DESFILE DE BURÓCRATAS: JUAN CARLOS SCHMID Y MARIO MANRIQUE


Defensores del sistema capitalista, corteses con el gobierno, considerados con los empresarios de su sector, así son los burócratas que en esta ocasión presentamos: Schmid y Manrique, ambos de la CGT. El primero, considerado parte del ala progresista; el otro, al frente de uno de los gremios “gordos” que encabezaron la central durante el menemismo. Dos perfiles para una misma política antiobrera.

JUAN CARLOS SCHMID
Juan Carlos Schmid, uno de los cuadros instruidos del ala “izquierda” de la ultra conservadora CGT, es el titular del sindicato de Dragado y Balizamiento (DRAGYBAL) desde 1993, secretario adjunto de la Federación Marítima y Portuaria y de la Industria Naval de la República Argentina (FEMPINRA) fundada en 2003, secretario de Formación y Capacitación de la CGT, secretario de prensa de la Confederación Latinoamericana de Trabajadores del Transporte y las Comunicaciones (CLTTC) y miembro del Comité Ejecutivo de la recién creada Sindical de Trabajadores de las Américas (CSA). Su gremio integra, hoy, el riñón moyanista.
Progobiernos, en 2003, siguiendo los pasos de Hugo Moyano, fue parte del sector sindical que apoyó a Rodríguez Saá en las presidenciales. Claro que, ni bien el puntano quedó fuera de la competencia, se pasó con Kirchner y se hizo un férreo defensor del “cauce transformador que se inicio el 25 de mayo de 2003”, apoyando cada iniciativa gubernamental, desde los sueldos miserables a través del consejo del salario, hasta las marchas oficialistas, o integrando la comitiva presidencial en viajes por el mundo.
Opuesto a la lucha de los trabajadores, cuando el paro portuario en 2009, Schmid lloraba las enormes pérdidas causadas, y a la vez condenaba: “Hay dirigentes que no comprenden el nuevo escenario en el que se mueven el negocio portuario y el comercio exterior”. Desde la CGT, primero negó apoyo a los empleados de Kraft contra la empresa yanqui, y luego exhortaba en un comunicado “a todos los trabajadores organizados a no caer en la provocación ni en el reclamo desmedido, que, sin lugar a dudas, es funcional a la derecha económica”. Tiempo después, recibía en Azopardo a Martínez, embajadora estadounidense, cita que estimó “histórica”.
Proburgués, en el marco del debate sobre la ley de ART, llevaba paz a las patronales: “Debería ser el resultado de un marco de concertación”. Y por las dudas, reforzaba: “No hay peor cuestión, para el mundo del trabajo, que no exista un patrón”. Quizá por todo esto es que los empresarios portuarios lo consideran su interlocutor favorito.

MARIO MANRIQUE
Mario “Paco” Manrique es el secretario general del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA) desde 2009, uno de los gremios “Gordos”, con 100.000 afiliados. Quedó como titular luego de que el antiguo dirigente, José Rodríguez, licenciara su cargo, en medio de investigaciones sobre cuentas bancarias en Suiza y fraude por 12 millones de dólares, a través de empresas fantasmas, a la obra social OSMATA (donde Manrique ubicó a sus hijos). SMATA integra la causa conocida como “la mafia de los medicamentos”.
“Yo soy peronista”, dice, y exponía clarito el rol conciliador del movimiento: “…la marchita con el ‘combatiendo al capital’, como lo explicó Perón, ese capital es el capital salvaje. (…) Perón hablaba del equilibrio entre el capital y el trabajo, porque reconoce el capital como el elemento que da el laburo, que abre la fábrica…no es combatir al capital, es encontrar esos equilibrios.” Se explica por qué agasajó él también a Martínez, agente del capital yanqui, en el marco de las luchas de Kraft y los petroleros de Esso.
Ante la crisis capitalista y el crecimiento del desempleo en el sector, fue atento con los empresarios y les arregló un acuerdo de sumas fijas a pagar en cómodas cuotas a lo largo de todo 2009, pues “la actividad automotriz enfrenta dificultades derivadas de la crisis que no se han superado”. A su vez, avaló la política gubernamental y empresarial de despidos, esquema de suspensiones, aumento de los ritmos laborales, y rebaja salarial en las principales compañías, y de militarización de algunas plantas, como en DANA, y, desde ya, aportó sus patotas contra los trabajadores en lucha, persiguiendo y expulsando delegados, como ocurrió en Iveco. En tanto, Manrique no dejaba de alabar al gobierno: “Si se compara a la Argentina con lo que sucede a nivel mundial, aquí los despidos no fueron significativos”.
Defensor del capitalismo, solícito con el gobierno, servicial con los empresarios del sector, Manrique es otro representante de la burocracia sindical y, por tanto, enemigo de los trabajadores.