El 23 de octubre, las
elecciones ratificarán la continuidad de Cristina Fernández en el gobierno y
servirán, un vez más, como mecanismo de legitimación de las instituciones y la
dominación capitalista.
El próximo 23 de octubre será la
segunda vuelta de las elecciones en donde se ratificará la continuidad de
Cristina Fernández al mando del gobierno nacional.
El gobierno kirchnerista, fue y
seguirá siendo un gobierno defensor de los intereses patronales, que garantiza
gigantescas ganancias a los capitalistas locales y extranjeros y cumple
rigurosamente con el pago de la deuda. Pero es un gobierno que, apoyado en un
marco de crecimiento económico continental (que beneficia a los países
atrasados productores de materias primas como el nuestro), sostiene su defensa
de la burguesía con una política de contención de ciertos reclamos populares a
partir de un discurso demagógico y de una práctica asistencial que, aunque
compromete recursos muy limitados en comparación con las millonarias ganancias
de los capitalistas, se presenta a los sectores populares como una situación
superadora frente a las condiciones en que se vivía en momentos de la crisis
que estalló en 2001.
Esto, en un marco general donde,
como es habitual en la democracia burguesa y sus elecciones, el debate se da
entre distintas opciones políticas de las patronales. De esta forma, no están
cuestionados el pago de la deuda, el carácter dependiente de nuestro país, las
condiciones de superexplotación de los trabajadores, el trabajo en negro, la
depresión del salario real, la flexibilización laboral, la persistencia de la
desocupación, el vaciamiento de la salud y la educación pública, etc.
En estas circunstancias, no se
trata sólo de ver por qué, conminado a elegir entre distintas expresiones de la
burguesía, el pueblo trabajador se orienta mayoritariamente por la opción que
encuentra como menos dañina para sus condiciones inmediatas, algo que es
bastante lógico. Sino de evaluar y superar los límites que existen para que en la Argentina haya
expectativas y posibilidades de un cambio real y de fondo que no se limite a
estas variantes de administración patronal, y plantee la solución de los
problemas profundos de las masas explotadas, enfrentando para ello a los
capitalistas, su estado, sus partidos y sus burócratas.
En este sentido, la ratificación
electoral de un candidato patronal, como Cristina Fernández, pone de relieve
algo que es evidente: en la actualidad el proceso de organización de las
fuerzas de la clase obrera y el pueblo para orientar la lucha hacia otro
proyecto de sociedad, rompiendo con el capitalismo, no tiene peso. Así el
desarrollo de un proyecto revolucionario, lo que implica simultáneamente el
desarrollo de la militancia desde las bases y la construcción política que
permita la formación de un partido revolucionario, está planteado como el
objetivo principal y prioritario que nos permitirá en un futuro, constituir una
alternativa real y de lucha contra las patronales y su permanente renovación
gubernamental por la vía electoral.
En este marco, en la medida en
que las fuerzas de izquierda que impulsan la participación electoral, se alejan
de esta tarea central de esclarecimiento y organización, restando fuerzas,
causando confusión entre las filas del pueblo por su apoyo y participación casi
acrítica de la disputa electoral, su orientación no constituye un aporte para
forjar un proyecto revolucionario. Por el contrario, se plantea más como un
escollo, al encauzar la lucha y organización obrera por la vía electoral, contribuyendo
a la legitimación de las elecciones, en vez de expresar una oposición a este
mecanismo para la rearticulación de los gobiernos patronales. Así, bajo el
supuesto de que la campaña es un contexto en el que hoy se pueden difundir
concepciones revolucionarias, se meten de lleno en las elecciones, pero
orientándose, en realidad, a propagandizar demandas básicas, planteando, por
ejemplo, la “reforma” de los mecanismos de represión, cuando no directamente la
ampliación de la democracia burguesa, como sucedió durante toda la primera
parte de la campaña, centrada en la crítica a la “proscripción” y en la
apelación al apoyo demócrata.
Como hemos dicho más de una vez,
tenemos claro que en estas circunstancias desfavorables para las iniciativas independientes
del pueblo trabajador, la burguesía que impone su agenda por medio de las
elecciones es la que está tomando la iniciativa. Por ello, no desconocemos que
el debate está marcado por esa línea y que la clase obrera y sus organizaciones
políticas hoy no tienen la fuerza y la influencia que les permita tomar una
posición y plantear un rumbo de lucha que ponga en crisis o en evidencia el
carácter antipopular de los gobiernos que se están ratificando.
En estas condiciones, entendemos,
no se tata de plantear el apoyo a tales o cuales candidatos patronales, ni de
volcar las pocas fuerzas existentes a tratar de jugar en ese terreno (y mucho
menos a costa de moderar planteos para adaptarse al discurso democrático). Se
trata, por el contrario, de rechazar a las elecciones patronales y sus
candidatos, pero sobre todo, de poner el esfuerzo en saldar el déficit
señalado, avanzando en el desarrollo de la organización y la lucha popular y
construyendo las herramientas políticas que permitan establecer una referencia
política que marque una orientación antagónica a la de la burguesía y sus
partidos, una orientación revolucionaria.
Es evidente que, en el período
inmediatamente posterior a las elecciones, el PJ kirchnerista de Cristina
Fernández se encontrará fortalecido, por capitalizar la fuerza que le dan las
elecciones a los candidatos patronales. Es un beneficio coyuntural que tendrá
el gobierno patronal y que muy probablemente será aprovechado para reforzar
posiciones antipopulares (como se está viendo ya con el intento de definir un
bajo techo salarial para el año próximo), lo que nos plantea redoblar esfuerzos
para organizar la resistencia.
Debemos señalar también que,
aunque en la actualidad el gobierno goza de cierta estabilidad, no es algo que
pueda extenderse infinitamente. Los conflictos políticos son recurrentes y no
se limitan a disputas interburguesas (como sucedió con el campo), sino que
atraviesan una infinidad de demandas populares irresueltas, por el derecho a la
vivienda, las condiciones de trabajo, contra la pauperización, contra la
represión, etc. Además, están abiertas las posibilidades de que los efectos de
la crisis mundial se hagan sentir con mayor fuerza en nuestro país, situación
en la cual, como ya se vio en 2009, el gobierno kirchnerista toma posición
abierta por las patronales, avalando los ajustes y los despidos.
El problema central sigue siendo
la debilidad de las fuerzas de la clase obrera y sus organizaciones políticas,
que aún en casos de gran conmoción (como en las represiones en el FFCC Roca, el
Indoamericano, a los Qom, etc.) no logramos capitalizar el proceso de lucha
para evidenciar suficientemente el carácter antipopular del kirchnerismo y
contribuir a la visualización de una alternativa estratégica para acabar con
las actuales condiciones de opresión. Para superar esa debilidad se nos plantea
desarrollar la militancia cotidiana desde las bases para ampliar la
movilización del pueblo trabajador, profundizar los debates entre el activismo
para procesar balances sobre aciertos y errores políticos que nos permitan
clarificar una perspectiva revolucionaria, y avanzar en el nucleamiento de los
compañeros comprometidos con el proyecto de la revolución socialista por medio
de la construcción de un partido revolucionario de los trabajadores en
Argentina.