Frente a la avanzada de las patronales y el gobierno

Organización y lucha de los trabajadores



La situación social empeora a cada paso. La burguesía, que es dueña de las empresas económicas y es quien dirige la política de los partidos patronales que gobiernan, viene descargando la crisis sobre los trabajadores.
Los empresarios, políticos y burócratas se han llenado de dinero en los años pasados y siguen aún hoy ganando, mientras el pueblo trabajador pierde alevosamente, como lo intentan graficar (aunque en forma insuficiente) las cifras que hablan del aumento de la pobreza, de la caída del salario, de los despidos, del aumento de los precios, del crecimiento de la drogadicción, de la deserción escolar, del vaciamiento hospitalario y tantas otras miserias.
Pero la crisis no se expresa como una ruptura drástica con la situación anterior, sino como una paulatina y creciente degradación de las condiciones de vida del pueblo.
El golpe que sufren las familias obreras se va dando gradualmente. Mientras uno sigue trabajando, a otro lo echan. Hay quien vuelve a conseguir trabajo aunque peor pago que el anterior, y hay quien logra mantenerlo aunque se vea obligado a hacer horas extra para llegar a fin de mes. Los efectos de la descomposición que afectan al conjunto de los trabajadores se perciben como problemas familiares: un chico que abandonó la escuela porque debe ayudar en la casa, otro pibe que cayó en el paco ante la falta de perspectivas, el agravamiento de una enfermedad por una mala atención en el hospital producto de la falta de insumos…
Pero aunque no siempre se perciba, el problema no es individual sino general, pues el golpe lo está sufriendo el conjunto de la clase trabajadora por parte de los capitalistas y sus gobiernos. Como respuesta, aún discreta, se va desarrollando la lucha de nuestra clase para cambiar este estado de cosas. Hay importantes luchas salariales o por condiciones laborales, y aunque muchas veces son controladas por los burócratas (que además suelen ser parte del gobierno), también, en varias oportunidades, son gestadas por los propios trabajadores sin el control de esos parásitos de los empresarios. Hay, además, luchas populares que dan respuesta a la misma política de ataque a las condiciones de vida del pueblo trabajador, como son las luchas por la mejora de las condiciones de vivienda, salud, o educación. Y, en este marco, también se dan luchas que enfrentan los mecanismos de represión con los que los capitalistas tratan de disciplinar al pueblo: luchas contra el gatillo fácil y las detenciones de los pibes, y contra la persecución y el encarcelamiento de los que pelean.
En distintos puntos encontramos procesos de organización y de resistencia, algunos de los cuales desaparecen rápidamente, aunque otros logran permanecer y hasta conquistar reivindicaciones. Es decir, que se extienden distintas expresiones de lucha, aunque éstas son relativamente limitadas y están marcadas por una importante fragmentación o dispersión.
La existencia de esas luchas marca un avance en la organización de los trabajadores que debemos saludar y profundizar, aunque por cierto no idealizar, si pretendemos ubicarnos en la situación actual para avanzar desde donde estamos (y no imaginar que vivimos un momento de gran auge). La importancia de estas experiencias radica en su ejemplo para desarrollar luchas aún mayores, procesos de organización aún más sólidos y combativos que puedan servir de referencia al conjunto de la clase. Pero su límite debe ser tenido en cuenta para no causar falsas expectativas en el pueblo trabajador: ni en los compañeros que son protagonistas, ni en quienes observan con atención esas experiencias para desarrollar su propia lucha.
Evidentemente, en este marco, la tarea que los trabajadores tenemos en la lucha sindical y social, es profundizar esta perspectiva. Organizarnos en cada lugar de trabajo y en cada ámbito social, desarrollar las tareas que permitan forjar y ganar delegados combativos y antiburocráticos, disputar así, en la medida de nuestras fuerzas, comisiones internas, seccionales y sindicatos, transformándolos en herramientas para la lucha combativa y antiburocrática. El tener dimensión de nuestras fuerzas nos permite medir nuestras debilidades, evitando caer en luchas inmanejables que acaban a veces con despidos y sin apoyo de los compañeros, pero también tener noción de nuestra fortalezas, para impulsar con fuerza las luchas cuando esto es posible, avanzando en la disputa con la patronal y ampliando el campo de experiencias que van marcando el camino de la pelea contra los empresarios, el gobierno y la burocracia.
Y esta tarea de desarrollo de la lucha de los trabajadores, que implica el crecimiento numérico y el aprendizaje y madurez para llevar adelante las luchas sindicales y sociales, nos exige además, avanzar con nuestro nivel de claridad y organización política, para poder encauzar la lucha hacia una verdadera transformación de la sociedad en que vivimos. La perspectiva de una transformación profunda y decidida, exige de nosotros una lucha de las mismas características, una lucha profunda y decidida, es decir, una lucha revolucionaria, y plantea la necesidad de que los trabajadores nos organicemos políticamente en función de esa necesidad estratégica de transformación revolucionaria de la sociedad. Por eso, los trabajadores que coincidimos en la necesidad y asumimos la responsabilidad de librar una lucha revolucionaria contra la burguesía y sus gobiernos para conquistar una sociedad socialista, debemos organizarnos políticamente en el partido que dedique todas sus fuerzas a esa lucha por la transformación social; el partido que se plantee encauzar las luchas para que no se diluyan o acaben siendo base de organismos que defienden el sistema actual, planteando en cambio una perspectiva revolucionaria para la lucha de los trabajadores, el partido de los trabajadores revolucionarios. A esta tarea, estamos contribuyendo desde nuestra organización