Finalmente, tras el escándalo que dejó en el camino a sus dos primeros jefes, salió a la calle la policía porteña, una nueva herramienta para la misma política represiva del sistema.
Luego de un largo período de negociación con el estado nacional por el manejo de la caja policial, que le costara la renuncia a Palacios y Chamorro, el anhelo de Mauricio Macri se hizo realidad con la creación de su propia policía.
Los primeros quinientos efectivos (el plan estima llegar a un total de doce mil) rondan parte de la ciudad, desde febrero, en cincuenta patrulleros Chevrolet Meriva y 15 motos Honda Deauville. Cada móvil estará equipado con GPS, cámaras de video de transmisión instantánea, sensores para controlar los movimientos de los detenidos y transmisión de sonido ambiente.
Es que los grandes negocios requieren una buena inversión inicial, Macri lo sabe muy bien. Por eso, al costoso equipamiento tecnológico lo completa con sueldos que llegan hasta los $9.000 (lo que a la mayoría de los trabajadores le cuesta varios meses de arduo trabajo conseguir). Un sueldo que atrajo rápidamente a los miembros de la federal, gendarmería, prefectura y otras policías del interior del país que hoy nutren las filas de esta nueva fuerza represiva. Formados, cada uno por su fuerza de origen, en la organización y usufructo de los delitos más variados y rentables: narcotráfico, prostitución, piratería del asfalto, tráfico de autopartes, de armas, cobro de “habilitaciones”, etc. Actividades que permitirán recuperar lo invertido y por supuesto, iniciar un fructífero período de ganancias.
Y, claro está, no sólo en los propios negocios están entrenados estos experimentados agentes. Lo están también, y principalmente, en la defensa del gran negocio de sus patrones, los burgueses: aplastar a la clase trabajadora cada vez que ésta intente luchar por poner un freno al nivel de explotación que hoy la sume en sus pésimas condiciones de vida. Tanto infundiendo el permanente y paralizante miedo sobre los pibes de nuestra clase, a través del gatillo fácil, las detenciones arbitrarias, la tortura y la muerte en comisarías, como reprimiendo las expresiones más organizadas de lucha, en pos de garantizar las exorbitantes ganancias de la clase explotadora. Tal es la función del aparato represivo del estado, que se verá desde ahora robustecido por esta nueva fuerza asesina.
Luego de un largo período de negociación con el estado nacional por el manejo de la caja policial, que le costara la renuncia a Palacios y Chamorro, el anhelo de Mauricio Macri se hizo realidad con la creación de su propia policía.
Los primeros quinientos efectivos (el plan estima llegar a un total de doce mil) rondan parte de la ciudad, desde febrero, en cincuenta patrulleros Chevrolet Meriva y 15 motos Honda Deauville. Cada móvil estará equipado con GPS, cámaras de video de transmisión instantánea, sensores para controlar los movimientos de los detenidos y transmisión de sonido ambiente.
Es que los grandes negocios requieren una buena inversión inicial, Macri lo sabe muy bien. Por eso, al costoso equipamiento tecnológico lo completa con sueldos que llegan hasta los $9.000 (lo que a la mayoría de los trabajadores le cuesta varios meses de arduo trabajo conseguir). Un sueldo que atrajo rápidamente a los miembros de la federal, gendarmería, prefectura y otras policías del interior del país que hoy nutren las filas de esta nueva fuerza represiva. Formados, cada uno por su fuerza de origen, en la organización y usufructo de los delitos más variados y rentables: narcotráfico, prostitución, piratería del asfalto, tráfico de autopartes, de armas, cobro de “habilitaciones”, etc. Actividades que permitirán recuperar lo invertido y por supuesto, iniciar un fructífero período de ganancias.
Y, claro está, no sólo en los propios negocios están entrenados estos experimentados agentes. Lo están también, y principalmente, en la defensa del gran negocio de sus patrones, los burgueses: aplastar a la clase trabajadora cada vez que ésta intente luchar por poner un freno al nivel de explotación que hoy la sume en sus pésimas condiciones de vida. Tanto infundiendo el permanente y paralizante miedo sobre los pibes de nuestra clase, a través del gatillo fácil, las detenciones arbitrarias, la tortura y la muerte en comisarías, como reprimiendo las expresiones más organizadas de lucha, en pos de garantizar las exorbitantes ganancias de la clase explotadora. Tal es la función del aparato represivo del estado, que se verá desde ahora robustecido por esta nueva fuerza asesina.