Nada cambia con la despenalización
Finalmente, después de varios meses de idas y vueltas, la corte suprema anunció que no es punible la tenencia de marihuana para consumo personal.
Los siete miembros de la corte suprema se pronunciaron por la inconstitucionalidad del artículo 14 de la ley 23.737, amparándose en el artículo 19 de la Constitución , que dice que no hay delito en “las acciones privadas de los hombres que no ofendan al orden y a la moral pública ni perjudiquen a un tercero”.
El argumento fundamental, al que apela todo el progresismo, es que los adictos serán tratados, de ahora en adelante, como enfermos y ya no como delincuentes, lo cual, además, favorecerá a la “lucha contra el narcotráfico”.
Claro que, como afirmáramos hace algunos meses ante la inminencia de este fallo(1), estos argumentos “progres” muy poco tienen que ver con la realidad que se vive a diario en nuestro país. Sencillamente, podemos reafirmar, sin temor a error, que la realidad para los jóvenes pobres (que son casi la totalidad de los procesados por tenencia) no cambiará en absoluto después de este fallo. Ni los pibes serán menos perseguidos o apaleados en los barrios, ni existirá para ellos, tampoco, la posibilidad de tratar su adicción en alguna institución estatal.
De la misma manera que sucede hoy en día, la policía seguirá reprimiendo y levantando pibes en los barrios cuando le convenga, y si ya no puede utilizar la tenencia de marihuana como justificativo válido para la detención o para la extorsión, alegará la portación de alguna otra sustancia, alguna tentativa de delito o cualquier otro argumento, en caso de que sea necesario.
Por otra parte, respecto a la atención de los adictos, es necesario recordar que los tratamientos que el progresismo reclama, no sólo ya existen, sino que se encuentran en pleno funcionamiento. Las instituciones que el estado financia para tal fin son, y seguirán siendo, para los jóvenes pobres, auténticos campos de concentración, en los cuales la internación, en lugar de ser una ayuda para superar su adicción, termina de destruirlos. Lejos de poder acceder a un buen tratamiento o a la contención que sí tiene al alcance de la mano la pequeño-burguesía, los pibes que son absorbidos por el flagelo de la droga en los barrios, el paco, el poxi o cualquier otra sustancia barata, dejan su vida en la adicción.
Ni este gobierno ni ningún otro gobierno capitalista avanzará contra el narcotráfico. No será así, puesto que la droga le permite, esencialmente, destruir la vida de miles de jóvenes y trabajadores, fundamentalmente de los viven en las peores condiciones. Les reditúa, además, un gran negocio mediante el cual obtiene multimillonarias ganancias. Por lo tanto, la droga cumple, en este sistema, un rol más que importante a la hora de garantizar el dominio de los capitalistas, siendo otra herramienta que profundiza el sojuzgamiento de los sectores populares.
La droga encontrada en la camioneta del SEDRONAR a fines de 2008, así como los casi diez kilos de marihuana y los cuatro de cocaína que desaparecieron de la comisaría de Dock Sud en junio pasado, las vinculaciones de Duhalde con el narcotráfico... son sólo algunos de los pocos casos que tienen trascendencia mediática, pero que no dejan dudas sobre el rol que cumple el estado como impulsor del consumo de drogas y como máximo distribuidor y explotador del negocio a nivel local.
Esta es la realidad, mal que les pese a quienes celebran la despenalización como un avance popular que profundiza las “libertades democráticas”: la droga es, y seguirá siendo, un arma más de los capitalistas, apuntada contra el pueblo trabajador.
...
NOTAS:
1) Ver “¿Para qué despenalizan el consumo de las drogas?” y “Una medida con historia”, en ER N°43, enero-febrero de 2009.
Lucha obrera
El conflicto petrolero
La sostenida y firme lucha de los trabajadores petroleros rindió sus frutos y se impuso ante la patronal, obteniendo el aumento salarial reclamado y garantizando el pago de los días de huelga.
Pese a la decisión de los capitalistas en su conjunto, de que no trasciendan los conflictos en los que la clase obrera es protagonista, muchas veces, debido a la persistencia de la lucha, éstos logran imponerse en los medios masivos de comunicación. Tal es el caso del conflicto petrolero. Con varios meses de tensiones permanentes y tras veinte días de huelga, la lucha de los trabajadores petroleros en Santa Cruz se hizo inocultable.
Finalmente, después de varios meses de idas y vueltas, la corte suprema anunció que no es punible la tenencia de marihuana para consumo personal.
Los siete miembros de la corte suprema se pronunciaron por la inconstitucionalidad del artículo 14 de la ley 23.737, amparándose en el artículo 19 de la Constitución , que dice que no hay delito en “las acciones privadas de los hombres que no ofendan al orden y a la moral pública ni perjudiquen a un tercero”.
El argumento fundamental, al que apela todo el progresismo, es que los adictos serán tratados, de ahora en adelante, como enfermos y ya no como delincuentes, lo cual, además, favorecerá a la “lucha contra el narcotráfico”.
Claro que, como afirmáramos hace algunos meses ante la inminencia de este fallo(1), estos argumentos “progres” muy poco tienen que ver con la realidad que se vive a diario en nuestro país. Sencillamente, podemos reafirmar, sin temor a error, que la realidad para los jóvenes pobres (que son casi la totalidad de los procesados por tenencia) no cambiará en absoluto después de este fallo. Ni los pibes serán menos perseguidos o apaleados en los barrios, ni existirá para ellos, tampoco, la posibilidad de tratar su adicción en alguna institución estatal.
De la misma manera que sucede hoy en día, la policía seguirá reprimiendo y levantando pibes en los barrios cuando le convenga, y si ya no puede utilizar la tenencia de marihuana como justificativo válido para la detención o para la extorsión, alegará la portación de alguna otra sustancia, alguna tentativa de delito o cualquier otro argumento, en caso de que sea necesario.
Por otra parte, respecto a la atención de los adictos, es necesario recordar que los tratamientos que el progresismo reclama, no sólo ya existen, sino que se encuentran en pleno funcionamiento. Las instituciones que el estado financia para tal fin son, y seguirán siendo, para los jóvenes pobres, auténticos campos de concentración, en los cuales la internación, en lugar de ser una ayuda para superar su adicción, termina de destruirlos. Lejos de poder acceder a un buen tratamiento o a la contención que sí tiene al alcance de la mano la pequeño-burguesía, los pibes que son absorbidos por el flagelo de la droga en los barrios, el paco, el poxi o cualquier otra sustancia barata, dejan su vida en la adicción.
Ni este gobierno ni ningún otro gobierno capitalista avanzará contra el narcotráfico. No será así, puesto que la droga le permite, esencialmente, destruir la vida de miles de jóvenes y trabajadores, fundamentalmente de los viven en las peores condiciones. Les reditúa, además, un gran negocio mediante el cual obtiene multimillonarias ganancias. Por lo tanto, la droga cumple, en este sistema, un rol más que importante a la hora de garantizar el dominio de los capitalistas, siendo otra herramienta que profundiza el sojuzgamiento de los sectores populares.
La droga encontrada en la camioneta del SEDRONAR a fines de 2008, así como los casi diez kilos de marihuana y los cuatro de cocaína que desaparecieron de la comisaría de Dock Sud en junio pasado, las vinculaciones de Duhalde con el narcotráfico... son sólo algunos de los pocos casos que tienen trascendencia mediática, pero que no dejan dudas sobre el rol que cumple el estado como impulsor del consumo de drogas y como máximo distribuidor y explotador del negocio a nivel local.
Esta es la realidad, mal que les pese a quienes celebran la despenalización como un avance popular que profundiza las “libertades democráticas”: la droga es, y seguirá siendo, un arma más de los capitalistas, apuntada contra el pueblo trabajador.
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NOTAS:
1) Ver “¿Para qué despenalizan el consumo de las drogas?” y “Una medida con historia”, en ER N°43, enero-febrero de 2009.
Lucha obrera
El conflicto petrolero
La sostenida y firme lucha de los trabajadores petroleros rindió sus frutos y se impuso ante la patronal, obteniendo el aumento salarial reclamado y garantizando el pago de los días de huelga.
Pese a la decisión de los capitalistas en su conjunto, de que no trasciendan los conflictos en los que la clase obrera es protagonista, muchas veces, debido a la persistencia de la lucha, éstos logran imponerse en los medios masivos de comunicación. Tal es el caso del conflicto petrolero. Con varios meses de tensiones permanentes y tras veinte días de huelga, la lucha de los trabajadores petroleros en Santa Cruz se hizo inocultable.