Más muerte en Haití

La epidemia de cólera, que ya causó miles de muertos, es un nuevo golpe para el pueblo haitiano, que se encuentra sumergido en la miseria más extrema, víctima de la opresión que genera la ocupación militar yanqui y de sus aliados latinoamericanos.

Nueve meses después de la tragedia provocada por el terremoto que dejó un saldo de casi 300.000 muertos, 1.300.000 personas sin vivienda y más de 766.000 desplazadas, estalló en Haití la epidemia de una de las enfermedades más claramente asociadas a la pobreza: el cólera. Los números oficiales hablan de cifras cercanas a los 2.000 muertos y cerca de 100.000 enfermos. Sin embargo, la misma ONU está estimando casi el doble, tanto de afectados como de víctimas fatales y prevé que la epidemia podría infectar a 650.000 personas en los próximos seis meses.
No es el saldo de una catástrofe sanitaria, atribuible a la mala fortuna de los haitianos, sino un golpe más que el capitalismo asesta contra el pueblo trabajador. Los suministros de jabón y agua limpia solo llegan al 10 por ciento de las familias instaladas fuera de Puerto Príncipe, la capital del país. Asimismo, escasean las sales de rehidratación oral, las tabletas para purificación del agua, el cloro, los sacos de dormir, las letrinas y varios tipos de medicamentos, tanto como una adecuada infraestructura para la atención de la población e instalaciones para el tratamiento de cadáveres y desechos humanos. Falencias escandalosas, sólo explicables en la naturaleza misma del sistema capitalista, que priva a las grandes mayorías de los bienes más básicos para la subsistencia humana.
Faltan también, según la OMS, al menos 350 médicos más y 2.000 enfermeras para poder atender a los enfermos, pero lejos de cubrir a esa necesidad, tal como sucediera luego del terremoto, ante los reclamos populares, las fuerzas de ocupación internacionales, entre las cuales se encuentran los soldados argentinos, descargan todo su arsenal contra el pueblo haitiano, que debe sobreponerse, además de al cólera, a las balas de “pacificación” que hasta el momento han asesinado a dos manifestantes y herido a más de una decena, cuando salieron a las calles a reclamar por la inaguantable situación.
El intento de llevar adelante, en medio del colapso, las elecciones presidenciales, que renovarían además del próximo presidente del país, a once de los treinta senadores y a los noventa y nueve diputados, provocó aún más movilizaciones y descontento popular, a la vista de lo fraudulento de los comicios.
Se trata de una situación que impacta por el grado de virulencia pero que no sorprende si se lo entiende como la expresión misma del sistema capitalista, que mantiene a la inmensa mayoría del pueblo en condiciones de supervivencia, y que no pretende planificar el modo de hacer frente a los embates de la naturaleza para los más pobres, sino la manera de sostener el enriquecimiento de las minorías explotadoras. Que no pretende evitar, sino que genera enfermedades mortales para el pueblo. Que no busca solucionar ninguno de los problemas del pueblo trabajador sino que, por el contrario, se dedica, a sangre y fuego, a acallar los gritos de lucha que se levantan ante las injusticias. En Haití está bien a la vista, el modo de organización social de este sistema.