del FIT por todos los medios, incluyendo la farándula, y adaptándose al discurso de éstos. Fue el cierre de la campaña “un milagro para Altamira” en la que tomaron parte figuras recalcitrantes de la política y el periodismo argentinos como el mismo Gelblung, Jorge Rial o el derechista Antonio Laje. Éste último, también abierto enemigo de las luchas de la clase trabajadora, en sintonía con la campaña de la izquierda, pidió un lugar para el FIT explicando que, además de los que disputan verdaderamente el poder, siempre deben estar los partidos chicos que sacarán pocos votos pero que demuestran que en la democracia todos tienen un lugar. Por eso pidió que se lo vote a Altamira, “el único que es sincero y dice: muchachos, vótenme  porque si no me quedo sin laburo”.
Si toda una serie de personeros mediáticos de la burguesía argentina promovió las candidaturas del FIT, fue porque compartió el lema central de su campaña, formulada con variantes (como el rechazo a la “proscripción”), en la que se llamaba a la “ciudadanía” a apoyarlos, no por sus concepciones de izquierda, sino por solidaridad demócrata, lo que en su esencia podía sintetizarse como un planteo de defensa y profundización de la democracia. Éste ha sido el eje de la campaña hacia las masas (buscando el efecto “lástima”), dejando en evidencia que el planteo de una agitación de posiciones revolucionarias era sólo un recurso para convencer al activismo y a la propia base partidaria de la viabilidad de la participación electoral.
Como aditamento, la difusión mediática encontró eco, también, por el hecho de que los dirigentes se prestaron a las burlas que permitían a los programas cómicos, de la farándula y del periodismo amarillo obtener raiting a partir del ridículo (recuérdese, por ejemplo, a Altamira y un imitador de Jesucristo mostrándose de acuerdo y caminado del brazo en el programa CQC). Así, el resultado de la campaña no es la difusión de las concepciones de la izquierda, sino su banalización. En consecuencia, cuando las figuras que se promueven como alternativa son cuestionadas públicamente por su coqueteo mediático y sus buenas relaciones con lo más reaccionario del periodismo, la izquierda se aleja también de constituirse como una referencia ética que se propone forjar una nueva sociedad con valores socialistas.
El “pragmatismo” sostenido por la dirección del FIT con su balance positivo de la campaña por la obtención del 2,5% más allá de que haya sido a costa de este rebaje político, ético y programático, plantea una peligrosa orientación tacticista que pierde de vista los valores y objetivos revolucionarios con tal de alcanzar objetivos inmediatos como una banca parlamentaria, haciendo de estos el eje central de la política.
En contraposición a esta orientación sostenemos que los militantes de izquierda, si queremos constituir una referencia política para el pueblo trabajador para impulsar la lucha revolucionaria por el socialismo, debemos manejarnos con otros criterios. Eso implica impulsar la organización política (que no es sinónimo de “electoral”) y la propaganda socialista, el desarrollo de las organizaciones de base y la movilización popular combativa, sosteniendo una conducta ética que pueda servir de referencia al conjunto de los trabajadores, señalando con claridad el rol de las instituciones de la democracia burguesa y de los enemigos de la clase obrera como Gelblung, Laje y Cia.
Difícilmente el pueblo trabajador se puede sentir convocado a luchar por una nueva sociedad sin privilegios cuando el que lo llama lo hace festejando con un champagne de $1.500 junto al antiobrero de Gelblung. Y difícilmente se puede sentir hermanado en la profunda convicción de principios de los socialistas, cuando quienes enarbolan esos principios pueden dejar a un lado posiciones políticas y conductas éticas para poder salir en la televisión.
La unidad entre las concepciones y la práctica, es algo que debemos defender incansablemente, como uno de los más grandes baluartes de los revolucionarios socialistas. Sin embargo, la reciente campaña se orienta en un sentido político muy distinto. No sólo porque convoca a la participación electoral en momentos en que eso contribuye principalmente a la legitimación de los mecanismos de dominación de la burguesía usufructuados por el kirchnerismo. No sólo porque lleva una enorme energía militante de compañeros comprometidos con la clase obrera y el socialismo a la vía muerta de la intervención electoral, retrasando las tareas de construcción social y política que hoy son urgentes y prioritarias. Sino también porque produce una banalización de la política de izquierda e incentiva las concepciones pragmáticas que se guían casi exclusivamente por las necesidades tácticas dejando a un lado los principios revolucionarios. Por todo esto es que no compartimos el balance “optimista” de la dirección del FIT, y consideramos en cambio que el activismo de izquierda necesita profundizar seriamente la discusión para balancear los canales que permitan avanzar en la lucha y la organización política, y dar impulso a la revolución socialista en nuestro país.