Movimiento estudiantil: Por la educación pública, se lucha

La movilización y el plan de lucha de los estudiantes secundarios, con la toma de más de veinte escuelas en la ciudad de Buenos Aires, a lo que se sumó la toma de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, ponen en evidencia nuevamente que sólo con la lucha se puede enfrentar al vaciamiento de la educación pública.


Gracias a las tomas y a la movilización, se hizo público nuevamente el debate sobre la pésima situación de la educación pública en nuestro país. Salarios de pobreza para los trabajadores docentes, escuelas y universidades sin los insumos más elementales, pésimas condiciones edilicias, que se evidencian en la ausencia de calefacción, los problemas eléctricos, la falta de vidrios, cuando no, directamente, la caída de techos, caracterizan una realidad que se repite a lo largo y ancho del país, en todos los niveles educativos.

De esta situación, que forma parte de un plan digitado hace ya varios años por los principales organismos de crédito internacional, como el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), son responsables, a nivel local, todos los gobiernos nacionales, provinciales y municipales. Así, en la ciudad de Buenos Aires, epicentro del conflicto por la importante movilización de los secundarios, el gobierno de Macri es hoy el encargado de garantizar el ajuste y el desfinanciamiento de la educación pública. El mismo rol que años atrás cumplieron, desde el mismo cargo, el radical Fernando de la Rúa y, posteriormente, aunque muchos intenten ocultarlo, los progresistas Aníbal Ibarra y Jorge Telerman.

Párrafo aparte merece el rol del kirchnerismo que, en su búsqueda de mostrarse como popular, y fundamentalmente a la hora de intervenir contra uno de sus posibles adversarios electorales como es Macri, intenta incluso escabullirse dentro las movilizaciones y la lucha en defensa de la educación pública. Periodistas y los escribas de siempre del kirchnerismo aprovecharon, por lo tanto, la oportunidad para atacar al gobierno porteño. Pero, además, también intentaron sumarse al conflicto, denunciando a Macri, los jefes de la burocracia celeste de UTE, como “Tito” Nenna y Eduardo López. No está demás recordar, en este caso, que la burocracia de la CTERA, que representan estos personajes, fue, y continúa siendo, un aliado fundamental del gobierno kirchnerista a la hora de aplicar las políticas de desmantelamiento de la educación pública (del mismo calibre que las aplicadas por Macri), como las leyes de desfinanciamiento educativo o su rol como garantes del ajuste sobre el salario docente.



El ejemplo de la lucha

En el punto más álgido del conflicto hasta el momento, fueron más de veinte los colegios secundarios que estuvieron tomados por los estudiantes durante varios días en el mes de agosto en la ciudad de Buenos Aires. La mayor parte de ellos, en reclamo por los problemas edilicios más básicos, como falta de vidrios o gas para calefaccionar. Otros tantos, se plegaron a la lucha en solidaridad con sus compañeros de las escuelas en conflicto, y en defensa de la educación pública. Además, se levantaron otras reivindicaciones, también presentes en el anterior conflicto de 2008, como el reclamo de becas.

La firmeza de los estudiantes, que mantuvieron en pie las tomas a pesar de las reiteradas denuncias y amenazas del gobierno y de la persistente condena de la mayor parte de los medios de comunicación, sumado a varios cortes y movilizaciones a la jefatura de gobierno y a la legislatura, demostrando una importante capacidad de coordinación entre las escuelas, llevaron a que la gestión macrista tuviera que dar explicaciones e, incluso, a que el propio ministro de educación, Esteban Bullrich, tuviera que recibir a los estudiantes para negociar.

Por otra parte, en la UBA, bajo la gestión del rector kirchnerista Hallú y, en particular, en la facultad de Ciencias Sociales con el decano (también kirchnerista) Caletti, se continúa avanzando con el desfinanciamiento de la educación superior. Ante otra grosera manifestación del deplorable estado de los edificios en Sociales (en esta oportunidad fue la caída de un vidrio en la sede de la calle M. T. de Alvear) se organizaron masivas asambleas y se llevó adelante la toma de la facultad, como había sucedido también en 2008.

Además de estos casos, aunque con menor o ninguna difusión en los grandes medios de comunicación, se desarrollaron y se desarrollan otros conflictos, protagonizados por los estudiantes, como en el profesorado Joaquín V. González, el IUNA y otros colegios y terciarios de la provincia de Buenos Aires, que marcan también que la única forma de enfrentar la avanzada de los gobiernos contra la educación pública es con los cortes, las movilizaciones, las tomas... Es decir, con la lucha.



La necesidad de la organización

Como señalábamos, estos últimos ejemplos dan cuenta de la potencialidad de lucha del movimiento estudiantil. Con las tomas, el corte de calles y las movilizaciones, los estudiantes secundarios lograron poner en tapa de todos los medios y en el debate público, la pésima situación de la educación y se forzó al gobierno a intervenir y dar respuestas.

Queda mucho trabajo por hacer, sin embargo, en materia de organización. Esto se aprecia, principalmente, en la UBA, donde desde la conducción de los centros no se asume la tarea de convocar a la organización de los estudiantes y a la lucha. De esta forma, por lo general, se llega al conflicto, como en este caso en Sociales, a partir de un estallido que se produce por un problema puntual. Esto dificulta la planificación y el desarrollo sobre los problemas de cada espacio que deben ser tomados por el movimiento estudiantil. Y esta situación de desorganización se ve agravada, fundamentalmente, por la tendencia a la conciliación con las autoridades y a la desmovilización de organizaciones como La Mella y Prisma(1). Esto se evidenció, incluso, en su intervención durante el conflicto de los secundarios, cuando el dirigente de La Mella, Itai Hagman, convocó a través de los medios a aceptar la propuesta del ministro macrista, asegurando después de la reunión (contra la opinión de los estudiantes de varias escuelas) que “el lunes, debería haber clases”.

Es necesario, por lo tanto, avanzar en la organización del movimiento estudiantil. Allí donde no existan centros de estudiantes, o su funcionamiento no sea periódico, es preciso construirlos y hacer de ellos espacios de intervención que funcionen regularmente y que permitan la participación de los estudiantes, para poder discutir los problemas y las reivindicaciones de cada espacio y desarrollar los planes de lucha que sean necesarios para conquistarlas. Y allí donde la dirección de los centros de estudiantes esté en manos de agrupaciones que no promuevan la organización y la lucha, sino la conciliación con las autoridades y la desmovilización, es preciso prepararse para dar la disputa por alcanzar esa conducción y hacer de los centros de estudiantes auténticas herramientas de organización y lucha del movimiento estudiantil, para poder avanzar en conquistas en pos de la educación pública.




NOTAS:

1) Sobre el ascenso de estas organizaciones y su orientación política, ver “Elecciones en la FUBA” en ER N°57, de mayo de 2010.



**



Más persecución

En el marco de la criminalización de la lucha, que impulsan por igual los gobiernos de Kirchner y Macri, se ha avanzado en la persecución al movimiento estudiantil y se han abierto en las últimas semanas varias causas penales y contravencionales contra los estudiantes y docentes en lucha, que se suman a las que ya existían como las que afectan a varios miembros de la conducción de la FUBA, al ex presidente del centro de Sociales y a tres estudiantes de la UBA, por organizar cortes de calle en solidaridad con los trabajadores de Kraft.

Es en este marco en el que se agregan, entonces, la causa contravencional abierta a raíz del corte de calle y del bloqueo realizado por estudiantes y docentes del Joaquín V. González y, también, el pedido del gobierno macrista de que sean identificados los que participen de las tomas de los colegios secundarios.

El cese de la persecución, tanto de de los estudiantes en lucha como de militantes y activistas de otras organizaciones y sectores populares, debe ser una bandera permanente del movimiento estudiantil.