EDITORIAL: CON LOS KIRCHNER GOBIERNAN LOS EMPRESARIOS

El Revolucionario Nº49 (Agosto de 2009)

El llamado al diálogo político, luego de los cambios en el gabinete nacional, es, evidentemente, un implícito reconocimiento de la derrota electoral, por parte del gobierno kirchnerista. El anuncio presidencial para “limitar” los superpoderes del jefe de gabinete, también. A esto se suma la instantánea renuncia de Néstor Kirchner a la presidencia del PJ, el histórico pedido de disculpas de Hugo Moyano y los reacomodamientos a mansalva que se suceden dentro de las filas de peronismo.
Ahora, todos los partidos con representación parlamentaria desfilan por las oficinas del gobierno estableciendo acuerdos con el kirchnerismo sobre “la reforma política”, que abarca desde las internas partidarias hasta, y sobre todo, el financiamiento de los partidos políticos. Por cierto, nada más alejado de las necesidades reales del pueblo trabajador. Con esta iniciativa, el gobierno, debilitado y todo, ha logrado ordenarle la agenda a la famosa “oposición”, que demuestra, una vez más, que no es alternativa de nada sin negociar con el partido peronista.
Mientras tanto, negocian, sin los debidos reparos de campaña electoral, el programa empresarial. En la casa rosada se reúnen una y otra vez las principales cámaras patronales del país, demostrando quiénes gobiernan en realidad bajo el gobierno de los Kirchner. Cada una expone sus intereses y necesidades sobre tipo de cambio, subsidios, impuestos, salarios y demás variables que garanticen su imponente rentabilidad. Entre tanto, el gobierno hace malabares para mantener los superávits y pagar la deuda. Todos piden más, pero ninguno está dispuesto a poner. Quien paga, termina siendo, como siempre, la clase trabajadora. Porque si bien los intereses de las principales agrupaciones capitalistas no son del todo armoniosos y hasta presentan contradicciones entre sí, todas, sin excepción, se imponen como un solo hombre contra los intereses y las necesidades de los trabajadores. De bajar los costos de producción se trata, es decir, de reducir, entre otras variables, el salario. En forma directa, como sucede cada vez con más frecuencia; indirecta, a través de la inflación; instrumentando suspensiones y despidos; y metiendo la mano sin miramientos en los fondos de los jubilados para financiar a los capitalistas. Para ello, ya se sentaron en el consejo del salario con los burócratas de la CGT y la CTA y acordaron un magro incremento de sueldos, encima escalonado, para una parte minoritaria del conjunto de la clase trabajadora argentina. Así, después de ofertar una dádiva más mediática que real, tienen el terreno mejor preparado para avanzar con sus planes.
Van por más devaluación, más subsidios y exenciones impositivas para el empresariado, riguroso pago de la deuda, más ajuste fiscal, más inflación, salarios baratos para los capitalistas. Esto ya está acordado. Ahora discuten las formas y los tiempos, nada más. La decisión ya está tomada. Las cámaras empresariales pretenden avanzar mucho más y ya, sin pérdida de tiempo, mientras el gobierno busca dosificar la embestida para no desgastar tan rápido su ya desgastada imagen, teniendo en cuenta que para las próximas presidenciales falta y bastante. Este acuerdo contra los trabajadores cuenta con la aprobación de la “triple alianza antiobrera”, es decir, del gobierno, el empresariado y la burocracia sindical.
Tienen los planes sobre la mesa. Continuarán yendo contra nuestra clase. Habrá que resistir la avanzada en las mejores condiciones posibles, con independencia del estado, el gobierno y la burocracia. Organizarnos en cada lugar de trabajo por pequeño que sea; elegir delegados, allí donde no haya, entre los mejores compañeros; construir agrupaciones antiburocráticas para enfrentar a las conducciones entreguistas; disputar los cuerpos de delegados, las comisiones internas y el sindicato, donde las fuerzas lo permitan... Es sólo un primer y necesario paso para enfrentar las medidas que ya están imponiendo.
Por lo demás, los capitalistas, luego de limar sus asperezas, podrán salir de sus crisis pisando y hundiendo cada vez más a los trabajadores. Y esto es así, porque, hoy, las luchas de los trabajadores son, fundamentalmente, una respuesta básica en defensa de los puestos de trabajo que destruye la patronal; y porque la mayoría de la clase trabajadora se encuentra sometida a las direcciones burocráticas de la CGT y la CTA , y, por lo tanto, desorganizada y fragmentada. La ausencia de un partido revolucionario que sea capaz de organizar a los trabajadores para combatir y tumbar este sistema es otra de las debilidades de nuestra clase sobre la que podrán apoyarse los capitalistas y sus socios para salir de la presente crisis. Construir ese partido es otro paso impostergable.