Cada día es más claro que EEUU no va a ganar esta guerra. Pasan los meses de ocupación y se multiplican las noticias sobre las bajas norteamericanas y de sus aliados de la OTAN y sobre la contundencia de las acciones de la resistencia, al ritmo que crecen los millonarios y deficitarios gastos militares norteamericanos y las denuncias a lo largo del mundo contra los crímenes de guerra cometidos por los ocupantes imperialistas.
Al cerrar el mes de julio, los medios titulaban “Otros seis soldados mueren en el peor mes de EEUU en Afganistán”, informando que las 60 bajas de junio, considerado hasta entonces como el mes más mortífero, habían sido superadas ahora por 66 nuevos soldados yanquis muertos en Afganistán, a lo que deben sumarse los militares muertos de los demás países ocupantes. Consecuencia inmediata de esta situación es el retiro de uno de los estados invasores, el holandés.
Y hay que hacer notar que este nuevo fracaso de EEUU y sus aliados para poder sostener una ocupación efectiva se da luego de su empantanamiento en Irak. En total, EEUU tiene comprometidos a unos 250.000 soldados en estos dos países, y cuenta, además, con el acompañamiento de tropas de otros países de la OTAN y de las fuerzas represivas locales. Aun así, no ha logrado el control efectivo en el transcurso de estos 9 años.
El presidente norteamericano Barack Obama subió al gobierno despotricando contra su antecesor Bush y planteando la necesidad de revisar la política guerrerista, lo que causó expectativas en quienes aún tenían la ilusión de que republicanos y demócratas tuvieran algún tipo de diferencias en sus formas de representar a la gran burguesía yanqui. Sin embargo, lo único que hizo Obama, ante el evidente empantanamiento militar, fue hablar (y sólo hablar) de una paulatina retirada de las tropas de Irak, pero tratando de sostener su poder e imagen por medio del recrudecimiento de la ocupación en Afganistán. Desde entonces, el fiasco ha sido doble.
En primer lugar, en Irak. Allí EEUU nunca tomó la decisión definitiva de retirarse. En cambio fue estirando la ocupación con la expectativa de poder imponerse efectivamente, con el apoyo de las FFAA locales, cosa que no sucedió. Ante el fracaso fue anunciando muchas veces su “retirada”, sin hacerla nunca efectiva, porque, además de perderse jugosos recursos petroleros, quiere evitar que se ponga en evidencia que los planes imperialistas de EEUU pueden ser derrotados con la resistencia popular, lo que implica un magnífico ejemplo para los pueblos del mundo. Por ello, EEUU ha hecho lo imposible por lograr, en todo caso, una “retirada ordenada”, cosa inviable, porque cuando se vayan lo harán por no haber podido doblegar a la resistencia. Ahora, en un nuevo capítulo de esta novela, Obama dijo que la “misión de combate” concluirá a fin de este mes de agosto y que las tropas se irán el año próximo, pero la decisión definitiva aún no está tomada.
Por otro lado, en Afganistán, EEUU pone cada vez más tropas y recursos (el senado acaba de sumar otros 33.000 millones de dólares) pero lo único que cosecha son muertos y escándalos.
En este marco, la publicación en los grandes medios de comunicación de más de 92.000 documentos clasificados de la guerra en Afganistán por el portal WikiLeaks(1), da aún más elementos para que crezca la crítica interna e internacional ante las atrocidades de la ocupación imperialista. Estos documentos evidencian, además, que las expectativas sobre un triunfo militar norteamericano deben dejarse de lado ante una resistencia que cuenta con un amplio apoyo popular, que ha asestado grandes golpes a los atacantes y cuyos medios técnicos, aunque son claramente inferiores a los norteamericanos, permiten la reiteración de acciones (como el derribamiento de helicópteros) que hasta ahora eran negadas por EEUU.
De hecho (y mientras la resistencia iraquí realiza acciones diarias), en el mes de mayo los combatientes afganos atacaron centros militares de gran importancia, como la principal base norteamericana ubicada en Bagram y la principal base de la OTAN en Kandahar y, al mes siguiente, atacaron el aeropuerto de Jalalabad. Con incursiones de este tipo, la resistencia ha logrado el repliegue de la ocupación, alcanzando el control de gran parte del territorio afgano (varios medios hablan del 80% del país).
En ambos países, la respuesta desesperada de las tropas de ocupación consiste en represalias masivas con asesinatos de civiles. Sólo en el último mes de julio, en Irak fueron asesinados unos 400, mientras en Afganistán se cuentan unos 1.074 en el primer semestre del año. Esta situación suele derivar en más apoyo popular a la resistencia y más denuncias contra EEUU por sus crímenes de guerra.
De este modo, EEUU y la OTAN, están embarcados en una guerra que difícilmente puedan ganar pero a la que no quieren renunciar. Si tras el 2001, EEUU decidió la ocupación fue porque buscaba dar salida a su ya evidente crisis por medio de la guerra, impulsando su propia industria bélica de alta tecnología y apropiándose de los valiosos recursos petroleros que existen en la zona de Irak. La misma extensión de la guerra es, en gran medida, un fracaso de su iniciativa, pues no ha podido apropiarse ni poner a producir el área en su beneficio y, contrariamente, mientras la industria militar y de reconstrucción hace grandes negocios, el gasto militar pone serias restricciones al estado nacional.
Además de salvar su economía, EEUU pretendía consolidar por medio de la guerra su hegemonía política a nivel mundial, ratificándose como una superpotencia capaz de cualquier cosa. También en ese sentido la guerra no está funcionando porque en cierto modo lo que el resto del mundo está viendo es cómo EEUU no puede con la resistencia popular. A esto hay que agregar el problema político interno. Si bien es cierto que la prepotencia imperialista cuenta con la anuencia de una parte importante de la población norteamericana, también lo es el hecho de que esa posición cómoda puede ponerse en crisis cuando la sangre se ve en casa, con la reproducción de imágenes de la guerra y la evidencia de un creciente número de soldados muertos, sin que los prometidos beneficios de la guerra se hagan tangibles. Este cambio sobre la percepción de la guerra, que se dio, por ejemplo, con la guerra de Vietnam, es el que temen muchos políticos guerreristas con la difusión de los informes de WikiLeaks.
De todas formas, hay que tener presente que, ante la desesperación por sostener su lugar de superpotencia y de salvar su economía en crisis, EEUU puede seguir recurriendo a la guerra. Así, como ante el fracaso en Irak la iniciativa de Obama fue profundizar la guerra en Afganistán, también ahora, ante el nerviosismo que provoca el empantanamiento en Afganistán, podemos ver cómo se plantea la posibilidad de nuevas incursiones guerreristas, por ejemplo contra Irán, con el apoyo de su protegido Israel.
En todo caso, la clave siempre sigue estando en la resistencia que sostienen los pueblos contra el ataque del imperialismo.
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NOTAS:
1) El sitio web wikileaks.org dirigido por Julian Assange, publicó 92.000 documentos clasificados sobre la ocupación de Estados Unidos en Afganistán y garantizó su difusión por medios como el New York Times de EEUU, The Guardian de Inglaterra y Der Spiegel de Alemania. En su mayoría son informes redactados por soldados que están en Afganistán y en donde se evidencian los métodos de la guerra y sus dificultades para vencer a la resistencia.