El
gobierno de transición libio y las potencias imperialistas sellaron su alianza
antipopular en la conferencia internacional de “amigos de Libia”.
La determinación de
reorganizar Libia como una suerte de semicolonia francesa y de las grandes
potencias ha quedado explicitada tanto por parte de los jefes de la OTAN como por el títere
Consejo Nacional de Transición (CNT) libio que está intentando conformarse como
gobierno sustituto a la sombra de sus aliados imperialistas.
Mientras el dictador Muammar
Khadafi resiste aún en algunos puntos de Libia (especialmente en Sirte, su
ciudad natal, que no ha podido ser dominada por los rebeldes), ya se ventilan
los negocios millonarios que se han prometido entre las potencias de la OTAN y el CNT.
Como lo sacó a relucir el
diario Libération, el nuevo grupo de mandatarios nucleados en el CNT ya le
prometió a Francia que le entregará el 35% del petróleo libio, en un generoso
gesto de agradecimiento por haber sido la vanguardia en los ataques
imperialistas contra su país, permitiendo que las fuerzas rebeldes armadas por la OTAN y dirigidas por
políticos opositores y ex colaboradores de Khadafi derroquen al magnate
multimillonario.
Parece ser que Nicolás Sarkozy
consideró que la obtención de semejante botín merecía un festejo a lo grande.
El primer día de septiembre, el presidente francés encabezó una cumbre con más
de 70 países para presentar al mundo, desde París, a los nuevos gobernantes
libios, que pasaron desde entonces a estar públicamente apadrinados por las
potencias imperialistas y la cohorte de países que le hacen cola en la OTAN. Sin que haya
cesado hasta el momento la lluvia de bombas sobre Libia, los jefes de la OTAN prometieron abrir
también una millonaria lluvia de dólares, destinados al negocio de la
“reconstrucción” y provenientes de las cuentas que tenía Khadafi en Europa y
que habían sido congeladas. Se trata de un negocio compartido en base a cuentas
que alcanzan unos 50 mil millones de dólares. Así, la flamante dirigencia libia
inicia un nuevo capítulo de saqueo y entrega, regalando parte de los recursos
del país y haciendo negocios con los millones que antes Khadafi se había
apropiado para sí mismo, ambos a espaldas y en contra del pueblo libio.
Por supuesto, es claro que un
régimen de opresión y represión como el de Khadafi, no significaba ninguna
alternativa para el pueblo libio y que es absolutamente justo que el pueblo se
alce contra ese estado basado en la desigualdad social y la persecución
política. Hoy sólo lo reivindican algunos que aún apuestan al nacionalismo
burgués y que, como Hugo Chávez, consideran al multimillonario libio como un
supuesto antimperialista.
Pero igual de claro es que el
heterogéneo campo de los “rebeldes” libios se enmarcó muy pronto en la línea
del imperialismo, que buscaba el desplazamiento de Khadafi para poder ampliar
aún más sus negocios y que fue el principal sostén de esa lucha a la que otorgó
no sólo el respaldo militar (con la entrega de armas, el entrenamiento y el
ataque aéreo) sino también, como empezará a verse ahora cada vez más, la
dirección política y económica para hacer de Libia un auténtico servidor de los
grandes intereses imperialistas.
Es que, en definitiva, es
claro que no hay burguesía, nacional o extranjera, “nacionalista” o
“extranjerizante”, que vaya a defender jamás los intereses del pueblo
trabajador, por lo que no habrá una solución definitiva hasta que no sean los
mismos trabajadores y explotados los que logren imponer su gobierno y echar a
los burgueses de todo tipo, demócratas y dictadores, locales e imperialistas.