En la campaña presidencial norteamericana los grandes grupos
económicos se disputan su lugar para usufructuar los recursos arrebatados por
medio de la explotación y de la guerra.
“La
gente había comprado hipotecas que no podía pagar, ni siquiera entender. Bancos
que hicieron grandes apuestas y se entregaron grandes bonificaciones con dinero
ajeno. (...) [Se] Hundió la
economía en una crisis que dejó a millones de personas sin trabajo y nos cargó
con más deuda, dejando que los ciudadanos comunes se hagan cargo de la cuenta.”
El panorama desolador no
lo hizo un crítico, sino el mismo Barack Obama, dejando en claro que la crisis
económica global y el golpe que ha significado para los sectores más
postergados de EEUU es el marco en el que se desarrolla, ahora, la nueva
carrera presidencial. Esto cuando ha surgido, por primera vez en mucho tiempo,
un nuevo movimiento de protesta en rechazo de los grandes grupos económicos y
de las políticas estatales antipopulares que les son afines. En ese marco, en
la disputa para las elecciones del próximo 6 de noviembre, todos los
precandidatos tratan de echar las culpas de la crisis sobre sus contrincantes
demócratas o conservadores. Pasan por alto, eso sí, que todos ellos se
respaldan sobre los grandes grupos de capitalistas, garantes de sus propias
campañas y cuyos intereses representan.
Mientras Barack Obama,
seguro candidato de su partido (quien será nominado formalmente en la
convención demócrata de Charlotte, el 6 de septiembre) ya inició su campaña con
un discurso de una hora y cuarto en cadena nacional; los conservadores están en
franca disputa para llegar a la convención nacional de agosto en Tampa, donde
se designará oficialmente a su candidato. Distintas elecciones (en Iowa, Nuevo
Hampshire, Carolina del Sur y finalmente Florida) señalan a Mitt Romney, como
el candidato con más chances, quien contó con un importante aval del “voto
latino” anticubano.
Más que los candidatos,
los protagonistas de la campaña son los grandes grupos de capitalistas,
conocidos como Super Pacs, que los sostienen y disputan entre sí. La situación
se volvió más evidente luego de que en 2010 un dictamen del Tribunal Supremo
permitió contribuciones ilimitadas a las campañas electorales por parte de
corporaciones y sindicatos, autorizando, además, a que los donantes mantengan
el anonimato. Ya el año pasado, el principal grupo que apoya a Obama, el PAC
Priorities USA, reunió al menos 4,2 millones de dólares. Pero este año, al
salir a la luz los detalles de la disputa interna que hincaron los
conservadores, las cifras pasaron a multiplicarse. Ahora se sabe, por ejemplo,
que el principal grupo que apoya a Mitt Romney, Restore Our Future (Restauren
nuestro Futuro), reunió 30 millones de dólares el año pasado y todavía tiene
unos 24 millones más. De hecho, sólo en estas pocas semanas de campaña para los
candidatos republicanos, los Super Pacs han informado sobre gastos de 40
millones de dólares.
La disputa y el lugar
que ocuparán en el próximo gobierno de la máxima potencia capitalista, es un
asunto serio para los grandes grupos económicos. Por eso, están embarcados en
una tenaz disputa por el reparto de los negocios que dirige el imperialismo
para manejar a gran escala la explotación y la guerra.