LA EXTRANJERIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

Bajo los gobiernos kirchneristas la extranjerización de la economía ha continuado su expansión, profundizando la tendencia de los años ´90. Esta es la realidad, pese al discurso “nacional y popular” del kirchnerismo.

El Revolucionario Nº47 (Junio de 2009)

Las estadísticas existentes sobre la participación de capitales extranjeros en la economía argentina demienten de forma rotunda el discurso de defensa de los intereses nacionales que levanta el kirchnerismo. Un informe realizado por el empresario y economista de la CTA, Claudio Lozano, en base a los datos publicados por el INDEC, señala que la cantidad de empresas en manos de capitales extranjeros creció en los últimos diez años de forma ininterrumpida. La tendencia muestra no sólo que dentro del grupo de las 200 empresas de mayor facturación aumentó la participación extranjera, sino que también este reducido grupo expandió considerablemente su peso en la economía en general, llevando su participación en el PBI del 31,6% en 1997 a 56% en 2007. Por su parte, la consultora dirigida por el economista Orlando Ferreres señala que desde 2003 se vendieron 438 empresas por un valor de u$s18.700 millones. Entre las más destacadas están Acindar, Alpargatas, Quilmes, Loma Negra y QuickFood. La lista de compradores en el período en cuestión esta liderada por EEUU con el 34% de participación, seguido por Brasil, que llega al 24%.
En el mismo sentido, un reciente informe de la Comisión Económica Para América Latina, confirma que la mayor parte de las inversiones que se radican en nuestro país y en Latinoamérica en general, se concentran en la explotación de los recursos naturales, fundamentalmente minería e hidrocarburos.
En síntesis, la realidad muestra que las puertas abiertas para saquear los recursos naturales, los subsidios de toda clase, el tipo de cambio, las ventajas impositivas, los bajos salarios y la flexibilización laboral, con trabajo en negro y tercerización, encabezan una extensa lista de ventajas que los capitales extranjeros no dejan pasar. Para los capitalistas, Argentina es un país para saquear. Sus inversiones, lejos de contribuir con el desarrollo de la economía nacional, como gustan señalar algunos, constituyen la base del atraso y la dependencia de nuestro país. Más de las tres cuartas partes de las jugosas ganancias obtenidas por estas empresas son giradas a las casas matrices en sus respectivos países de origen, donde se decide luego el mejor destino para reinvertir el dinero. Esta tendencia se profundiza actualmente como consecuencia de la crisis económica que lleva a las multinacionales a reorientar sus inversiones o directamente a abandonar el país, como el caso de las autopartistas Mahle y Autoliv. La burguesía nacional juega su papel en esta realidad como cómplice y socia de los capitales extranjeros. No existe antagonismo entre estos dos actores. Ya sea vendiendo sus propiedades, actuando como apéndice de las empresas extranjeras u ocupando los negocios que estas dejan de lado por falta de rentabilidad, capitalistas nacionales y extranjeros se complementan. Incluso en los negocios dejados de lado por estos últimos, como sucede con la alemana Mahle, la burguesía nacional encuentra su oportunidad. Actualmente el empresario autopartista Norberto Taranto, negocia con el gobierno y la dirección de la UOM, para hacerse cargo de la empresa.
El kirchnerismo, por lo tanto, que asumió intentando diferenciarse de las “políticas privatizadoras y entreguistas de los ‘90”, profundizó la extranjerización y el consiguiente saqueo de la economía nacional y sus riquezas. No podría ser de otra manera en un país dependiente como Argentina, dirigido por un gobierno de empresarios, como el de los Kirchner.

SOCIOS MENORES
“Lo único que trajo la idea de vivir con lo nuestro fue pobreza y nos alejó cada vez más del mundo, por lo que es hora de pensar de una vez por todas en ser un país desarrollado”. Por más que algunos apologistas de la burguesía criolla intenten vincularlo con un sector “antinacional”, lo cierto es que estas palabras de Cristiano Rattazzi expresan fielmente el pensamiento de los capitalistas argentinos de conjunto. Con esta sentencia, este empresario, que es ejemplo, como tantos otros, de cómo la burguesía diversifica sus inversiones (dejando en ridículo el supuesto antagonismo entre burguesía industrial y empresarios del campo) siendo titular de Fiat, vice-presidente de la UIA, tambero y productor agropecuario, no hace más que sincerar el vínculo de dependencia que une a Argentina con el imperialismo; vínculo en el cual los capitalistas locales fundan sus jugosos negocios. Más allá de los intereses puntuales que puedan llevar a unos a exigir que se protejan ciertos sectores de la producción o a que otros reclamen mayor liberalización (o a su diferencia de tamaño) todos están profundamente ligados a los capitales imperialistas, dependiendo del crédito internacional o del consumo del mercado mundial, para desarrollar sus negocios. Milcíades Peña definía con palabras de absoluta actualidad esta relación, remarcando que “el capital financiero internacional cobra su precio, pero brinda a la burguesía argentina lo que ésta necesita para ensanchar sus beneficios: capital, mercados, técnica. En torno al monopolio de la capacidad financiera del mundo capitalista, que se halla en manos de las metrópolis, se establece entre éstas y la burguesía nacional una comunidad de intereses económicos basados en la apropiación en común de la plusvalía producida en los países atrasados. En esta vasta empresa, el capital imperialista es el socio más fuerte”.