OCUPACIÓN Y RESISTENCIA EN AFGANISTÁN

Profundizando la política de George Bush, el presidente Barack Obama ha desarrollado la ofensiva guerrerista norteamericana. La ocupación de Irak, la incursión en Yemén, el apoyo a Israel en su ataque al pueblo palestino, la expansión en América Latina con el uso de las bases en Colombia y el desembarco en Haití, son algunos de los ejes más importantes de su expansión militar. Además, recientemente encabezó la ofensiva militar más contundente que se vio en Afganistán desde su ocupación en 2001 por las tropas de EEUU y la OTAN. Sin embargo, también ahí sigue sin poder derrotar a la resistencia.

Inmediatamente después de su asunción, en el mismo momento en que encandilaba al progresismo hablando del “retiro de las tropas de Irak”, el “primer presidente negro” de EEUU había decidido el envío de 21.000 soldados más a Afganistán. Con ello la ocupación norteamericana alcanzaba unos 70.000 efectivos militares que deben ser multiplicados al sumar las tropas de otros 36 países de la OTAN y del ejército afgano que está bajo el mando directo de EEUU. Para hacer aún más espectacular el despliegue militar, el recientemente nombrado “premio Nobel de la paz” ordenó que se sumen 30.000 nuevos soldados, con lo que se llevará a 100.000 el número de efectivos norteamericanos en tierra afgana. También está previsto el aumento de tropas de la OTAN por el aporte principal de Inglaterra y otros países europeos(1).
De esta forma, tras casi 9 años de su desembarco, EEUU y sus socios de la OTAN siguen extendiendo la ocupación.
Según la revista TomDispatch, en Afganistán ya se han establecido 700 bases. El coronel Wayne Shanks, portavoz de la Fuerza de Ayuda de Seguridad Internacional (ISAF) confirmó que casi 400 de esas bases son norteamericanas. Algunas de esas son “megabases”, como la base aérea de Bagram, donde hay decenas de miles de soldados de distintas nacionalidades incluyendo 20.000 de EEUU, o la de Kandahar, donde hay 9.000 soldados de la OTAN y se proyecta que albergue a un total de 35.000 con la llegada de nuevos contingentes(2). Además está en curso la construcción de, al menos, 12 nuevas bases(3).
Este despliegue requiere, claro, de un gigantesco gasto militar. Por eso el senado norteamericano acaba de aprobar un nuevo presupuesto de 636.000 millones de dólares para sostener sus guerras y Obama ya solicitó su ampliación para el año próximo a 708.000 millones.

Operación “juntos”
El pasado 12 de febrero los invasores iniciaron una gigantesca ofensiva en la provincia de Helmand y su ciudad principal, Marjal, donde viven 80.000 personas que se extienden a 125.000 en el distrito que rodea la ciudad; una zona que estaba controlada por la resistencia(4).
El operativo fue ampliamente difundido con anterioridad para evitar una lucha mano a mano y contó con la participación de 15.000 soldados. Aunque las fuerzas invasoras admitieron que la resistencia fue mínima y que el grueso de los combatientes habían escapado de la zona, tardaron dos días en controlan las ciudades más grandes de la provincia porque en su recorrido se topaban con bombas caseras, minas, trampas con granadas y francotiradores.
Según EEUU, la incursión militar bautizada Moshtarak (“juntos”) es parte de una “nueva estrategia”. Su objetivo es que las fuerzas de ocupación extranjera se establezcan en forma permanente junto a militares afganos en la zona. Es algo que EEUU no ha podido resolver en forma estable en ningún sitio, como lo ejemplifica el sostenimiento de la resistencia en Irak. Por eso su slogan es “Limpiar, mantener y construir”, pues como lo admite el general Nick Carter, comandante de la OTAN en Afganistán, “la primera fase no es la importante, sino la segunda, la de mantener”. Al respecto el embajador norteamericano en Afganistán, Karl Eikenberry aseguró que desde el gobierno afgano “no tienen ningún interés en que Estados Unidos se retire, en cambio están muy felices de vernos invirtiendo cada vez más”.
Cuando EEUU anunció hace algunas semanas su “nueva estrategia” planteaba cínicamente que estaba destinada a la “protección de la población civil”. Sin embargo, aunque no siempre salga a la luz, las detenciones, torturas y asesinatos a la gente del pueblo son moneda corriente en Afganistán, del mismo modo que en otros sitios ocupados por EEUU. En este caso, además, con la envergadura de la operación, la continuidad en la matanza de civiles por parte de las tropas de ocupación se difundió rápidamente. Apenas iniciados los movimientos de esta operación, unos misiles disparados por la OTAN mataron a 12 personas en una casa de los cuales 6 eran niños. “El presidente Karzai está profundamente triste por la muerte de doce civiles al caer un cohete en una casa durante la operación militar” y “ha ordenado una investigación” decía un comunicado de la presidencia. Desde entonces las cifras se fueron ampliando vertiginosamente, a veces admitidas por la OTAN, en otros casos denunciadas por hospitales u organismos internacionales: peatones asesinados, casas bombardeadas, heridos que murieron porque los marines no autorizaron su retiro... la masacre sigue siendo la regla.
Empantanados
El 1 de mayo de 2003, el Secretario de Defensa D. Rumsfeld declaró: “han terminado los principales combates en Afganistán”. Siete años después, EEUU ha debido multiplicar sus tropas, sus bases y su gasto militar pero sin poder frenar a la resistencia ni conseguir el control de la zona.
Hasta ahora, la resistencia mantuvo el control en una buena parte del país, contando, además, con un importante apoyo entre la población. La actual ofensiva, aunque ha querido ser mostrada como determinante, no desarticula a la resistencia. De hecho, como lo admitió el embajador norteamericano, las bases más importantes de la resistencia afgana no están en Afganistán, sino del otro lado de la frontera con Pakistán.
Mientras tanto, en Afganistán, ya van cerca de 100 soldados extranjeros muertos en lo que va del año y alrededor de 1.700 desde el comienzo de la invasión, de los cuales más de 1.000 son norteamericanos. Al igual que sucede en otros sitios de ocupación como en Irak, los EEUU junto a sus aliados de la OTAN golpean con su inmenso aparto militar, pero inmediatamente la resistencia se reorganiza haciendo engorrosa la permanencia de las fuerzas de ocupación.

1) La intervención militar en Afganistán es eje central de la política europea. Prueba de ello es la reciente crisis política que sacudió a Holanda cuando parte de la coalición de gobierno, el Partido Laborista, fue obligada a renunciar por no seguir apoyando la invasión, dejando vacantes algunos ministerios.
2) Según el periodista Nick Turse la cifra total de bases estadounidenses en el extranjero supera largamente las 1.000. De ellas un número importante, incluidas las 400 de Afganistán no han sido declaradas oficialmente por el Pentágono.
3) La construcción de bases es un gran negocio para las empresas norteamericanas que se hacen cargo de la tarea. Según el Coronel Wilson “En la actualidad, tenemos en marcha trabajos en Afganistán por valor de 3.000 millones de dólares” “y para el verano, probablemente, cuando el polvo de todo el incremento se pose, tendremos entre 1.300 millones y 1.400 millones de dólares de esa cantidad en el Sur”. Ya entre 2002 y 2008, el Cuerpo de Ingenieros gastó más de 4.500 millones de dólares en proyectos de construcción en Afganistán, la mayoría dedicados a construcción de bases.
4) Además de su importancia militar por ser una zona dominada por la resistencia, Marjal es un lugar central para el cultivo de amapolas de opio: la ciudad es considerada eje de la red de contrabando de opio en el sur afgano.