
En este número, presentamos dos exponentes de lo más rancio, si cabe la expresión, de la burocracia sindical argentina: dos empresarios de imponente prontuario, dos peronistas que prometen lealtades a todo aquel que le ofrezca un buen negocio.

Patricio DatarminiPatricio Datarmini, en formidable dupla con Amadeo Genta, lleva un cuarto de siglo al frente del Sindicato Único de Trabajadores de la Ciudad de Buenos Aires (SUTECBA), poderoso gremio con 60.000 afiliados. Su actual mandato como secretario general vencerá en 2013, momento en el que cumplirá 30 años ocupando el mismo sillón.
Autodefinido como “peronista del alma”, ha sido complaciente con todos y cada uno de los intendentes y jefes de gobierno de la ciudad, sin importar su signo político. Prueba de ello es su actitud hacia el macrismo: después de algunas escaramuzas verbales, apenas Macri asumió la jefatura de gobierno, rápidamente llegaron los acuerdos y reinó la armonía entre ambos hombres de negocios.
A través del SUTECBA, y fundamentalmente de la ObSBA (destruida y vaciada obra social de los municipales porteños), Datarmini supo amasar una enorme fortuna personal. Este amante de grandes placeres y extravagantes lujos, se compró una “casita” en uno de los barrios más caros de la Ciudad de Buenos Aires, Belgrano R. El “ranchito”, valuado en u$s600.000, está ubicado en un lote de 1.144 m2 , con garaje para dos autos, pileta de natación y parque arbolado. Pero sus inversiones inmobiliarias no se detienen allí: obsequió a cada una de sus hijas un departamento de 300m2, cotizado en u$s850 cada uno, con pileta, garaje, solarium, salón de eventos, canchas de tenis y squash…
Este burócrata es, también y como tantos otros, un empresario rural. Posee campos en Río Negro, dedicados a la producción frutihortícola y la cabaña “Santa Ana”, en Tandíl, donde cría caballos que expone orgulloso en la Sociedad Rural.
La contracara de tanta fastuosidad, es la situación de los trabajadores municipales de la ciudad, los que, en su enorme mayoría, perciben salarios de pobreza, por debajo del mínimo y son contratados bajo diversas modalidades de híper explotación y flexibilización laboral: contratos basura, sin aguinaldos ni vacaciones, sin aportes patronales, ni obra social y, por supuesto, sin ninguna estabilidad.
Así es la lujosa vida de este burócrata, devenido en exitoso empresario, dueño de una enorme fortuna que agiganta día a día, a base de traición, entrega y desprecio absoluto de los trabajadores que dice representar.
Víctor Santa María

Siempre peronista, arribó a las huestes del justicialismo de la mano de Carlos Grosso en los ‘80. Más tarde, fue congresal metropolitano y secretario gremial de la juventud peronista. En 1996, fue electo convencional constituyente de la ciudad.
Tres años después, se candidateó como legislador porteño integrando “Nueva Dirigencia”, la fracción peronista de Gustavo Béliz y Domingo Cavallo. Hizo campaña, con ambos, recorriendo la ciudad, especialmente las villas miseria, en un auto blindado con su “ilustre” asesor en materia represiva: el yanqui William Bratton, ideólogo de la “tolerancia cero”.
Sin embargo, su participación en la quiebra fraudulenta del Banco Patricios y la malversación de fondos del gremio para la construcción de viviendas lo obligaron a renunciar en medio de su mandato.
Asociado con Moyano, en 2007, incursionó como empresario en el negocio de los medios, con la revista Caras y Caretas y la radio AM750. Por supuesto, todos estos negocios se financian íntegramente con el dinero de los trabajadores del sector.
Como tanto peronista, se recicló en el kirchnerismo. Con fondos del SUTERH financió todas las iniciativas del Frente para la Victoria , lo que le allanó el camino para transformarse en el secretario general del partido en Capital, desde donde defendió encendidamente al gobierno, como durante el conflicto con los patrones del campo.
Jugosas ganancias, a costa del sacrificio de los trabajadores y compartiendo negocios con empresarios y políticos, engordan los bolsillos de Santa María, otro exponente de la burocracia sindical argentina.