Criminalización y patotas


Sobre los trabajadores organizados se abate todo el peso de la represión estatal, utilizando para ello todo su arsenal, con preeminencia de dos modalidades especialmente útiles, porque permiten al gobierno simular que no es de su seno que surgen los ataques.
Por una parte, son crecientes y cada vez más graves los hechos en los que grupos de choque paraestatales, es decir, patotas, generalmente dirigidas por la burocracia sindical, agreden de forma directa a los trabajadores o sus familias. El uso de la patota, tan útil para desligar la responsabilidad del gobierno, no elimina por completo la intervención directa de las fuerzas represivas.
Por la otra, avanza meteóricamente la persecución judicial, con la promoción de infinidad de causas penales ante cualquier medida de lucha. Solamente en la zona norte, por poner un ejemplo, más de un centenar de trabajadores y militantes de organizaciones políticas que apoyan sus reclamos, han sido indagados y procesados por movilizaciones y cortes de la Panamericana. Los juzgados federales de San Isidro, San Martín y Tres de Febrero, y las fiscalías ordinarias de Pacheco, albergan una treintena de causas idénticas, en su armado y objetivos, a las que se apilan en la zona sur, como ocurre en el juzgado federal de Quilmes, “especializado” en perseguir trabajadores ferroviarios. En todas ellas, jueces y fiscales se apoyan en el testimonio de las patronales, de gendarmes y policías, y en tareas de inteligencia destinadas a identificar a los referentes de las luchas, para producir acusaciones que van desde los clásicos, como el “entorpecimiento del tránsito vehicular” o la “interrupción del servicio de transporte ferroviario”, hasta figuras como “extorsión” o “amenaza coactiva”. El uso de tipos penales como la “turbación de la posesión” para castigar la toma de una fábrica, o la “afectación maliciosa del normal desenvolvimiento de un establecimiento o explotación comercial, industrial, agropecuaria, minera o destinado a la prestación de servicios” para criminalizar una huelga con movilización, son buen ejemplo del objetivo de esas persecuciones.
La proliferación de ataques, directos, “tercerizados” o disfrazados de “administración de justicia”, ponen en evidencia de qué manera reaccionan los gobiernos cuando la organización de los trabajadores avanza y los conflictos se multiplican, y exigen, en todavía mayor medida, que redoblemos los esfuerzos para defender a cada represaliado por luchar y al conjunto de la clase trabajadora.